Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 25 de noviembre de 2007 Num: 664

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Universidad Veracruzana: medio siglo editor
JESúS GUERRERO

Cuentística del
pordiosero amor

ALFREDO PAVóN

El mundo de la fábula y las heridas de la realidad
JUAN CORONADO

Imágenes en una linterna mágica
SERGIO PITOL

El corazón del hombre
MARCO ANTONIO CAMPOS

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Columnas:
Mujeres Insumisas
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ALONSO ARREOLA

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La Jornada Virtual
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ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

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De cómo llegaron a México dos libros de creación literaria de Carlos Blanco Aguinaga (II DE IV)

Ya se sabe lo que a Carlos le pesan la presencia y la influencia de Emilio Prados, pero algo de mucha más miga radicaba en la poesía de Blanco Aguinaga a pesar de los prejuicios que el autor ostentaba contra ese conjunto de materiales que, al cabo de los años, persistiría en llamarse D. F. y alrededores . Desde luego, me mostré interesado en que me dejara ver su obra para antologar algo de ella, hasta que el 7 de febrero me envió una primera versión del poemario (de cerca de treinta y cinco cuartillas) donde había una sección diez de la serie Poemas de Venus y Lisis, hoy eliminada: “ Y tú decías: / The girl who once slept/ in a garden of verbs/ is now reaping the harvest/ of frost-bitten crops/ conditional and imperfect/ her blooms berry props// She used to woo zinnias/ She used to woo me// And now all she's got is a dead dog would tree, / ya no le queda otra cosa.// Es lo que tú decías. ” A cambio de esa exclusión, en la edición de D. F. y alrededores , incluyó “Por la calle de las Artes…” en la sección Antes , poema que se había llamado “Huelga” en la antología de Peña Labra … Pero me estoy adelantando.

Cuando leí los poemas, me di cuenta de que el “narrador” y el “ensayista” académico también resultaba ser un muy buen poeta. Una cosa era que hubiera dejado de concentrarse en los versos, y otra que lo hubiera hecho por falta de talento. Así es que decidí consultar una segunda opinión y le envié el manuscrito cibernético a Ángel José Fernández, editor y experimentado lector de poesía, cuyo juicio coincidió con el mío, como me lo dijo en una carta del 26 de febrero de 2007: “Recibí hará unos días el D. F. y alrededores y, tal como te comentaba a viva voz telefónica, me pasó lo mismo que a ti: el grupo de poemas es muy impresionante y su calidad, de alto registro. Me emocionó conocer este lado del académico don Carlos; su estilo es personalísimo, alejado de formas vacías, y me resultó muy cercana su poesía. Creo que tanto como a ti.”

Casi fue natural que, a partir de ese momento, Ángel y yo realizáramos una pequeña conspiración para publicar el poemario de Blanco Aguinaga, lo cual nos parecía importante por varias razones: por la calidad intrínseca del conjunto, por la intención de que Carlos tuviera una publicación mexicana de su obra personal (bajo la perspectiva de que toda su obra narrativa se ha publicado en España; y la ensayística, tanto en España como en Estados Unidos y México), y por la necesidad de que uno de los creadores hispanomexicanos mostrara que una de sus anclas también está aquí, en México. Y en este punto debo regresar al pasado, a una evocación convocada por Francisco Giner de los Ríos en su Prefacio para la Segunda generación de poetas españoles del exilio mexicano : “La única antología personal de estos pliegos que no conozco, porque ha llegado a Peña Labra casi tan a última hora como estas notas mías, es la de Carlos Blanco Aguinaga, que hace unos pocos meses me dijo un tanto profesoralmente –¡cómo se hubiera reído nuestro Emilio Prados!– que había abandonado para siempre sus poemas. Ahora sólo tengo ganas de verlos, cuando este número de la revista quede del todo impreso. Y la amistad de Emilio, su recuerdo, volverán a unirnos en la poesía, como por las calles de Lerma y de Pánuco en que tuvimos nuestros primeros encuentros, cuando Carlos –imberbe entonces hasta para el profesorado– empezaba cabalmente con su poesía.”

Este comentario lleva al lector a una inevitable conclusión: el poeta Carlos Blanco Aguinaga ha abandonado la poesía –la evocación de Giner de los Ríos alude a un escritor que le habla entre sus cincuenta y cuatro o cincuenta y seis años en el momento del comentario–; y luego evoca a uno anterior, el que formaba parte del grupo juvenil que dirigió la revista Presencia entre los años 1948-1950, la mejor y más importante del grupo de hispanomexicanos (que, impulsada por Jomí García Ascot, incluyó a Manuel Durán, Francisco González Aramburu, Roberto Ruiz, Ángel Palerm, Jacinto Viqueira y, desde luego, a Blanco Aguinaga, entre otros pocos más). Así que, algo antes de 1982, el “profesoral” Blanco Aguinaga le dijo a Giner de los Ríos que no más poemas, pero eso parece una declaración modesta y “mentirosa” (como la de casi todos los poetas, como la de Franz Kafka pidiéndole a Max Brod que, porfavorcito, quemara su obra inédita) pues, aunque escasa, la producción poética de Blanco Aguinaga nunca dejó de fluir, así fuera a cuentagotas.

(Continuará)