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ARNOLDO KRAUZ
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YANNIS DALLAS
Velvet Revolver y Libertad
SAÚL TOLEDO RAMOS
John Connolly: victorias pírricas
JORGE ALBERTO GUDIÑO HERNÁNDEZ
Cantata (fragmento)
CARLES DUARTE
João Guimarães Rosa: gran señor y gran señora
RICARDO BADA
Los cien años de João Guimarães Rosa
HAROLD ALVARADO TENORIO
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JUAN MANUEL GARCÍA entrevista con JUANA MOLINA
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Campo minado
Ayer vino a mi oficina un colega del programa de francés. Vino, entre otras cosas, para hablar de libros y de escritores. De vez en cuando nos reunimos a la hora del desayuno para hablar de libros y de escritores. Todo marcha bien. Él menciona los suyos, yo menciono los míos, y cada cual quedamos en santa paz. Pero ayer vino a mi oficina para hablar del oficio. Por una razón inexplicable no habló de libros y de escritores sino del oficio. Mejor dicho: pontificó sobre el oficio. Yo observaba que sus convicciones eran cada vez más firmes y que, en un descuido, podía persuadir a las mías, siempre tan endebles. Mi colega de francés argüía sobre el oficio como un capitán de barco lo hace sobre las mareas y los naufragios. Apenas yo levantaba el dedo, me lo aplastaba de súbito con un argumento inobjetable. La literatura es esto y lo otro, alegaba. Y el que escribe debe hacer esto y lo otro. Obviamente, de un instante a otro encontré desmoronada en el suelo toda la idea que yo tenía sobre el oficio. Me sentí dilapidado, abatido, aun cuando sabía perfectamente que mi interlocutor no había escrito en su vida ni siquiera una sola línea. |