Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 24 de agosto de 2008 Num: 703

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Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La Francia se Bruni
JOSÉ GAXIOLA LÓPEZ

Nuevas aventuras de Pigmalión
AUGUSTO ISLA

La verdad de la novela
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ entrevista con ÁLVARO POMBO

Octavio Paz y el budismo de Wang Wei
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J.M. Coetzee: ¿a dónde nos lleva el progreso?
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GILBERTO OWEN REVISITADO

ANTONIO CAJERO


Invitación a Gilberto Owen,
Vicente Quirarte,
UNAM /El Equilibrista,
México, 2007.

Como han sostenido diversos críticos (verbigracia Segovia, García Terrés y Quirarte), quizá Gilberto Owen sea el poeta más autobiográfico de Contemporáneos, y es, también, de quien menos datos concretos de su biografía se conocen. Algunos colombianos lo consideraban colombiano; los mexicanos, un fantasma casi. Gilberto Owen llegó a Bogotá a finales de 1932. Ahí trabajaría como traductor de cables y columnista, acaso desde octubre de 1932, como se desprende de una nota personal, “Punto de gracia” (El Tiempo, 7/XI/1933).

Sobre el arribo de Owen a Bogotá, habría que agregar el testimonio del ministro de México en Colombia, Óscar e . Duplán, en un informe del 14 de octubre de 1933: “El señor Gilberto Owen, mexicano, se encuentra en esta capital desde fines del año pasado y trabaja actualmente en El Tiempo que es el principal diario de este país.” Así, resulta cuestionable la afirmación de Vicente Quirarte, en Invitación a Gilberto Owen: “[Owen] se traslada a Colombia a principios de 1932. El 25 de febrero aparece –en primera plana– su artículo en El Tiempo de Bogotá: ‘Poesía y revolución', acompañado de una caricatura suya.” No es sino hasta el 16 de enero de 1933 cuando se reconoce a Owen como colaborador del diario: “Con este artículo comienza la serie de artículos de nuestro colaborador Gilberto Owen para El Tiempo.”

Esta valiosa Invitación constituye, en palabras de su autor, un “esbozo de biografía intelectual [que] toma como eje el número siete: siete momentos miliares de su vida, siete encuentros amorosos, siete viajes mayores, a semejanza de Simbad –Sindbad en la ortografía oweniana–, el viajero que hizo de la aventura un eficaz antídoto contra el tedio, que los Contemporáneos encarnaron en su mitología literaria pero que Owen llevaría a la práctica vital”. A diferencia de los escuetos “ Apuntes para una biografía” (1982), de Inés Arredondo, Quirarte imprime un estilo particular: entrelaza testimonios personales, como los de Clementina Otero y Blanca Margarita Guerra Estrada, con un considerable bagaje crítico e interpretativo; además aporta diversos materiales inéditos (cartas de y sobre Owen, artículos no compilados en Poesía y prosa [1953] ni en Obras [1979], informes consulares, poemas, fotografías que rescata de otras fuentes, ya propias, ya ajenas) correspondientes a siete momentos decisivos en la vida de Owen. En este sentido, la invitación deviene provocación: aunque Quirarte ofreció adelantos de este libro en el centenario del rosarino (“Gilberto Owen. Papeles dispersos”, Letras Libres , núm. 62, II /2004,) y en fechas recientes en la revista electrónica Luvina (“En tierra muy comida por la niebla: Gilberto Owen en Colombia”), no hace mención de sus preinvitaciones a Gilberto Owen. Felizmente logró amarrar sus adelantos: la primera, en el capítulo 2, Juventud y revolución (1917-1923); la segunda, en el 5, Segunda navegación: nuestra América (1931-1942).

También hay provocación por las conjeturas con que adorna el escenario, por ejemplo cuando habla del discurso de Owen ante Álvaro Obregón. O bien cuando se refiere a la partida de Owen hacia Nueva York, donde expresa que “es posible reconstruir la escena” con los testimonios de Clementina Otero, Rubén Salazar Mallén y Antonio Espinosa de los Monteros; pero resulta más sugerente otro fragmento, por el grado de imaginación derramada en las páginas 114-115. Podría decirse que Quirarte sacrifica la verdad a costa de la verosimilitud.

Cabe, sí, un reclamo por la soltura con que se hace referencia a datos fundamentales: es curioso que para aludir al tiempo que Owen vivió entre su salida a Nueva York, a mediados de 1928, y su regreso a México, en abril de 1942, Quirarte emplee tres datos distintos: “en los doce años que ha permanecido fuera de su país”; “Owen vuelve a México luego de una ausencia de catorce años” y, finalmente, “el Gilberto Owen que regresa a México en 1941, trece años después, es un fantasma que ya casi nadie reconoce”.

Otras afirmaciones que merecen puntualizarse: según Quirarte, “ese 1943, Owen escribe un nuevo poema de amor, acaso el más intenso de su obra, bajo el título Libro de Ruth, y que habrá de aparecer en 1944” ; no obstante, hay una nueva prueba contradictoria: “En 1946 aparece en Editorial Firmamento el testimonio de su amor mexicano: Libro de Ruth …”

Al dar la noticia del cuaderno Amistad, publicado por Owen en Colombia en 1941, Quirarte sostiene que “se trata de una plaquette de 48 páginas”; además, “no hay diferencia entre los versos de esta edición y los que fueron incorporados en 1948 a la primera de Perseo vencido como parte final de ‘Sindbad el varado'…” El cuaderno Amistad constaba de veinticuatro páginas y no de cuarenta y ocho; además, en la editio princeps de Perseo vencido sí hay variantes: en esta versión de “Discurso del paralítico” se suprimen cuatro versos, así como dos de “Laberinto del ciego”.

Agregaré sólo otro ejemplo: “En mayo, Owen fecha el último de sus poemas conocidos en un café de la calle Jiménez de Quesada. Está dedicado a Carlos Pellicer, que en 1946 viaja a Colombia para llevar los restos de Porfirio Barba Jacob. Ya no coincide con Owen, quien marcha a Estados Unidos con su familia.” En Letras de México se desmiente la aseveración sobre el desencuentro: “Carlos Pellicer y Gilberto Owen han participado, en Colombia, en los actos celebrados con motivo de la inhumación de los restos del poeta Porfirio Barba Jacob, que fueron llevados de aquí” (núm. 120, 1/ II /1946).

Para concluir, me gustaría decir que habría sido enriquecedor un apartado de fuentes o bibliografía, pues, por ejemplo, no hay referencia sobre la carta de Owen a Carrión, o sobre los artículos que el mismo Quirarte publicó como adelantos de este, desde ya, libro fundamental para la bibliografía oweniana.