Dos poemas
John Mateer*
El otoño está en todas partes
Incluso en una explosión
si se tiene la velocidad de persiana adecuada, las esquirlas de piedra
–proyectiles– se convertirán en hojas que revoloteen y decoren un viento helado.
El otoño está en todas partes. El otoño es tu piel desescamándose,
esas esquirlas que se convierten en peñascos ofrecidos al ojo
de un microscopio de electrones, que se convierten en alimento para polvo-mitas,
que se convierten en la adivinanza del Instante:
¿Cómo es que los momentos, las cosas, tienen existencia independiente?
Sí, si me hallan entre los restos desperdigados de una explosión,
las esquirlas de mis colmillos y muelas probarán mi existencia.
Dondequiera que miro las avenidas de árboles explotan a cámara lenta.
Contemplando una migraña
Hay palabras para esto, pero la cosa: un centelleo distante
bajo la corteza de mi piel, profundamente dentro de su variable vagabundeo.
El dolor: la vida más pura. Podría ponerme a rezar
Al otro lado de la ventana, como compensación, la lluvia me da el jardín mansamente,
sus rocas musgosas, su verde benevolencia, el jardín que gotea
hacia el bosque de cedros que se eleva sugiriendo lo contrario de lo que sea
este dolor.
Un tipo de montaña, diría yo.
Pero quizás sea yo la montaña,
y el dolor, escondido en una nube, es un altar que se presagia sin haber sido visitado.
Versiones de Luis Martín Estudillo
* John Mateer es sudafricano y vive en Australia. Ha publicado cinco libros de poemas y un relato de sus viajes a Indonesia. Ha ganado varios premios, entre ellos la Centenary Medal por su contribución a la literatura y la sociedad australianas. Sus poemas se han traducido al español, francés, japonés e indonesio. En 2005 visitó México por primera vez. Los dos poemas que presentamos están tomados de La antigua capital de las imágenes.
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