Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Santiago Hernández: de Niño Héroe a caricaturista genial
AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ
Poniatowska: el compromiso de consignar
ROSARIO ALONSO MARTÍN
Tres poetas de Guatemala
Una deuda cultural pendiente
FABIÁN MUÑOZ entrevista con
LUIS LEANTE
Leer
Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS
Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA
Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA
Cinexcusas
LUIS TOVAR
Corporal
MANUEL STEPHENS
El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ
Cabezalcubo
JORGE MOCH
Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO
Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|
Mira cómo te miran
Hace dos años fui asesor de doctorado de una estudiante alemana que había vivido en México y estaba interesada en estudiar la poesía de José Emilio Pacheco. Al principio, nuestra relación fue simple y llanamente la relación de un asesor con su estudiante, pero pasado un tiempo las conversaciones fueron un poco más allá de lo puramente académico. Fue entonces que un día, mientras hablábamos de la presencia de Pacheco en las nuevas generaciones, ella desvió la conversación y me dijo que había tenido un novio mexicano. Un muchacho de mucho dinero que, aparte de imbécil, no tenía sentimientos. Era lo que se dice un junior, dijo lapidaria. Aunque sabía la respuesta, me hice el bobo y pregunté: ¿y qué pasó? Nada. Una vez que aprendí bien español, le dije adiós y volví a Alemania para realizar mi maestría en literatura mexicana. No tengo que decir que para el junior la experiencia con mi estudiante fue un platillo suculento para su ego y, además, un motivo inobjetable para poder decir (como ya lo están escuchando todos ustedes): “tuve una vieja ale-ma-na, caon. Po-ca madre, güey”. Sin embargo, para mi estudiante alemana el noviazgo con el junior mexicano (y el junior mismo) no fue otra cosa que un escalón más dentro de su promisorio futuro profesional. |