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LOS BAILARINES SON PINGÜINOS
Dentro de la temporada invernal cinematográfica se estrenó Happy Feet dirigida por George Miller. También titulada en español como Rompiendo el hielo, esta es una cinta animada que sorprende a cada paso por el nivel tecnológico que ha alcanzado la industria de este tipo de películas pero, sin duda, también por lo bien que está contada la historia de Mumble, su héroe. Mumble es un pingüino emperador que no sabe cantar, grave problema en una sociedad que se rige por el canto para mantenerse viva y que requiere de la voz para encontrar pareja. Cada pingüino tiene que crear su "canción del corazón" para subsistir e integrarse al grupo, pero Mumble se expresa a través de la danza, lo que le traerá repetidamente el rechazo de los demás. Con una estructura que recurre (¿y cómo podría ser de otra manera?) a motivos míticos, los creadores de Happy Feet logran una fábula sobre la aceptación de la diferencia, la generosidad y el sentido de pertenencia que transita del universo de los propios pingüinos, a la Antártida y, finalmente, conecta a Mumble y su pueblo con el género humano en aras de una convivencia justa a nivel global. La película ya ha sido multipremiada y es sin duda una obra que ayudará a derrumbar de una vez por todas los prejuicios que se revuelven alrededor de la danza y la masculinidad.
La misma posición que adopta Memphis, el padre de Mumble, al ver que su hijo baila, es la misma de muchos hombres que siguen pensando que la expresión a través del cuerpo o, inclusive, un cuerpo relajado que pueda ser dúctil, no corresponde a su sexo: "no es propio de pingüinos". Y nos encontramos con la frasecilla por completo anacrónica de que "los bailarines son putos". Esta aseveración absurda y falsa seguramente ha sido la que ha derrumbado carreras sin empezar o ha roto lazos familiares. Dentro de los personajes cinematográficos que se enfrentan a la cerrazón impuesta por este tipo de discursos surgidos de la imposición de una sexualidad hegemónica y represora están, por supuesto, Billy Elliot, en la película del mismo nombre que dirigió Stephen Daldry, en 2000, y el profesor Howard Brackett que interpreta Kevin Kline en In&Out (1997), de Frank Oz. Esta última cuenta la historia de qué tan accidentadamente logra salir su protagonista del clóset, pero destaca una escena en que Howard escucha una cinta de autoayuda –para reforzar su pretendida heterosexualidad– en la que la medida de la "hombría" estará dada justamente por la resistencia a bailar. En el caso de Billy Elliot, la sexualidad de Billy no se revela y en realidad no importa. Tenemos los estereotipos de machos que son su padre y su hermano, y la amistad con Michael, a quien le gusta travestirse y que al final es abiertamente homosexual. Pero si Billy es gay o no a nadie le importa. A nadie debería de importarle.
Como bien ha dicho el maestro Alberto Dallal: "México es un país de danzantes", el pueblo mexicano baila, pero hay condicionamientos que se siguen detonando y que es necesario poner a la luz, sobre todo en lo que respecta a la danza de concierto en general –ya sea clásica, contemporánea o jazz– y a los bailarines. A los prejuicios relacionados con las preferencias sexuales se suma una larga lista respecto al ejercicio del cuerpo en sí. Habría que propiciar una verdadera cultura del cuerpo que se aleje de los cánones que los medios y sobre todo la publicidad insisten en propagar. Una cultura que no encasille y que permita a todos aceptar su propio cuerpo y sus propias necesidades.
Mumble, el pingüino bailarín, encuentra su propia canción, su identidad, en el movimiento y el ritmo de su cuerpo, y su aventura resulta en el bienestar de la comunidad. La danza es una vía de autoconocimiento que todos nos merecemos y nadie debería perderse la experiencia.
Nuestro país ha dado grandes bailarines. Actualmente cabe resaltar el caso de Isaac Hernández,quien ha sido entrenado por su padre, ha ganado numerosas competiciones, a sus dieciséis años tiene ofrecimientos de las compañías de danza clásica más importantes a nivel mundial y a quien se le otorgó un premio especial como la máxima promesa mundial de la danza. En la danza contemporánea, que no cuenta con la infraestructura monumental del clásico, hay muchos ejemplos de quienes han borrado fronteras para ejercer un arte poco apreciado en México. Destaquemos por lo pronto a dos, Erick Montes,quien ya lleva algunos años en Nueva York,y Rafael Rosales,en Francia. Es hora de aceptar que los hombres bailan.
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