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Javier Sicilia
EL TOTALITARISMO Y LA COMPUTADORA
Quizá haya sido Ivan Illich el primero que, al historizar el nacimiento del libro en el siglo XII, puso en guardia sobre los efectos que la computadora, ese nuevo paradigma técnico, está generando en el campo de la percepción.
Al igual que los pequeños cambios que en el siglo XII se realizaron sobre las páginas del códice, crearon –siglos antes de que Gutemberg lo dotara de alas– el libro y, al desalojar la percepción que nació de la lectura oral, generaron el espejo frente al cual una compleja evolución de modos de vida y de imaginería alfabética tomó forma, el desarrollo económico y tecnológico, que se gestó en la segundo cuarto del siglo XX, ha ido substituyendo la percepción alfabética por un nuevo espacio mental cuya imagen es la máquina de Turing y la llamada comunicación.
Esto que en Illich es un profundo tratado sobre la construcción de un nuevo totalitarismo: el de la técnica y su fuerza uniformizadora, fue visto con la luminosa intuición del artista por Georges Orwel en su novela 1984.
Escrita en 1949, cerca de cuarenta años antes de que Illich formulara su tesis, y en una época en la que el lenguaje cibernético y su máquina se encontraban todavía confinados en el laboratorio, Orwel no sólo captó lo que Illich demuestra en sus reflexiones; logró también, mediante una parábola, retratar una mentalidad cuyos elementos no se habían nombrado todavía: los efectos que tendría sobre el ser humano la "comunicación". La "novlengua" de la novela de Orwel, es un equivalente de ese término que comenzaba a emerger en el mundo de aquellos años, una reducción del lenguaje a mensajes informativos que deben aceptarse sin más. Esto aparece en el momento en que OBrian, policía del Pensamiento, tortura a Winston Smith, miembro del Ministerio de la Verdad, para reducirlo al lenguaje del Estado. OBrian somete a Smith a las más extremas distorsiones del espíritu alfabético: quiere hacerlo acceder a un espacio mental ajeno a cualquier crítica y a cualquier pensamiento. "El poder –dice OBrain– es desgarrar al espíritu humano, al que luego reunimos bajo nuevas formas que hemos escogido." La tortura fuerza a Smith a aceptar ese mundo en el que la lengua ya no dice y se reduce a un intercambio de referencias desprovistas de sentido que ignoran el porqué, el para qué y el yo. Cuando OBrian levanta cuatro dedos y dice "tres", Smith, vencido por la tortura, sabe que ya no se relaciona con un interlocutor, sino con un mensaje que debe aceptar. "A falta de un término inglés –señala Illich– que designe el intercambio de unidades de información entre máquinas [que emiten mensajes que exigen ser aceptados, y cuyo nombre ahora conocemos: "comunicación"], Orwel llama a esta relación solipsismo colectivo."
Lo que en la metáfora de Orwel es el Estado, en la realidad tecnológica que ha invadido el mercado del siglo xxi, es la computadora y los educadores que, al igual que OBrian, "programan a la gente –dice Illich– para que ya no haya entre ellos la distancia entre el yo mismo [el hombre que lee] con el yo [el autor] que se extiende en el espacio del texto", sino, valga la analogía, un Estado cibernético donde los hombres se relacionan entre sí mediante un sistema, en el que cada uno de ellos se ha convertido en la "entrada" de un megatexto que lanza mensajes. Los hombres de hoy, a diferencia de Smith, sometido a tortura, pasamos, sin ruido, sin resistencia y por efecto de una formación intensiva de la publicidad, de las escuelas y del desarrollo tecnológico, de la mentalidad del alfabetismo a la mentalidad de la informatización; una mentalidad a la que cada vez le importa menos el sentido y el diálogo, y cada vez más el mensaje que cada uno, encerrado en el solipsismo de una máquina, envía, en un lenguaje reducido y ajeno a la sintaxis, a otro cuya carne ya no percibe y al que ya no nos interesa entender, sino aceptar acríticamente.
El mundo del alfabeto, en el que nacimos y vivimos, está amenazado por un mundo que, como afirma Illich, quiere "desintegrar las palabras del libro en un simple código de comunicación" tan católico como totalitario.
Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-cm del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos de Atenco y de la appo, y hacer que Ulises Ruiz salga de Oaxaca.
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