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Epifanía
El episodio de la adoración de los magos, personajes que llegan a Belén para presentarse ante el niño Jesús, ha llenado el imaginario cristiano, desde las menciones en algunas de las cantatas navideñas de Bach hasta la permanencia iconográfica en la tradición del Nacimiento –instaurada por Francisco de Asís– y el medieval Auto de los Reyes Magos (obra toledana del siglo xii , sobrevivencia de un teatro primitivo español donde los magos ya son reyes y se llaman Melchor, Gaspar y Baltasar). Sin embargo, esa historia sólo es mencionada por Mateo 2, 1-12: los magos son mencionados como “algunos pastores” en Lucas 2, 8-20. Los otros dos evangelistas no registran la adoración y en Mateo no se dice que los magos sean tres (es posible que la triple ofrenda de oro, incienso y mirra hiciera suponer a tres donadores) ni que sean reyes, y tampoco tienen nombre; sólo se afirma que vienen del este: “Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén.” Mateo tampoco aclara que las monturas fueran un elefante, un camello y un caballo, ni que uno de los adorantes fuera negro y otro, rubio.
Al pasaje mencionado se le conoce como epifanía aunque, estrictamente, la primera epifanía de Jesús se encuentra explicitada en la Segunda epístola a Timoteo 1,10 (“…y que se ha manifestado ahora con la Manifestación de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien ha destruido la muerte y ha hecho irradiar luz de vida y de inmortalidad por medio del Evangelio…”) y la segunda, en la Primera epístola a Timoteo 6, 14 (“…que conserves el mandato sin tacha ni culpa hasta la Manifestación de nuestro Señor Jesucristo…): en ambos casos, la palabra “Manifestación” equivale a la Encarnación y la Redención. Puede argüirse que las epifanías paulinas contienen miga teológica y que la referida por Mateo resulta más pintoresca, lo cual explica la extraña idea de que la “manifestación” mesiánica no sea el nacimiento sino la presentación en sociedad de Jesús. Por eso, en el contexto eclesiástico, epifanía significa “manifestación, un fenómeno milagroso”, y se ha convertido en una fiesta religiosa cristiana donde Jesús toma una presencia humana en la tierra con la cual se “da a conocer”, en cuyo caso también son epifanías el encuentro de Jesús con Juan, el Bautista – en el Jordán – , y la demostración milagrosa frente a sus discípulos, en las bodas de Caná, con la que da comienzo su actuación pública.
Todo esto lleva de la mano a explorar el significado de la palabra: epifanía se construye con la preposición griega epí, que tiene mil significados, pero que aquí podría entenderse como “sobre”, es decir, “en (la tierra)”: “visiblemente”; y fáinomai (cuyo aoristo es efánen – por lo cual la palabra no se convirtió en epifainía), que claramente significa “mostrarse”, “aparecer”. De modo que, etimológicamente, epifanía tendría que ser una “muestra visible”, una “aparición concreta”. Y esta aparición puede ser del día (la epifanía sería, entonces, el amanecer), o del enemigo (en la guerra) o de un dios. Hay muchos otros significados: “apariencia”, “distinción” o, incluso, el fenómeno médico de que “se salten” las venas.
Cuando la entrada de Jesús en el mundo fue presentada por san Pablo como la del emperador que viene a tomar posesión de su reino (en latín, eso se dice adventus ; cristianizado, es el tiempo de adviento: “preparación” de la Navidad), el término se extendió en Oriente para indicar la encarnación de Jesús y, a partir del siglo IX, para designar la fiesta de su revelación al mundo pagano, que se sigue celebrando el 6 de enero.
James Joyce empleó el término epifanía para describir un momento de “revelación” en la prosa narrativa, con un sentido estético donde predomina el temblor de la belleza, no el de un “mensaje” esclarecedor bien comunicado por la prosa. La cultura popular estadunidense ha frivolizado la palabra, de manera que es común escuchar que se diga: I had an epifhany, donde epifanía simplemente equivale a “ocurrencia”, a “puntada”, a “ya entendí”: una especie de eureka depauperado.
El día de hoy, la epifanía del 6 de enero es el niño dentro de la Rosca de Reyes – con chocolate caliente en la merienda – , niño cuyo adviento son los tamales y el atole del 2 de febrero; si la rosca es de la panadería frente al parque de San Pedro de los Pinos y el mercado, la epifanía será muy buena; si es la que hacen las monjas dominicas, en el convento frente a la Plaza de Gómez Farías y la iglesia de San Juan Bautista, en Mixcoac, la epifanía será perfecta.
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