Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 5 de octubre de 2008 Num: 709

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Dos poemas
ARNOLDO KRAUZ

Voces
YANNIS DALLAS

Velvet Revolver y Libertad
SAÚL TOLEDO RAMOS

John Connolly: victorias pírricas
JORGE ALBERTO GUDIÑO HERNÁNDEZ

Cantata (fragmento)
CARLES DUARTE

João Guimarães Rosa: gran señor y gran señora
RICARDO BADA

Los cien años de João Guimarães Rosa
HAROLD ALVARADO TENORIO

Bordar canciones
JUAN MANUEL GARCÍA entrevista con JUANA MOLINA

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
Núm. anteriores
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Portada y contra del CD Libertad de Velvet Revolver

Velvet Revolver y Libertad

Saúl Toledo Ramos

Para Carlos y para Jabad, con amistad

Último día de enero. En Austin el frío es intenso. Se admiran días soleados, pero la baja temperatura lo obliga a uno a recular y volver por algo con qué cubrirse.

Hace unos días, el Austin Chronicle (tabloide semanal de política y cultura) anunció una presentación de Velvet Revolver en el Stubbs, un bar situado en Red River street, en la capital texana.

Velvet Revolver tiene dos cd s: Contrabando (2004) y Libertad (2007), cuyos sencillos son “She builds quick machines” y “Last fight.” La banda tiene como atractivo a sus integrantes: Scott Weiland, ex vocalista de Stone Temple Pilots, y tres antiguos miembros de Guns and Roses –conjunto comandado por Axl Rose en los ochenta– de los que destaca Slash. Los periódicos locales le han dado tal relevancia al guitarrista, que más que a Velvet Revolver parece que a quien se quiere a ver es a Slash, quizá para por su medio recordar las glorias que los Roses cultivaron hace dos décadas.

Hay que conseguir los boletos antes de que se agoten. Carlos Osorio compra dos: quiere disfrutar el concierto con su amigo Jabad. Si hay una palabra para definir a Carlos, es esa: trabajador. Pero tiene que andar con precaución: hace seis años fue deportado a México y si fuera capturado nuevamente tendría que permanecer seis meses en la cárcel antes de que lo obligaran a cruzar la frontera hacia el sur. El ha pasado la mitad de su vida aquí y le aterra pensar que aquello pudiera pasar. En Austin tiene trabajo que le deja dinero suficiente para vivir y para ayudar a sus padres que viven en Toluca. Carlos es manager de un restaurante de comida tex-mex y los clientes lo aprecian porque ofrece buen servicio y los deja gastronómicamente satisfechos. De regresar a México no tendría nada que hacer. Así que en la medida de lo posible cuida sus acciones.

El Jueves 31 de enero, Jabad y Carlos se encuentran en el restaurante donde trabaja éste. Jabad es un iraní que, como él dice, tiene imagen de terrorista: alto y flaco, luce unos rulos largos y alborotados, y una barba tupida, oscura como sus ojos. Pero es agradable y su rostro está iluminado siempre por una sonrisa.

Carlos maneja un Corvette, Jabad una camioneta antigua. Pero por ser Jabad quien tiene papeles, deciden que sea él quien maneje. Yendo en su camioneta, si los parara la policía seria más fácil librarla, porque él tiene licencia de manejar y social security number. Carlos adolece de tales documentos. Así que abordan la troca del iraní para ir al lugar del show. Al llegar el frío es intensísimo. Carlos y Jabad llevan ropa delgada. A ambos les castañean los dientes de frío.

El espectáculo convocó a una fauna variopinta, pero imperan los metaleros de largas melenas y chamarras negras. A las 9:05 un presentador invita a disfrutar un fucking good show. Flasheo de luces y, al encenderse, el conjunto, ya está en el escenario. Comienzan con “She builds quick machines”, sencillo de Libertad. Se oye floja, pero a medida que transcurre, el sonido se acentúa y a la mitad todos la entonan.

Las letras originales de la banda se suceden una a una. La concurrencia comienza a moverse al ritmo que la música le marca; son una masa homogénea que se sacude y grita. Carlos y Jabad se integran al grupo, se vuelven parte de ese todo y, lo mas importante, dejan de ser legales o ilegales, su estatus migratorio ya no importa, son ciudadanos del mundo gozando la música.

En el escenario los músicos entregan todo; destacan el cantante, cuya imagen y movimientos recuerdan a Mick Jagger, y Slash, quien con sombrero, cigarro y el eterno greñero recuerda al Slash que tocaba con Guns and Roses en tiempos de “Welcome to the jungle” y “Sweet child of me.”

Luego de hora y media de música llega un descanso. Le gente aprovecha el break para correr al local donde venden la parafernalia y comprar playeras, discos, gorras y carteles.

La segunda parte del concierto comienza con una canción emblemática. Una luz cae sobre Slash; se escuchan los primeros acordes de “Patience”, una de las mejores de los Roses. Las gargantas de los presentes lanzan un alarido. Una dama afirma: “ I just have to close my eyes and think in Axl. He's singing that song in my ear.” Slash porta una guitarra doble, como las que usaba Jimmy Page en los días de Led Zeppelin. El músico se hace uno con el curvilíneo instrumento para concebir acordes que a todos deleitan.

El segundo clímax llega un poco después. Es otro cover : “Wish you were here”, la pieza compuesta por Roger Waters en honor de Syd Barret. Tras dos interpretaciones más, Velvet Revolver cierra magistralmente con “The last fight.” Luego de esta melodía, los músicos desaparecen y el escenario es tomado por un grupo de personas que en cosa de minutos desarman el equipo, lo introducen en enormes baúles y lo conducen a un trailer estacionado en la puerta trasera.

Algunos fanáticos se apilan cerca del escenario y piden que salga Slash a firmar autógrafos. El personal de seguridad los conmina a que se retiren y alguien dice que si lo quieren ver es mejor que lo esperen cuando salga por la parte de atrás. Algunos corren y esperan, pero Slash no aparece. Sólo se ven retirarse al bajista y al cantante en un autobús, quienes al mirar a los fans hacen señales de adiós. Se pierde la esperanza de ver a Slash; los que quedan empiezan a retirarse. La zona se llena de patrullas que vigilan el comportamiento de los que se alejan. Carlos vuelve a ser el mismo de antes: aunque ciudadano del mundo, recupera su condición de ilegal de la que se desembarazó por tres horas gracias a la magia de la música.

Caminan por la 6 street queriendo ser invisibles a los ojos de los policías. Ya en la camioneta reviven el concierto y coinciden en que fue grandioso. El cielo esta despejado y las estrellas brillan con furia. Sobre la autopista enfilan hacia el norte. Deben dormir. Mañana habrán de trabajar.