Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 2 de diciembre de 2007 Num: 665

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Berlín, Berlín
ESTHER ANDRADI

Seis poetas seis

El Museo Judío de Berlín

La República Libre de Schwarzenberg
HANS-WERNER THIELE

Berlín es un cuento
ESTHER ANDRADI

En Prenzlauer Berg
ANNETT GRÖSCHNER

Hauptbahnhof, Estación Central
GRUPO ATAXIA

Indígenas y extranjeros en Berlín
HEIKE GULATZ

Rostros de invitados
EMINE SEVGI ÖZDAMAR

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Columnas:
Lunas de Octubre
MARCIA TORRES-SACÍA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
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Jorge Moch
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Lo que le falta a la Iglesia

Lo que le falta a la Iglesia católica mexicana, esa varonía o falansterio que regentea encaramado a la mitra el feudal y crespo experto en amagos Norberto Rivera (y otros bienamados y generosos cristianos como el jovial Hugo Valdemar, el vivaracho Juan Sandoval Íñiguez, el humilde y coherente Onésimo Cepeda) es un mayor apoyo, sí, aunque suene cándido, simplón, ridículo y hasta peristáltico decirlo así, del apostólico y evangelizador duopolio de monaguillos que son los changarros de Emilio Azcárraga y el clan Salinas. Siendo que las televisoras mexicanas son expertas en llevar agua al molino de su cosmogonía, podrían elaborar series, reportajes y documentales con que adobar y demulcir la levantisca opinión pública. Habría que apuntalar la fe católica: refrendar que México es católico y guadalupano y al diablo los detractores de san Juan Diego, patrono de leyenda. Si hay en este país todavía judíos, musulmanes, agnósticos, protestantes, adoradores del sol o la muerte, budistas, testigos de Jehová, mormones, satanistas, masones, krishnas, sintoístas, indiferentes y peor todavía, ateos, deberá aclararse en la tele, ubicua, omnipresente e intransigente como dios, que ello se debe solamente a la indulgencia del episcopado. Pero que quede claro: los días de esa diversidad que nos fractura como nación están contados, porque lo de hoy es el integrismo, desde capellanías en las fuerzas armadas hasta sacar de la historia oficial (empezando por los sucios libros de texto) a alimañas como Plutarco Elías, Melchor Ocampo y ese deleznable indio incrédulo de apellido Juárez.

Algunos posibles tópicos publicitarios de reeducación histórica en la tele: la cristiada fue crisol de redaños y santidad, de ninguna manera manipulación dolosa, asesina o perversa de la masa fanatizada. La Inquisición es entelequia febril inventada por los enemigos de la cruz. No existieron los cátaros, ni las cruzadas, ni la segregación eterna del pueblo judío auspiciada por Roma. Eugenio Pacelli no se hizo güey ante Mussolini, Hitler o Franco, ni guaje se hizo Giovanni Battista ante Pinochet, Videla, Stroessner, Díaz Ordaz; ni Wojtyla ante Bush, y si Ratzinger fue soldado nazi, fue por inocencia de juventud. Que se aclare que quienes construyeron con sus manos la mayoría de los templos en México fueron de clase acomodada, tan vituperada a lo largo de la historia, y pusieron su sangre y su esfuerzo en acarrear toda la piedra necesaria para alzar los altares, y no la recua de indígenas güevones que se la pasaron nomás viendo a sus señores trabajar, rascándose los destos y entregándose a vicios propios del peladaje.


Foto: www.lamargaritaseagita.com

Urgen emisiones que laven calumnias que mancillan la sotana a don José María Julián Mariano Escrivá y Albás, a Marcial Maciel Degollado y otros notables de la pastoral católica como Nicolás Aguilar o el mismo cardenal Rivera, involucrados injustamente hasta el cogote en vergonzantes, infamantes cuentos de niños humillados, violados, magreados y amenazados por tales u otros egregios personajes. Va siendo hora de que se imponga la verdad única y se extingan pecaminosas habladurías. En fin, que le hace falta a la curia principesca todo ese apoyo incondicional de su grey mediática para alcanzar el verdadero vellocino: la imposición de un credo aunque sea de suyo clara demostración de intolerancia, y preservar –y aun ensanchar– un viejo (aunque parezca injusto) sistema de prebendas y privilegios que, en todo caso si tomamos como genuino ese tramposo discurso que el clero ondea sobre libertad religiosa, habrían de ser extensivos a los ministerios de otros cultos, y entonces sí, libertad religiosa pero para todas las religiones, porque lo que no es parejo es chipotudo. Porque algo en efecto le falta a la Iglesia. Algo que le falta para encarar y asumir sus propias responsabilidades a la luz de esas viejas, verdaderas intenciones suyas que podemos resumir en una frase grandilocuente: convertirse en la única y excluyente depositaria de la conciencia nacional, o de lo que ella quede después de ser asimilada por la curia. Eso que le falta a la Iglesia, decíamos, casi todos sabemos muy bien qué son, qué forma y color tienen y de a cuántos suelen venir. Pero entrar en escabrosos detalles puede prestarse a malas, escatológicas interpretaciones, y no es eso lo que persigue este apóstata aporreateclas, quien mucho temor de dios tiene, y más de quienes lo pueden fulminar con el relámpago de una excomunión o pogromo con dedicatoria. Líbrenos dios de otro San Miguel Canoa. Amén.