Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 9 de noviembre de 2008 Num: 714

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Los mermas
ROGER VILAR

La noche es blanca
YANNIS KONDÓS

Línea 1
LEANDRO ARELLANO

Margo Glantz ensayista
RAÚL OLVERA MIJARES

Otoño Líquido
ANDRÉS ORDÓÑEZ

Karajan tras la partitura del gesto
CARLOS PINEDA

Juan de la Cabada: imagen y palabra
AMALIA RIVERA

De la Cabada guionista
RAFAEL FERNÁNDEZ

Contra la voluntad de originalidad
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ entrevista con JOSEP GUINOVART

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Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
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Cartel cinematográfico de
Subida al cielo

De la Cabada guionista

Rafael Fernández

Las siguientes son las palabras dichas por Rafael Fernández en la Casa de la Cultura de Cancún el 26 de junio pasado, conmemorando los veintidós años transcurridos desde la muerte de Juan de la Cabada.

Recuerdo a Juan de la Cabada en la radio, era un excelente narrador y ameno platicador. Contaba como llegó al cine: incitado por el guionista Manuel Altolaguirre y su amigo y escritor José Revueltas, para participar en una película de Luis Buñuel, Subida al cielo (1952), él objetó que no sabía hacer guiones, únicamente sabía contar cuentos, a lo que Revueltas le contestó: “Es lo mismo, sólo tienes que quitar las descripciones del paisaje y tus reflexiones.” Fue así que colaboró haciendo los diálogos.

Buñuel, junto con su guionista de cabecera, el célebre Luis Alcoriza, lo llamaron para su siguiente película, La Ilusión viaja en tranvía (1954), sobre un relato de Mauricio de la Serna en el que intervino también el citado Revueltas. Pero los chispeantes diálogos entre Lilia Prado, Carlos Navarro y Fernando Soto Mantequilla, de un agudo sentido del humor y de una gran ironía, se atribuyen a Juan de la Cabada. Gracias a esto La ilusión… ha conservado su particular encanto con el paso de los años y ha logrado superar el “envejecimiento” al que se ven condenadas muchas películas.

Julio Bracho lo invita a colaborar con él en dos cintas: la poco conocida María la Voz (1955) sobre un cuento del propio Juan, y después en la adaptación de Canasta de cuentos mexicanos (1956), basada en el libro Raíces, de Bruno Traven. Aquí aflora la calidad poética de Juan de la Cabada , que logra un guión de una sencillez arrebatadora, para uno de los filmes más conmovedores que pudo filmar Bracho.

Sin interrumpir su prolífica producción literaria, cerca de sesenta y siete libros, Juan de la Cabada participó en el cine con los mejores directores, que reconocían en él su profundo conocimiento del idioma y su enorme capacidad de reflejar el habla del pueblo con sinceridad y sencillez pero, al mismo tiempo, energía y vitalidad. Así es que escribe para René Cardona Maratón de baile en 1958 y, junto con Elena Garro, Las señoritas Vivanco, para Mauricio de la Serna en1959. Le sigue Sonatas (segmento mexicano), del director español Juan Antonio Bardem, en ese mismo 1959.


Escena de Subida al cielo

En 1960 escribe La tijera de oro, de Benito Alazraki; es donde vuelve a trabajar con Luis Alcoriza, con quien colabora en importantes proyectos, como el guión de La Chamuscada (México, Tierra y Libertad), dirigida por Alberto Mariscal, en 1971; y la importantísima Las fuerzas vivas que dirigió el mismo Alcoriza en 1975, y que es una de las páginas más brillantes de la historia del cine mexicano, tanto por su calidad cinematográfica como por la profundidad con que se trata la historia, a pesar de ser una sátira política. Esto, me atrevo a decir, sólo fue posible gracias a la gran calidad de la escritura y coherencia del guión de Juan de la Cabada.

Si con Las fuerzas vivas, habría sido suficiente para la consagración definitiva de Juan de la Cabada, su participación en el cine fue, como toda su obra literaria, prolija y modesta a la vez. La humildad fue uno de sus códigos. Dotado de una ética esencial, su contribución artística al séptimo arte siempre fue de elevado contenido social y humano, sin tomar en cuenta el genero al que se aplicaba, como lo demuestra la diversidad de sus guiones: Simitrio (1960) bajo la dirección de Emilio Gómez Muriel; Lola de mi vida (1965) de Miguel Barbachano; Calzonzin Inspector (1974) de Alfonso Arau; o su última película, realizada en 1978: Llovizna, de Sergio Olhovich. El drama pueblerino, el de la ciudad, la sátira y la denuncia están presentes en estos trabajos.

Ahora que muchos cineastas mexicanos se encuentran triunfando a nivel mundial, no debemos olvidar a esos “talacheros” del cine que son los guionistas y, como es el caso de Juan de la Cabada , grandes escritores. El cine albergó a muchos, aún antes de ser reconocidos o famosos: Gabriel García Márquez, José Revueltas, Mauricio Magdaleno, Fernando Fuentes, Elena Poniatowska, Elena Garro, etcétera, que ya son parte de nuestras mejores tradiciones artísticas e intelectuales.

A mí, como a muchos en México, se me había olvidado que Juan es parte insustituible y esencial de la cultura, de la mejor tradición literaria y del arte, con carácter universal, de nuestro país. El que esto escribe, sin haberlo conocido en persona, lo considera como su maestro en el oficio de la escritura. El mejor homenaje es volver a leerlo o descubrirlo; para quienes no lo conocen, nadie se sentirá defraudado porque ¡Juan de la Cabada vive!