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DIME CON QUIÉN CANTAS Y TE DIRÉ PAU, PAU, LA, LA, LA
"Préstame tu peine y péiname el alma." Esa fue una de las primeras frases que, según recuerdo, causaron una resonancia extraña en mis oídos. Sin mucha conciencia sobre concordancias semánticas, no le di importancia a este verso de Caifanes en voz de Saúl Hernández sino hasta años después, cuando una suerte de postura crítica fue creciendo en mis orejas. ¿Cómo que préstame tu peine para luego peinarme? Si ya me lo dio, ¿cómo va a desenredar mi alma? ¿Me lo va a quitar? A muchos lectores estas líneas podrán parecerles una tontería o una falta de disposición literaria, pero el asunto es que, siguiendo su lógica, ni poéticamente se resuelve la incongruencia de ese tema emblemático de los ochentas mexicanos de nombre "Viento".
La idea de este texto no es buscarle errores a la pluma de Hernández y compañía, respetada por otras razones; más bien es la de echar luz sobre algunos de los mayores éxitos ("hits" en la jerigonza anglosajona que tanto aman los responsables aztecas de "charts", "singles" y "tops"); de piezas resultantes de una tradición en la que los melómanos hispanohablantes escuchaban y escuchan música en inglés sin entender lo que en ellas se balbucea para luego, sea por adscripción geográfica o global, perdonar las más increíbles barbaridades en su propia lengua.
Entonces, en espera de dibujar alguna sonrisa en quienes sostienen este papel dominical, los invito a probar lo que cantan los adolescentes y jóvenes mexicanos de hoy. Y aclaro: la justificación frente a las pruebas no puede ser, una vez más, la de que se trata de "simple entretenimiento". La historia de la música pop tiene miles de ejemplos de buen entretenimiento en el que no se jodió ni a la lengua ni a la inteligencia, por decirlo claramente.
La primera en ser llamada a nuestros párrafos es la Chica Dorada, Paulina Rubio, quien de buenas a primera ruge con desafinado acento ibérico: "Algo tienesh que me exshita y grito pau, pau, pau, pau, la, la, la, la
Tu mirada me hipnotisha y siento pau, pau, pau, pau, la, la, la, la, la". Una maravilla del dadaísmo que atinadamente cumple con la jitanjáfora de don Alfonso Reyes.
Otros cuya popularidad basta para llenar el Auditorio Nacional son los regiomontanos de Panda, conjunto de nuevo punk ligero (casi demandado por su plagio a bandas extranjeras) que un día decidió reflexionar sobre Narciso, no importando subordinación oracional alguna: "Suponiendo que en la gente la belleza es natural, pues belleza es la palabra que aún no logro concretar
Disfraz, disfraz, narcisista artificial
Disfraz, disfraz, todo es mental".
Ahora que, dando un paso más, también hay quienes mezclan el español con el inglés en plan cosmopolita. Ahí está Belinda con su entrecortado: "Somos diferentes. Necesito un break, ooohh baby
No me lo puedes dar. Hablar de ti me pone mal. Nunca fui Freud ni tampoco tu mamá" (sic, palabra). O qué tal Moderatto: "Qué difícil es olvidar. No hay manera de regresar a ti baby". O la cumbre del spanglish, Don Omar, figura del reggaetón que increpa: "Ella se cambió hasta el nombre. No me deja ni un mensaje. Baby hit me back, responde
Yo no sé de ella ni por MySpace".
Finalmente, cerramos con broche de oro citando a ese vate guatemalteco que no deja de ofender a la palabra metáfora ni al buen gusto (ni a la memoria de Augusto Monterroso y Luis Cardoza y Aragón). Nos referimos al pretencioso Ricardo Arjona. Aquí un fragmento de su tema "De vez en mes", dedicado a la menstruación -juzgado sea por las mujeres (Por lo pronto conozco a algunas que ya piensan en demandarlo)-:
De vez en mes te haces artista
dejando un cuadro impresionista
debajo del edredón.
De vez en mes con tu acuarela
pintas jirones de ciruela
que van a dar hasta el colchón.
¿Por qué perder el tiempo citando a semejantes intérpretes? Ustedes disculparán. Además de un humor torcido y esperpéntico, lo hacemos por aquello que dijera Jorge Luis Borges en sus conferencias de Harvard (1967): "Las distinciones verbales deberían ser tenidas en cuenta, puesto que representan distinciones mentales, intelectuales." Por ello las letras de las canciones sean pop o no deberían recuperar su altura, su peso equilibrante frente al ritmo, la armonía y la melodía. No podemos olvidar que la transferencia generacional de un cancionero se sostiene gracias a su mensaje, y que dicho mensaje es aceite para los más importantes engranajes de la sociedad.
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