Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 9 de noviembre de 2008 Num: 714

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Los mermas
ROGER VILAR

La noche es blanca
YANNIS KONDÓS

Línea 1
LEANDRO ARELLANO

Margo Glantz ensayista
RAÚL OLVERA MIJARES

Otoño Líquido
ANDRÉS ORDÓÑEZ

Karajan tras la partitura del gesto
CARLOS PINEDA

Juan de la Cabada: imagen y palabra
AMALIA RIVERA

De la Cabada guionista
RAFAEL FERNÁNDEZ

Contra la voluntad de originalidad
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ entrevista con JOSEP GUINOVART

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Foto: José Antonio López/ archivo La Jornada

Margo Glantz ensayista

Raúl Olvera Mijares

Ampliamente conocida en círculos humanísticos y literarios, nacida en la década de los treinta, como algunos otros de los más grandes hombres y mujeres de letras activos durante la segunda mitad del siglo XX en México, Margarita Glantz Shapiro es autora de una obra que, como las dos caras del dios Jano, se halla inscrita bajo el doble signo del ensayo y la novela, una combinación poco frecuente entre las mujeres escritoras de México, más célebres por sus poemas, sus artículos periodísticos, su narrativa testimonial o, más recientemente, sus éxitos de librería. Como estudiosa de las letras, el trabajo de Margo Glantz cubre un espectro que no podía ser más amplio, pues va desde la literatura de la onda –así bautizada por ella– hasta la literatura novohispana, las vidas de monjas y las crónicas de Indias, amparadas bajo el subtítulo Ensayos sobre literatura colonial, el tomo I de sus Obras reunidas, publicado por el Fondo de Cultura Económica.

Volumen cuidado, generoso, de amena lectura, a pesar de tratarse de prosa ensayística supuestamente árida, donde la autora abordará una serie de figuras señeras de la Colonia , no ajenas a cierta controversia, como son Sor Juana, Malinalli (mejor conocida como La Malinche), Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Bernal Díaz del Castillo, el mismo Cortés y otros. Glantz, de origen judío ucraniano por ambos costados y por añadidura mujer, propone al lector en general –no es necesario ser un experto en la materia– un viaje a través de la historia, prejuicios, testimonios y monumentos literarios de una serie de personajes que ayudan a entender cómo es que se forjó la tradición escrituraria del México moderno.

Medias tintas entre el rigor académico (citas de fuentes, referencias, notas de pie de página, discusiones y aclaraciones con los colegas estudiosos) y la auténtica prosa de arte, que se mimetiza en ocasiones con el lenguaje de la época y su retórica cuajada de truculencias o bien que ni siquiera se nota en las costuras de tan bien hecha, el estilo de Margo Glantz hace no sólo digeribles sino disfrutables sus apabullantes seiscientas páginas. Personaje central del libro, Juana Inés de la Cruz es objeto de más detenido análisis por parte de la autora, quien reúne textos que datan de más de quince años, donde se ha dedicado a evaluar la obra de la monja jerónima y la atención de que ha sido objeto por parte de autores tan conspicuos como Karl Vossler, José Gaos, Octavio Paz, Antonio Alatorre, Elías Trabulse y Rosa Perelmuter, en el intento de equilibrar y poner al día las diversas y, no pocas veces, encontradas visiones.

Es poco en apariencia y, sin embargo, mucho lo que puede aún decirse de la jerónima. Glantz pone de relieve su visión femenina y descarta –más bien por omisión– ciertas concepciones un tanto simplistas, no carentes de sensacionalismo, acerca de las inclinaciones íntimas de la religiosa. Al hacerlo, sienta sus reales respecto de una veraz y fidedigna interpretación, no efectuada con este carácter sistemático, desde la publicación de aquel trampolín que lanzara a la monja a los ojos del mundo moderno, el libro Las trampas de la fe de Octavio Paz, una obra que no sólo benefició a la monja sino al propio autor.

Las consideraciones que Margo Glantz hace sobre sor Juana pueden leerse tanto con más facilidad como felicidad y, además, aparecen editadas en una forma cuasi periodística, más accesible para el lector promedio, provistas de cabecillas de descanso a mitad de dilatados capítulos; se dispensó un cuidado notable en la edición, aparecida en una de las colecciones más prestigiosas del FCE, donde tomaron parte Álvaro Enrique y Geney Beltrán, no exenta de ciertas erratas, como en la página 14 donde, en relación con sor Juana, puede leerse que Javier Palavicino, quien había elogiado a la jerónima en una sermón pronunciado en 1991, en vez de 1691. Amén de algunas grafías equivocadas y falta de guiones en citas en pasajes a bando con las acotaciones de la autora. Sin lugar a dudas, la aparición de este esperado primer tomo de las Obras reunidas de Margo Glantz, que se ha de ver complementado, y ojalá pronto, por otro conteniendo su narrativa, viene a llenar un hueco notorio en el conocimiento y difusión del trabajo de uno de los autores femeninos notables –si no es el que más– de la segunda mitad del siglo XX, aún activos en la primera del XXI.