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HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Universidad Veracruzana: medio siglo editor
JESúS GUERRERO
Cuentística del
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ALFREDO PAVóN
El mundo de la fábula y las heridas de la realidad
JUAN CORONADO
Imágenes en una linterna mágica
SERGIO PITOL
El corazón del hombre
MARCO ANTONIO CAMPOS
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Columnas:
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¿Y usted qué hace aquí?
¿Qué es la realidad? ¿Cuál es la naturaleza y la circunstancia del mundo, del continente, del país, del Estado, de la ciudad, el barrio, la familia, el individuo?, ¿cuál su auténtica valía o culposa deuda social? Si usted anda como sin rumbo, con hambre de satisfacer la oscura intuición de que algo habrá en la vida más que bosta, rutina y pienso, regocíjese: hay quien le tome de la mano y señale el rumbo. Existe, en efecto, una feliz, deífica posibilidad. Es cosa de saber consultar al oráculo. Éste seguramente está, tótem inamovible pero ubicuo, sempiterno cual sagrario, en la sala de la casa, sobre la cómoda de la recámara o allí –habitáculo cada vez menos común en las casas de la gente, porque la tendencia de constructores voraces, adalides del cretinismo urbano que se publicitan como creadores de espacios armoniosos, amplios, vastos y suficientes para la convivencia humana, já, es aprovechar al máximo la superficie y vender más ratoneras sin que realmente importe el apretujamiento, la torpe concentración exponencial demográfica, los nidos de sociopatías que engendra la carencia de espacio vital en las personas, aunque afortunadamente siempre que exista un palmo de azotea habrá manera de instalar la antena imprescindible–, en el cuarto de la tele. La televisión, particularmente la mexicana, la que se hace en el duopolio Televisa- TV Azteca, siempre repelente a cuestionamientos inútiles, sobre todo aquellos que afectan los intereses del clero, de la clase empresarial amiga de los dueños de las tales televisoras, de sus alecuijes gubernamentales, tal que acá se ha dicho hasta la repetición estéril, nos dicta la realidad y nos construye el mundo, las jerarquías de valores, las modas y todo eso, en fin, que alambicamos en frases hechas como “aquello que vale la pena”. La decencia, la honestidad, la cabalidad, la coherencia, desde luego, son porquerías que sobran, pasto de utopías y de orates resentidos.
Qué tal, en cambio, saber que como bien apunta la guapa conductora de Televisa, mujer de coruscante inteligencia y rulos impecables, Andrea Legarreta, el abogado defensor del salvaje sexoservidor que reventó la naricilla de otro reputado señor de los medios con el nom de guerre de Fabián Lavalle, a quien mejor conocen sus fans como Fabiruchis, además de que le cayó muy mal a doña Andrea, no debería aparecer a cuadro llevando camisa roja y corbata rosa, por dios, ni un traje café, sino que debería usar camisa blanca y corbata oscura, qué caray, y no volver a sonreír con ese cinismo pendejo (aclaro que la dama de ninguna manera se expresó con tanta procacidad: las peladeces son sólo mías), si eso es cosa reservada para nuestros políticos y sus patrones. Esas son las cosas importantes, carajo, y no ponerse uno inútilmente a cotejar, por mal ejemplo, los testimonios de los damnificados en Tabasco y Chiapas (o Veracruz, Oaxaca, el Mezquital, Chalco, Campeche, el país entero si se pone usted pesimista o es de recalcitrantes izquierdas) que no recibieron más que migajas de la tan cacareada ayuda en sus respectivas tragedias, porque en este país, regido por históricos hijos de la tiznada, recibe ayuda el que se agacha, el que forma parte de una red de complicidades, el que vende su dignidad ciudadana o el que tiene más saliva y traga más pinole, a menudo portando colores de pestífero partido político.
Feria Internacional del Libro, Guadalajara 2006 |
Así que no queda más que preguntarle a usted qué hace desperdiciando los preciosos minutos de su domingo leyendo medios poco amables con la realidad interpretativa del gobierno que a su casa llega puntualmente por medio de la televisión. ¿Para qué se amarga la existencia con denuestos? El periódico, finalmente, nomás le sirve para prender el boiler o que las fotos de los políticos acompañen y envuelvan las cacas de la Chispa, la Pelusa o el Toy; sáquese de aquí en este instante y desparrámese sobre la cama o el sillón, deléitese con el instante: pulse el botón de encendido y bote las pantuflas al suelo. Arrímese chelas y botanas. Échese ricos punes. Amodórrese la conciencia, que de nada sirve para avanzar en el escalafón de nuestra clasista, pragmática sociedad. Vea el fut, concursos de baile, programas de chismes y humor. Disfrute la sal de la vida. Ignore toda noticia cultural como las intelectuales inquinas que se cocinan en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, si le digo que no debe usted leer, para qué. Y llegado el día, cumpla con sus cívicos deberes. Apórtele al Teletón y vuelva a votar por los que están arriba.
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