Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Los alzados
(farsa edificante)
JUAN TOVAR
La casa de Watanabe (1946-2007)
MIGUEL ÁNGEL ZAPATA
Huysmans y la cuadratura del círculo
ANDREAS KURZ
Heráldica de Conquista
RICARDO BADA
Leer
Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS
Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA
Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA
Cinexcusas
LUIS TOVAR
Corporal
MANUEL STEPHENS
Cabezalcubo
JORGE MOCH
El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ
Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO
Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|
Manuel Stephens
Su majestad, el Royal Ballet
El Royal Ballet de la Royal Opera House de Covent Garden tiene una larga historia que inicia con el impulso visionario de Ninette de Valois. De Valois es irlandesa de nacimiento –como Wilde, Joyce, Yeats y Beckett–, vivió en Inglaterra desde los siete años y participó en la revolución de la danza que se gestó en los veinte. Bailó en Les Ballets Russes de Sergei Diaghilev, en obras fundacionales de coreógrafos como Michel Fokine, Léonide Massine, Vaslav Nijinski y Bronislava Nijinska. Pero su mayor aporte al mundo de la danza se da con la fundación del Vic-Wells Ballet en 1926, que posteriormente sería compañía residente del Sadlers Wells Theatre desde 1931 hasta 1939 y que dará origen al Royal Ballet.
Durante los años de la segunda guerra mundial, el ballet recorrió Gran Bretaña e incluso algunas ciudades continentales europeas, dando funciones para las tropas aliadas. Este hecho propicia que, al final de la guerra, la compañía sea asimilada a la Royal Opera House y sea elegida para reinaugurar el Covent Garden Theatre con una nueva producción de La Bella Durmiente.
Como un acontecimiento que quedará en la historia de los escenarios mexicanos, tenemos el enorme privilegio de que el Royal Ballet se presente en Ciudad de México, Puebla y Guadalajara. Durante su gira por nuestro país presentarán su nueva producción de La Bella Durmiente –basada en la de 1946 de De Valois-Sergeyev– orquestada por Monica Mason, actual directora artística, y Christopher Newton, y que fue montada para celebrar el 75 aniversario del Royal y estrenada en mayo de 2006.
Este es un suceso incomparable, si tomamos en cuenta que el Royal Ballet es un pilar incuestionable de la danza clásica. El Royal sólo se compara al Ballet Bolshoi en su relevancia en configurar verdaderamente la identidad de todo un pueblo. La danza del Royal es un bastión para los ingleses, como el Bolshoi para los rusos. Ambos casos devienen paralelamente, sin demeritar la excelencia de compañías de otras latitudes. En la experiencia latinoamericana, solamente Cuba puede enarbolar una condición similar. Sin embargo, la perpetuación de la tradición clásica dancística requiere de toda una maquinaria que, por el embargo estadunidense a la Isla, los cubanos no pueden sostener.
Fotos: Edmundo Luján,
Ars Tempo Producciones |
Es triste ver cómo toda una escuela de ballet creada por los cubanos es disminuida porque no cuentan con la infraestructura que requiere el gran repertorio clásico –aparte de la contradicción de que un país socialista refrende compromisos con un lenguaje que legitimiza a las clases burguesas y no haya generado obras de importancia relacionadas con la contemporaneidad. La exquisitez en la interpretación de lo clásico se opone a la pobreza en la visión y producción cubanas que presenciamos en la reciente temporada del Ballet Nacional de Cuba, dirigido todavía por Alicia Alonso. La política está inmersa en el arte y esto es claro en una manifestación como la danza clásica, que cotidianamente se piensa como alejada de la vida "real".
Foto: Guillermo Galindo |
El entramado de una representación como La Bella Durmiente es monumental. Todos los detalles cuentan y están magistralmente resueltos por el Royal Ballet. Ver al Royal confirma la dicotomía entre danza y magia. La historia de la princesa Aurora, condenada a dormir y ser despertada por un beso de amor –a quien en realidad Charles Perrault nunca dio nombre–, se corporiza y lleva al espectador a revivir sus sueños más arquetípicos. La versión del Royal no hace concesiones y presenta el prólogo y los tres actos completos del ballet. Alejada de las complacencias, exige del público una concentración que de ninguna manera es defraudada por el virtuosismo de los bailarines, la composición coreográfica perfecta, el dramatismo de la historia presente en la creación de personajes y en su comunión con la música de Tchaikovsi, los diseños escenográficos y de vestuario que significan por sí mismos. Resalta el iii acto, en que el tiempo y el espacio ceden ante la búsqueda del Príncipe y transforman el escenario. Sarah Lamb y Yohei Sasaki están impecables en "El pájaro azul" del iv acto. El Royal logra una conjunción alquímica. Con Roberta Marquez y Johann Kobborga como los príncipes Aurora y Florimundo en la función de estreno, el Royal Ballet demostró que los sueños no son en vano, se logra una realidad paralela en que el amor todavía es posible. La vida es sueño, y con el Royal Ballet todavía es posible soñar. Impecables, impetuosos, fastuosos
ellos no son cosa de todos los días. Magia.
|