Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 5 de octubre de 2008 Num: 709

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Dos poemas
ARNOLDO KRAUZ

Voces
YANNIS DALLAS

Velvet Revolver y Libertad
SAÚL TOLEDO RAMOS

John Connolly: victorias pírricas
JORGE ALBERTO GUDIÑO HERNÁNDEZ

Cantata (fragmento)
CARLES DUARTE

João Guimarães Rosa: gran señor y gran señora
RICARDO BADA

Los cien años de João Guimarães Rosa
HAROLD ALVARADO TENORIO

Bordar canciones
JUAN MANUEL GARCÍA entrevista con JUANA MOLINA

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
Núm. anteriores
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Verónica Murguía

La máquina de envilecer

¡O tempora! ¡O mores! exclamación latina que significa “¡Qué tiempos! ¡Qué costumbres!”, dicha por Cicerón, muerto en el año 43 AC, y que ha sido repetida, me temo, por todas las generaciones que le han seguido. Es nuestro turno de manifestar horror por los días que nos han tocado. ¿Qué hacer? ¿Cómo reaccionar ante la ola de violencia, mentiras e inflación que nos arrebata la tranquilidad necesaria para enfrentar la de por sí complicada existencia cotidiana?

En su libro Las ciudades invisibles, Italo Calvino retrataba con la lucidez del artista verdadero la sensación que nos abruma: “El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, y que formamos estando juntos. Hay dos formas de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de sentirlo. La segunda es riesgosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y darle espacio.”

Calvino nos advierte: exige atención. Esta atención conduce a un análisis que nos perturba, aturdidos como estamos por los diagnósticos que infestan los medios electrónicos; por aquello que la historiadora Claudia Canales llama “la grita pública”, es decir, la estridente búsqueda de respuestas que demanda la sociedad, y la imperiosa exigencia del dinero de quienes, a río revuelto, buscan ganar la mayor cantidad posible.

Por eso hay que rechazar las obtusas declaraciones de miembros del Partido Verde, quienes solicitan que se instaure de nuevo la pena de muerte. En un país donde la justicia no sólo está ciega, sino sorda, loca y armada, los inocentes ajusticiados serían mayoría. Esto, por supuesto, no lo ignoran los esperpénticos representantes de este partido, pero buscan aprovechar el miedo de la gente para, claro, conservar el hueso. Dinero, pues. Infierno, diría Calvino.

La ley, para los miembros de este partido, es la representación de sus sentimientos e impulsos. No es así: la ley es una forma razonada y reflexiva de asegurar la impartición de justicia. Pero en estos tiempos, hasta esas definiciones de la preparatoria se olvidan en medio de una discusión que, de tan irresponsable y visceral, más parece un pleito de borrachos.

Infierno también la forma en la que ciertos periódicos han abordado el problema de la violencia: no basta con saber, conjeturar y escuchar el eco del matadero. Nos tienen que mostrar, con un afán impenitente, los cadáveres maltratados de las víctimas. ¿Qué gana uno con ver el espectáculo desolador de una veintena de albañiles asesinados, tirados como si fueran basura? ¿Con ver cabezas, cuerpos desmembrados, torturados, baleados? Uno, enlutarse, horrorizarse. Ellos, los dueños del periódico, dinero. Montones de dinero que sale de los bolsillos de aquellos que no tienen la sensatez suficiente para entender que el afán soez con el que se divierten observando la muerte, los envilece.

Esos muertos, cualesquiera que fuesen sus circunstancias, no se merecen ser convertidos en objetos que entretienen, asquean o provocan una piedad innoble nacida del miedo, no de la solidaridad.

Otro rasgo de este infierno es la algarabía explotadora de los medios electrónicos, apuntalada en la voz de locutores que se erigen en líderes morales. Un ejemplo: sabemos que O. J. Simpson mató a su ex mujer. El veredicto le fue favorable porque el circo de “los medios” inclinó la balanza a su favor por razones que no tenían que ver con el crimen. Chivos expiatorios de las batallas raciales de Estados Unidos, las víctimas se quedaron sin justicia, y el asesino va por el mundo jugando golf. ¡Ah, “los medios”!

Aquí hemos escuchado a los familiares del presunto jefe de la Banda de la Flor hablando de su vida familiar. Yo no sé si tienen razón y su padre es inocente, pero sé que los que llamaron por teléfono a las estaciones de radio para decir que los hijos “se oían sinceros”, tampoco lo saben. El escándalo no nos asegura la respuesta, sólo garantiza una lluvia de opiniones basadas en ¡un programa de radio!

Todo eso es infierno. Y lo que está de este lado de la puerta: el amor, la amistad, la conversación, el simple trabajo, no lo es. Por eso estos gestos cotidianos y personales han adquirido, ahora, su justa dimensión. Son esenciales, pues resguardan nuestra humanidad.


Italo Calvino. Ilustración / ucm.es