Columnas:
A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR
Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA
Cinexcusas
LUIS TOVAR
Teatro
NOÉ MORALES MUÑOZ
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|
CRISTIANOS
EN EL COLISEO
Para
no perder la inveterada costumbre de hacer las cosas lo peor posible,
la semana recién concluida registró el estreno comercial
de dos filmes echados al ruedo tal como si se tratara de cristianos
arrojados al apetito de los leones para placer del César:
Sangre, de Amat Escalante, de la cual se habló en
este espacio hace ya un buen rato, y Las vueltas del Citrillo,
de Felipe Cazals. Para llegar a un público no festivalero,
ambas debieron aguardar la frecuente pero no por eso menos absurda
eternidad de un año --poco más o menos en cada caso--,
y todo para que al final Quiensabequién llevase a la práctica
la fabulosa idea, en los hechos, de condenarlas a un tránsito
casi clandestino de tan fugaz.
RULFIANISMOS
ETÍLICOS
Ambientado en 1919 y
construido en torno a una pulquería de donde ha tomado el
nombre, el filme más reciente del veterano Cazals abunda
en logros y desaciertos. La estructura elegida, más bien
teatral, conviene al que pareciera ser uno de los principales intereses
del realizador: que se oiga, y bien, un modo de hablar ya fenecido,
cuyas florituras no siempre checan con el perfil de los personajes:
básicamente, una soldadesca que no pudo haber sido sino iletrada,
que por momentos hace gala de una riqueza léxica como de
bachiller, capaz de parrafadas deslumbrantes y propensa a soltar
sabrosos refranes, inclusive cuando tiene a horcajadas y encima
de las ingles a la mujer de otro.
Más que verosimilitud
de la trama, en definitiva artificiosa dentro de una circularidad
ya sugerida en el título, lo notable aquí es el manejo
del tiempo, como pasmado, en el que viven y mueren unos personajes
puestos a interactuar como si se tratara de porciones móviles
de un cuadro histórico-costumbrista, en el que la atmósfera
densa y el tono asordinado son la clave principal para captar una
serie de conceptos en los que se sustentan, agarrados apenas de
las uñas, las pocas acciones transcurridas: el instinto de
supervivencia, la superioridad del más fuerte, la búsqueda
del placer, la satisfacción de necesidades básicas
se traducen de manera directa en consumición de alcohol,
ingesta de comida, coito furtivo, ejercicio del poder entre
más pequeño sea éste, más empuñado--,
deseo de posesión
Tiempo detenido, atmósfera
mortecina, medio rural, ajusticiados, diálogos en el más
allá entre un cabo pasado por las armas y un personaje
llamado El Difunto Melgarejo, dan inevitablemente para pensar en
una intención rulfiana que habría resultado bastante
más lograda si no fuese porque la edición quedó
en manos de alguien que parece no haber entendido de qué
iba la cosa y decidió ejercitarse en unas muy atentatorias
labores de tasajeo que dan al traste, cada dos por tres, con el
ritmo continuo que mejor le venía a la exposición
morosa del carácter, más que de los actos, de los
asiduos a la pulquería, los conflictuados en la tienda de
dulces, los festejantes en la iglesia, los dialogadores en el inframundo,
etcétera.
Empero, Las vueltas
del Citrillo consigue librar los atentados de esa tijera bronca,
así como los tropezones de una iluminación por instantes
víctima del desgobierno y un maquillaje que se nota cuando
no debería notarse, y aunque sea a borbotones llega adonde
quiere: a la reflexión burlesca, lúdica, gozosa, en
torno al poder cuando éste se tiene o se sufre a niveles
elementales; la complicidad de los que son iguales en virtud de
la necesidad y la ignorancia; en torno también a lo que de
similar hay entre la vida y la muerte, que si no acaban por ser
del todo idénticas es porque la muerte sale incluso menos
cabrona, más llevadera.
PARA NO
VARIAR
Con Sangre, su
opera prima, Amat Escalante hizo lo que muchos quisieran
ya no se diga para iniciar una filmografía, sino para coronarla:
una película osada, fuera del cartabón, que no costó
millones y millones, que participó en varios festivales cinematográficos,
incluyendo uno de los más importantes y que ganó,
entre otros, el premio Fipresci. Su encomiable desacuerdo con la
complacencia, así como su carácter indigerible para
todos aquellos ojos cortados al molde tradicional, se reflejan en
una escasez de copias que da vergüenza y, con toda seguridad,
harán que su tiempo de exhibición sea brevísimo,
en proporción inversa a los méritos que la hacen una
de las propuestas fílmicas mexicanas más interesantes
de los tiempos recientes.
|