Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 10 de agosto de 2008 Num: 701

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Santiago Hernández: de Niño Héroe a caricaturista genial
AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ

Poniatowska: el compromiso de consignar
ROSARIO ALONSO MARTÍN

Tres poetas de Guatemala

Una deuda cultural pendiente
FABIÁN MUÑOZ entrevista con
LUIS LEANTE

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
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Marco Antonio Campos

Darío Villegas: el dibujo como historia clínica

Nacido en Bello, departamento de Antioquia, en 1961, Darío Villegas es uno de los dibujantes colombianos de verdadero talento. Siendo un adolescente, se iba de pinta en el bachillerato para asistir al Taller de Artes, en el barrio Prado, en Medellín, que coordinaba Samuel Vázquez, para ver cómo trabajaban.

Llego a su departamento del barrio de la Macarena en Bogotá con los poetas Santiago Mutis Durán, Juan Manuel Roca y Lucía Estrada y con el abogado Rafael Espinosa, amigo de escritores y hombre muy leído. Mutis y Roca han escrito sobre Darío Villegas. Mientras Darío despliega sus dibujos sobre la mesa no dejo de pasar de asombro en asombro. Recuerdo lo que Santiago Mutis decía de él, que dibujaba “como quien habla consigo mismo, o como escribiendo una carta, todo el tiempo”.

Fundamentalmente dibujante y maestro del collage, Darío también ha diseñado e ilustrado libros, y en 2005 publicó un breve libro de poemas (Círculo hechizado). Darío tiene un gran parentesco con dos artistas mexicanos: uno, más evidente con José Luis Cuevas, y otro, y más secreto con Enrique Guzmán. Del primero, como observa Roca, ha hecho de su obra una historia clínica, o si se quiere aun, una teratología; con el segundo, hay un mundo igualmente desolado, donde encontramos, en buen número de obras, una multiplicidad de motivos y la prodigiosa imaginación en lo mínimo. Cuando colorea Villegas, al igual que José Luis Cuevas, parece hacerlo en sfumo. A diferencia de Guzmán, que crea las imágenes en la misma tela, Villegas, con frecuencia hace el collage: dibuja, recorta, pega, pero los dibujos son siempre de él. Su trabajo de miniatura no está exento en momentos de la influencia de las japonaiseries y del lenguaje de las inscripciones del antiguo Egipto.

Si uno ve en los ojos de hombres y mujeres en los dibujos de Villegas no parecen ver fija y directamente; son miradas que se van. Los personajes parecen apenas estar en el mundo, disminuidos y opacos, casi fantasmales, con sus tristezas, sus miedos, su desamparo, su fragilidad, o como señala Roca, con el tedio y el horror al vacío. “Hay más vacío que sueños”, dice en un poema Villegas, lo cual podría decirse asimismo de su trabajo artístico. Mucho dice de sus personajes el título de una de sus piezas: “Subimos a la medianoche como agujas ciegas” o ese equilibrista que camina sobre la cuerda y tiene tras de él la noche estrellada y abajo el vacío.

Una gran presencia dominante en sus dibujos es la mujer: ya como un rostro melancólico que se nos escapa en su belleza pálida y dulcemente lejana, ya fuera de la normalidad mental, ya –menos- como un cuerpo desnudo de una inmediata sensualidad. Alicia no vive en el país de las maravillas, lo sabe Villegas, sino en el país de las sombras

En los trabajos de Villegas hay, por un lado, algo que parte (pájaros, barcos, aviones) y por otro, algo que se rompe o está dejando de serlo o ha dejado de ser: estatuas abatidas, cabezas cortadas, escaleras sostenidas en el vacío, puertas que no se encuentran, bibliotecas de nadie, sillas solitarias con un maletín al lado en un paisaje de nada, caballos quietos, automóviles y autobuses sin neumáticos estacionados para siempre. Algo lleva a Villegas a entrar a un laberinto y la vida no quiere ponerse de pie.

Los dibujos –en serie o aislados- pueden nacer también en base a referencias artísticas o culturales. Es elocuente la elección de una serie de piezas que llevan de título parte del primer verso de un dístico de Borges: “Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca/ Aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach”. Pero hay otros que nacen de algunos cuentos del propio Borges (“Las ruinas circulares”, “La lotería de Babilonia”, “El libro de arena”), o del mural florentino del Masaccio sobre la expulsión de Adán y Eva del jardín del edén, o del autorretrato de Rembrandt que adapta para sí, o fugitiva y tristemente, desapareciendo como un fantasma que camina desde las calles de Lisboa, la atenuada figura de Fernando Pessoa.

Al dejar de ver, con el pecho oprimido, los desolados dibujos y collages de Darío Villegas me vienen a la memoria unos versos suyos escritos a un amigo muerto: “un tren anuncia su partida/ hacia una estación fuera de ruta”.