Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 25 de noviembre de 2007 Num: 664

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Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Universidad Veracruzana: medio siglo editor
JESúS GUERRERO

Cuentística del
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ALFREDO PAVóN

El mundo de la fábula y las heridas de la realidad
JUAN CORONADO

Imágenes en una linterna mágica
SERGIO PITOL

El corazón del hombre
MARCO ANTONIO CAMPOS

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Columnas:
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Baobab de Dakar, una orquesta arbórea

No hay un pájaro, el árbol canta
Francisco Hernández

“Hice notar al principito que los baobabs no son arbustos, sino árboles grandes como iglesias y que aún si llevara con él toda una tropa de elefantes, la tropa no acabaría con un solo baobab.” Así de colosales son estos seres magníficos, bellamente descritos –y dibujados– por Antoine de Saint-Exupéry en su hermoso Principito .

Titanes con múltiples significados en el continente negro y Australia, existen ocho especies distintas de entre las cuales la más conocida, adansonia digitata, crece en Madagascar y el África continental. Con tronco masivo y forma de botella, su corteza lisa oculta nudos en una madera fibrosa de cuyas ramas brotan hojas sólo en temporada de lluvias.

Es por su resistencia, por su capacidad regenerativa, que a principios de los años setenta un grupo de músicos de Dakar, en Senegal, decidió adoptar el nombre, tomándolo además del club en donde semanalmente sonaban su arte: canciones bailables en las que se mezclaba la oleada cubana que llegaba por barco o radio, entonces muy de moda, con cantos tradicionales de griots (elegidos) para quienes los consejos morales, los recordatorios históricos, fundamentan el “ser colectivo”.

Así, siempre festivo –no necesariamente veloz–, el pulso elocuente de la Orquesta Baobab –coronada por voces agudas, solos arriesgados y bases de cálida factura– puso en la cumbre al género cubano-africano por más de una década. Sin embargo, a mediados de los ochenta el hoy reconocido cantante Youssou n 'Dour surgió con el ritmo mbalax para conquistar a una nueva generación y dejar en el olvido a conjuntos legendarios que, como la Baobab, terminaron desintegrándose.


Foto: cortesía de Discos Corason

Dieciséis años más tarde, cuando el pop ligero del mbalax pasó de moda y los gustos locales se abrieron sin el acuartelamiento de las influencias externas, se dio el afortunado reencuentro de esta valiosa orquesta. Y claro, tal como pasara con el Buena Vista de Ry Cooder, la reunión se debió al productor inglés dueño del sello World Circuit, Nick Gold (a su vez descubierto por Mary Farquharson, radicada en México y fundadora de Discos Corason). Fue él quien juntó a los separados intérpretes de la Baobab en el Barbican londinense (2001), para reubicarlos en el lugar que sin duda les pertenece dentro del tronco sonoro global.

Hay que decir, eso sí, que el más destacado de sus interpretes es el guitarrista Barthélemy Attisso, arreglista de casi todos los temas y quien dota al disco de un color retro a la vez que moderno, a base de improvisaciones dignas –no sólo de bb King o Santana, como se presume en su librillo y notas de prensa– sino de otros notables del jazz como John Abercrombie o Ralph Towner. Según se dice, Attisso tenía tres lustros sin tocar la guitarra antes del reencuentro de la Baobab, y se dedicaba a ejercer su carrera de abogado en Togo. ¡A dios gracias que dieron con él y que aceptó cambiar de estrados!

Entrando de lleno al álbum, destacan temas del pasado como el inaugural “Pape Ndiye”, o el tercero “Nijaay”. Pero no son menos interesantes otros recientes tipo guajira o salsa, como “Cabral”, en donde el mismo Attisso logra enchinarnos la piel con su guitarra. También aplaudimos la colaboración del propio Youssou n 'Dour, quien a pesar de sepultar a la orquesta hace veinte años, hoy la apoya reconociendo su importancia, ascendencia y autoridad.

Lejos de los excesos en las secciones de alientos cubanas, muchos solos de trompeta y saxofón surcan los compases de la Baobab sin que su presencia caiga en una grandilocuencia pobremente imitativa. He ahí la trascendencia de este conjunto a lo largo de los años. Con todo y la profunda huella del caribe que se les regresó a manera de boomerang –fue África la primera en exportar sus ritmos–, naturalmente y sin pretensiones comerciales ésta y otras orquestas consiguieron estilos personales, representación del continente completo.

En resumen, cantado en wolof, malinké, portugués criollo y francés, el repertorio de este Hecho en Dakar (segundo álbum para World Circuit) brinda la doble felicidad de mostrar piezas legendarias del pasado, vueltas a grabar y producir, así como nuevas partituras producto de su actual estancia en el club Just 4 u de Dakar, en cuyo escenario suena la orquesta cada sábado por la noche. Con una visita previa a México, en 2003, se espera que la Orquesta Baobab regrese para 2008. Si así sucede, desde ya adelantamos que sus veinte discos darán suficiente gasolina para levantarnos del asiento y hacernos sonreír.