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Teatro en Bogotá
Jhon Alexander Rodríguez
Con el peso de dos décadas consagradas a exaltar las artes escénicas de todo el mundo, culminó hace algunos días el XI Festival Iberoamericano de teatro de Bogotá, el festejo más importante en este género de toda América y uno de los más prestigiosos en el mundo debido a la riqueza de su propuesta bianual, la diversidad de compañías invitadas, los públicos tan diferentes que alberga y el impacto que causa en Colombia.
Un país que cambia, se transforma y respira con lo mejor de la programación teatral durante los quince días que se extiende el encuentro con artistas de los cinco continentes, quienes convierten en escenario antiguos edificios de la capital, plazas, patios, estadios, centros feriales y cuanto espacio público exista.
Este año, 580 obras en recintos cerrados y cerca de 180 alrededor de calles, junto a danza, circo, performance, pantomima, conciertos, talleres especializados y conferencias en la materia, de todo el planeta, estremecieron a más de 3 millones de espectadores directos, en su mayoría colombianos, y a más de 10 millones de habitantes de ciudades como Bogotá, Quibdó, Montería, Popayán, entre otras urbes.
EL COMIENZO, UNA FIESTA
El 8 de marzo un desfile inaugural compuesto por más de veinte comparsas de distintas regiones de Colombia, dio inició a la gran fiesta del teatro, con un despliegue de colores y folclor que comenzó en la Plaza de toros La Santamaría y terminó en la plaza pública Simón Bolívar.
Reino Unido debutó como el invitado de honor de esta versión, a través de compañías como La Royal Shakespeare Company, que inauguró el evento con el Kneehigh Theatre, un trabajo ampliamente aplaudido por su puesta en escena. Además llevó propuestas como la de la compañía Forced Entertainment, la compañía Blind Summit Theatre, la compañía de Akram Khan que, en coproducción con el Ballet Nacional de China, presentó el espectáculo de danza Bahok.
México estuvo presente en el Festival con el Teatro de Ciertos Habitantes y su obra De monstruos y prodigios: la historia de los castrati, dirigida por Claudio Valdés Kuri. Por otro lado, fue claro que el suceso fue protagonizado por Lila Downs, quien la noche del 12 de marzo interpretó canciones como “Entre copa y copa”, “La cantina”, “La cumbia del mole”, “ La Tequilera ”, “La noche de mi mal” y “Agua de rosas”, dejando claro sus raíces oaxaqueñas. Al final de su presentación en La Ciudad Teatro del recinto ferial Corferias, el público la despidió de pie y con una ola de aplausos que parecía que jamás se iba a desvanecer.
Aunque la fiesta se amplió con conciertos multitudinarios, como el de la compañía Tito Losada de España, que llevó la misa flamenca Los gitanos le cantan a Dios, uno de los eventos más esperados, y el colombiano Carlos Vives, que fascinó por su interpretación del vallenato fusionado con cumbia local y rock.
EL FESTIVAL, UNA HISTORIA
Como un “acto de fe en Colombia” nació en 1988 la idea de realizar el Festival Iberoamericano de Teatro, denominación dada por Fanny Mickey y Ramiro Osorio, sus creadores, quienes buscaban de forma inicial rendir un homenaje a Bogotá por sus 450 años de fundación, y visualizaban el encuentro como un escenario para la integración multiétnica, cultural y social.
El evento, que pronto desbordó sus fronteras a los cinco continentes y obtuvo más de un millón de espectadores, congregó en aquella primera ocasión a cincuenta y nueve compañías de veintiún países y, del mismo modo, logró establecer una cita con Colombia para discutir, compartir y pensar el teatro mundial. Los artistas locales vieron en este espacio la opción para repensarse, reafirmarse y salir de la entropía de su entorno.
“La década de los ochenta fue una época de transición y de cambio; a finales de esta década surgió el teatro iberoamericano que contribuyó a renovar la visión que se tenía del teatro y a abrir nuevas fronteras a los colombianos. Se vieron obras que ya en Europa eran consagradas, pero que aquí llegaban por primera vez”, cuenta Rolf Abderhalden, cofundador de Mapa Teatro, laboratorio de artistas.
Sin duda, el ambiente político y social en Colombia era propicio para la generación de este tipo de propuestas; así, a la par de la intensificación de la violencia causada por los carteles de la droga, por ejemplo, comenzaron a surgir artistas como María Teresa Hincapié, quien fundó, por ejemplo, Acto Latino, una compañía pionera en el perfomance , y se proyectó aún más el trabajo de los grandes maestros del teatro colombiano, como Enrique Buenaventura, la figura más representativa de la dramaturgia, y Santiago García.
Más tarde, en 1990, el Festival amplió su convocatoria y animó aún más a los creadores locales. Este año participaron veintisiete países con noventa y tres compañías de todo el mundo; “los lenguajes del teatro del mundo” fue el lema del encuentro. En 1992, l os quinientos años del descubrimiento de América fue el pretexto para generar El encuentro de dos mundos, título del evento, y logró hacer pensar en la idea de la tolerancia y la empatía entre dos realidades muy distintas. Será recordada la participación de la Ópera de Pekín, el teatro Mladinsko de Eslovenia y Manu Chao.
En el futuro serán nombrados especialmente los años 1994, por la selección que hizo la unesco del evento como sede del Premio unesco para la promoción de las artes; 1998 por la celebración de su primera década; 2000, que fue denominado como el estreno del siglo; 2002 cuando el récord de asistencia ascendió a ochenta y tres compañías de treinta países y, finalmente, 2004 y 2006, con Un mundo para ver y El mundo en escena, cuando el encuentro consolidó aún más su prestigio en el mundo como la cita más cuantiosa y asidua en términos de público y presupuestos.
DOS DÉCADAS EN 2008
Con veinte años bajo la manga, el Festival se consolidó este año como el encuentro de Bogotá, ciudad del teatro del mundo. Más de cuarenta y tres países y por lo menos 180 creadores colombianos acudieron a la cita con el público nacional y extranjero.
Una a una fueron llegando las compañías de cada país, entre ellas este año se debe resaltar el Teatro Mladinsko, de Eslovenia, con La caída de los dioses; Le Théâtre des Bouffes du Nord con Sizwe Banzi ha muerto, de Francia; el Ballet Flamenco, de Andalucía, con Viaje al sur; el Ballet del Teatro Nacional de Belgrado, con La reina Margot , *Mapa Teatro –Coproducción Colombia/Suiza– con Ansío los Alpes; así nacen los lagos; el Teatro Matacandelas, de Medellín, con Fernando González-Velada metafísica, entre muchas otras.
Los artistas locales y extranjeros pudieron, como cada año, formar parte de “los eventos especiales” que reúnen a los creadores con los maestros invitados en torno a talleres, seminarios y cursos sobre el arte de las tablas.
“Los eventos especiales representan tal vez el momento menos espectacular del festival, son abiertos y con entrada gratuita al público, pero son los más interesantes. Los artistas internacionales se reúnen en torno a foros. Ha habido foros muy profundos con artistas como Rimas Tuminas, Nekrosius y Bob Wilson”, narra Rolf Abderhalden, de Mapa Teatro.
Pese a todo, este movimiento incesante que se manifiesta durante dos semanas, la ciudad luego retoma su rostro habitual como urbe de cultura, y el teatro se mantiene muy tenuemente en la agenda urbana. El fenómeno de “inflación”, como lo llaman algunos artistas, que promueve el festival, da paso a un crecimiento de los artistas locales, y a un interés del público que debería perdurar en la asistencia a las salas y el apoyo estatal y privado a la creación. Por otro lado, el festival debe continuar cada año tratando de proyectar aún más el trabajo nacional y generando espacios para su avance.
FANNY MICKEY, EL GENIO DETRÁS DEL EVENTO
Actriz, gestora, directora, son algunas de las facciones que develan quién es Fanny Mickey; una mujer que ha dedicado sus últimos años a un proyecto que promueve la imagen de Colombia. Ella, natural de Argentina, llegó al país de los dos mares en 1959, donde desde entonces ha ocupado toda clase de cargos, desde la administración del Teatro Escuela de Cali, hasta la fundación, en 1978, del Teatro Nacional.
Condecorada con los más altos títulos en Colombia y el mundo, como el de las Artes y Letras en el grado de Caballero del Gobierno Francés, Fanny Mickey ha logrado sacar adelante “un acto de fe”, como ella lo llama; al “invento” que hoy por hoy permite pensar en otra cosa cuando se habla de Colombia.
Con su charla siempre directa y concisa, ella dedicó unas líneas para responder sobre su trabajo.
– ¿Cuál fue el contexto político y social entorno al cual se originó el FITB?
–Siempre ha sido un contexto social, nunca político. Colombia tenía muchas fiestas populares que reunían a grandes públicos como el Carnaval de Barranquilla, La Feria de las Flores, La Feria de Cali, todas populares y de fiesta, ninguna cultural, por eso decidí crearla.
– ¿Cuál es el objetivo inicial que incitó a realizar este evento?
–El objetivo es traer lo mejor del teatro del mundo para Colombia y dar lo mejor del teatro de Colombia para el mundo, como lo decíamos en el primer Festival: “Es un acto de fe en Colombia.”
– ¿Cuál es el aporte más importante que brinda el Festival a la ciudad y al mismo país?
–Aporta pertenencia, orgullo, y es la mejor imagen de Colombia ante el mundo.
– ¿Cuál ha sido el aporte del Festival en la formación de públicos capaces de interpretar obras de interés mundial?
–Mucho. Por eso se ofrece una programación totalmente diferente. Se le ha dado una importancia especial al teatro y a las artes de calle que no es para los intelectuales; lo entiende todo el mundo y, además, logra que el público se identifique. Por otra parte, también ofrecemos teatro trasgresor, así que tenemos para todos los gustos.
–¿Cuál ha sido en estos años la respuesta del público colombiano ante el Festival y en específico ante su realidad política?
–El Festival cada vez aumenta el número de espectadores. En la última versión tuvimos 3 millones, y esperamos aumentarlos en esta oportunidad a 3 millones y medio.
– ¿Cuál ha sido la incidencia del Festival en América Latina y en específico en México?
–No puedo ser tan específica acerca de la incidencia en México. México ha participado en muchos Festivales y estamos felices de este año tener la obra De monstruos y prodigios, de la compañía Teatro de Ciertos Habitantes. Adicionalmente, el Festival tiene la Ventana Internacional de las Artes Escénicas (VIA), que es un centro de negocios que da a conocer el trabajo de Colombia y América Latina.
– ¿Cuál es el espacio del Festival que permite mayor crecimiento para los creadores locales y foráneos?
–No solo el hecho de ver espectáculos de todo el mundo, que nunca se podrían ver tantas y tan buenas obras en un período tan corto de tiempo y, además, como lo dije anteriormente, tenemos la escuela del Festival (VIA), donde los mejores de las artes escénicas comparten sus conocimientos con los creadores.
– En términos de infraestructura, ¿cuánto cuesta realizar el Festival? ¿Existe para ellos un apoyo oficial?
–El veinticinco por ciento son aportes del Ministerio de Cultura, y del Distrito Capital (Alcaldía de Bogotá). Cincuenta por ciento por venta de boletería, que es un hecho histórico, porque se ofrecen entradas desde 5 dólares. Finalmente, un veinticinco por ciento de la empresa privada.
– ¿Cuánto tiempo lleva la organización de este encuentro?
–Un año y medio buscando grupos. Seis meses antes de iniciar, ocho personas se dedican de lleno a la organización, y durante el Festival trabajan cerca de mil 200 personas, porque son cinco continentes, cuarenta y tres países, ochenta y un compañías internacionales, 188 grupos colombianos y veintidós salas.
– ¿Cómo se realiza la selección de las obras presentadas y cuáles llegan a ser los criterios cada año?
–La subdirectora del Festival, junto con unos coordinadores en Europa, se encargan de ver todas las obras, y cada año los criterios cambian. Este año, por ejemplo, es la “importancia del actor en el teatro”.
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