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SOLANO: Buenos días, señorita Acuña. DIAMANTINA: Buenas tardes, licenciado Solano. Él mira su reloj, asiente. SOLANO: Tardes, en verdad. ¿Todo listo? DIAMANTINA: Sí, señor. La cafetera está cargada. SOLANO: Bien. Cuando lleguen, desconecta usted los teléfonos, cierra el changarro y ya puede irse a su casa. DIAMANTINA: Preferiría quedarme, señor, por si algo se ofrece. SOLANO: Por favor, no se sienta obligada DIAMANTINA: No es eso, señor, es que me gustaría verlo un rato, oírlo hablar SOLANO: ¿No me tiene ya muy visto y oído? DIAMANTINA: Sí, señor, pero yo digo al comandante Lucas. SOLANO: ¿Es usted su admiradora? DIAMANTINA: Pues no precisamente, pero me impresiona. No tanto lo que hace o dice, menos aún sus ideas, sino él en sí, su figura, su voz SOLANO: O sea, que lo admira usted en lo físico. DIAMANTINA: Es tan hermoso, tan varonil Me fascina desde siempre, y nunca lo he tenido cerca, por eso quisiera aprovechar de ser posible la ocasión SOLANO: Bueno, si mantiene una distancia prudencial DIAMANTINA: Como si no estuviese. SOLANO: y si lo que le entra por un oído le sale por el otro DIAMANTINA: Para guaje, guaje huaxilana. SOLANO: no veo que exista inconveniente. DIAMANTINA: ¡Gracias, don Poncho! SOLANO: Diamantina, ya le he dicho que mi nombre es Poncio, Poncio Pilatos DIAMANTINA: No se me olvida, don Poncio; lo que pasa es que Poncho es el que se me viene a la lengua. SOLANO: Igual que a todo el mundo. Qué se le va a hacer. DIAMANTINA: Podría nombrarse por sus iniciales: Pe-pe. SOLANO: O peor: Pi-pi No, no hay remedio. DIAMANTINA: ¿Le preparo un café? SOLANO: Luego me lo sirvo yo, gracias. Vaya mejor a la recepción, que ya no deben de tardar. DIAMANTINA: Sí, licenciado. [Mutis.] II SOLANO deambula, se llega al ventanal, contempla la calle. SOLANO: Como hormigas. Como insectos con corazas de colores, yendo y viniendo a toda prisa, todo el tiempo afanados en nada. (Ríe, rompe la pose.) Una pululación sin ton ni son, la mísera vida del común de los mortales. Nosotros, por fortuna (Mira su reloj.) estamos por encima de todo ese desconcierto. Va a servirse una copa. Se apersona DIAMANTINA. DIAMANTINA: Don Poncho, está aquí el general Martínez. SOLANO: Hágalo pasar, Tinita. Se sirve, riéndose. Entra MARTÍNEZ, lo observa. SOLANO: Buenas tardes, mi general. MARTÍNEZ: Buenas las tengas, Poncho. ¿Se puede saber de qué te ríes? SOLANO: Nada, hombre, que eres como el genio de la botella. Apenas la destapo, haces tu aparición. MARTÍNEZ: Oportuno Martínez, me llaman. ¿Es de reserva? SOLANO: Muy especial. Le sirve. Brindan, beben. Reacción entusiasta. MARTÍNEZ: ¡Chinguirito noble y leal, que al huaxilano consuelas de su mal! (Bebe.) Muy bueno, en verdad. SOLANO: Añejo de Los Saltos. Producción artesanal. MARTÍNEZ: Bien añejo entonces, porque cuánto no hace que los japoneses industrializaron por allá. ¿Fue en tu gobierno? SOLANO: No mucho después. Yo dejé todo a punto y por supuesto me llevé mi dotación. MARTÍNEZ: ¡Lo que no te habrás llevado! SOLANO: ¿Te sirvo un poco más? MARTÍNEZ: Gracias. (Mira en torno.) Estás bien instalado. ¿Es tuyo todo el piso? SOLANO: Y el edificio. Ocupado en su mayor parte por compañías subsidiarias de la mía. MARTÍNEZ: ¿Cuántos empleados tienes? SOLANO: Aquí, unos cuarenta. Les di el día libre. MARTÍNEZ: Excepto a la señorita... SOLANO: Acuña. Es mi secretaria particular, persona de todas mis confianzas, que se ha prestado a servir de recepcionista y de lo que se ofrezca con tal de ver de cerca al comandante Lucas. MARTÍNEZ: Tiene sus admiradoras ese desgraciado. SOLANO: ¿No te da envidia? MARTÍNEZ: No, ¿a mí por qué? Si me entrevistaran a cada rato en la tele, y publicaran mi retrato en todas partes, yo sería igual de popular, o puede ser que hasta más. SOLANO: Podríamos hacer la prueba. ¿Pero qué cosa venderías? MARTÍNEZ: Nada, yo no haría comerciales, yo nada más me expresaría SOLANO: La única razón válida para ocupar tiempo y espacio en los medios comunicantes es que tengas algo que vender, así sea solamente tu linda cara. O la ausencia de ella, como en el caso de Lucas, el guerrillero desconocido. Vende misterio, vende superhéroe, vende anhelo de justicia y lo compran, ¡cómo no lo van a comprar! MARTÍNEZ: Y esa historieta, ¿a quién se le ocurrió? SOLANO: Nos mandaron el escenario preparado por expertos. Sólo hubo que encontrar quién lo interpretara. MARTÍNEZ: ¿Quién fue? SOLANO: No recuerdo su nombre. Lo mandó Covarrubias.
DIAMANTINA se apersona. DIAMANTINA: Don Poncho, ya llegó el comandante. SOLANO: Sólo él nos faltaba. Ella sale. Entra LUCAS, guerrillero enmascarado. LUCAS: Buenas tardes, caballeros. SOLANO: Hola, Lucas. ¿Ustedes se conocen? MARTÍNEZ: Venustiano Martínez, mucho gusto. LUCAS: Igualmente. SOLANO le presenta una copa. SOLANO: Chinguirito de Los Saltos, reserva artesanal. LUCAS: Hagámosle los honores. [Brindan, beben.] Del mero bueno. SOLANO: Procedamos, si les parece. Transición: se instalan a la mesa, sobre la cual solano deja la botella. DIAMANTINA regresa y discretamente se queda al margen. III LUCAS: ¿Se puede fumar aquí? SOLANO: Con toda confianza; el purificador de aire es excelente. DIAMANTINA le trae un cenicero, se eclipsa. lucas carga su pipa. Se rasca la cara bajo la máscara. SOLANO: Oye, ¿no preferirías quitarte la máscara? LUCAS: Estoy bien, gracias. MARTÍNEZ: A todo se acostumbra uno, dice el dicho, menos a no comer. LUCAS: Habrá quien se acostumbre, pero no quien sobreviva. SOLANO: Todo tiene su límite. Vayamos al grano: ¿qué saben ustedes del año entrante? MARTÍNEZ: Pues que es el bicentenario de nuestra guerra de independencia, y el centenario de nuestra revolución democrática LUCAS: Que por lo mismo se anticipa para entonces un levantamiento de importancia SOLANO: Precisamente de ese levantamiento debemos ocuparnos. MARTÍNEZ: ¿Hay que impedirlo? LUCAS: ¿Hay que infiltrarlo? SOLANO: Hay que posibilitarlo. MARTÍNEZ: ¿Cómo está eso? SOLANO: Piensen: ¿qué le haría falta? ¿Condiciones objetivas? LUCAS: De ninguna manera. La situación del sufrido pueblo huaxilano es la peor en toda su historia. Se acabaron los vaivenes; ahora todo es irse al diablo. SOLANO: Consecuencia inevitable de la suarestroika implementada por mi administración presidencial para que se cumpliera lo que dijo el Señor: que al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que no tiene. LUCAS: Qué evangélico resultaste. SOLANO: Tú fuiste quien sacó el tema religioso. LUCAS: ¿Yo? Dije diablo por no decir algo que pudiera ofender los castos oídos de la señorita DIAMANTINA: Por mí no se preocupe, se lo ruego. SOLANO: Bueno, ¿y entonces? LUCAS: Pues que dadas las condiciones, es de esperarse una reacción violenta MARTÍNEZ: De hecho, ya hemos tenido que lidiar con un alzado que otro. Pero nada de cuidado. SOLANO: ¿Por qué? MARTÍNEZ: Pues porque no tienen infraestructura, ni entrenamiento, ni siquiera buenas armas SOLANO: Por ahí justamente es por donde podemos echar una mano, y en eso consiste el negocio que quiero proponerles y que me interesa financiar. Se trata, mi general, de que proporcione usted las armas necesarias para el levantamiento, y de que aquí mi comandante las distribuya. MARTÍNEZ: ¿Qué armas, cuántas? SOLANO: Suficientes para subvertir seriamente el orden establecido, haciendo necesaria la intervención del ejército. MARTÍNEZ: Ya veo LUCAS: ¿Y a quién se las doy? SOLANO: A tus indios y a todo el que llegue. Convoca a los inconformes y dales con qué pelear. Que se haga la bola, que salgan a la luz y hagan la guerra. MARTÍNEZ: ¿Qué gobernante decía que ojalá el pueblo tuviera una sola cabeza, para cortársela? SOLANO: No fui yo. MARTÍNEZ: Pues esto viene a ser algo así. SOLANO: Será una provechosa catarsis, que también se dice purga. LUCAS: Pero entonces yo MARTÍNEZ: Tú los llevas al matadero y te mueres también, es decir, se muere alguien con tu máscara, mientras tú te retiras a escribir tus memorias. LUCAS: ¿Y cómo voy a escribirlas si estoy muerto? SOLANO: Otro posible escenario, según lo que ocurriera en el mercado de valores, sería que las fuerzas armadas pactaran con la insurgencia, depusieran al actual gobierno y convocaran a elecciones. Entonces tú, en público de la gente, te quitas la máscara y anuncias tu candidatura. LUCAS: ¿Cómo? SOLANO: Es perfecto. El dirigente de la revolución se revela en su verdadera identidad de estadista de la renovación. Antes que pregonar el cambio lo encarna, lo vive en carne propia. ¿Te imaginas el momento en que te desenmascares frente a toda la televisión? Allí el guerrero se transforma en gobernante a los ojos del país entero. LUCAS: ¿Gobernante? SOLANO: Considéralo un merecido ascenso después de tantos años de celoso desempeño como guerrillero desconocido, y prepárate a dar la cara como auténtico guía de la ciudadanía huaxilana. LUCAS se rasca la cara bajo la máscara. MARTÍNEZ: Podrías desenmascararte ahora, para ir ensayando. SOLANO: No sería, en efecto, mala idea que procuraras entrenarte un poco para la experiencia, que sin duda será fuerte. Además, ¿no estarías más cómodo? LUCAS: La verdad, sí. Pero ¿estamos en confianza? SOLANO: La duda ofende. El general Martínez figura en el alto mando de las fuerzas armadas huaxilanas y es un militar de honor. LUCAS: Sí, si no era por él SOLANO: Y la señorita Acuña es la discreción personificada, en quien confío como en mí mismo, además de tu ferviente admiradora. LUCAS: Bueno, en ese caso Se quita despacio la máscara, observado por los otros. Pausa. LUCAS: ¿Por qué me miran así? Es una cara como otra cualquiera. MARTÍNEZ: Sí, claro. ¿Y tu nombre cuál es? LUCAS: Lucas Guevara. MARTÍNEZ: Ese es tu seudónimo. Yo digo tu nombre real. LUCAS: Lucas Guevara. No tengo otro. SOLANO: ¿Lo tuviste alguna vez? LUCAS fuma, pensativo. LUCAS: Creo que sí, hace mucho. Antes de levantarme. SOLANO: Pero no lo recuerdas. LUCAS: No. Es como un sueño toda mi vida antes de llegar a ser quien soy. SOLANO: Donde se ve que el hábito hace al monje. De igual manera llegarás a ser un gobernante modelo. LUCAS: Y podré hacer la justicia social en Huaxilán. MARTÍNEZ: Mucho te cuidarás de intentarlo. SOLANO: Yo te recomiendo lo mismo. No tiene caso oponerse a lo inevitable, como es el cumplimiento de la santa profecía. Los ricos seguirán ganando, los pobres seguirán perdiendo, porque así está escrito. MARTÍNEZ: Tú aprovecha que te tocó la de ganar. LUCAS: Pero "bienaventurados los pobres " SOLANO: " de corazón, porque verán al dios". Y nos ven, ¡claro que nos ven! Aquí en lo alto, presidiendo sus destinos miserables LUCAS: Quitándoles lo poco que les queda SOLANO: Así tiene que ser. Tú lo harás a tu propia manera populista, pero tendrás que hacerlo. MARTÍNEZ: Es el orden del mundo. LUCAS: Un orden injusto MARTÍNEZ: Pero es que no somos todos iguales: tiene que haber jerarquías, porque si no, es el caos. SOLANO: Y lo mejor de todo es estar hasta arriba, endiosados. Como ídolo popular, algo sabes de eso; pero los ídolos no son dioses verdaderos, a menos que su popularidad se traduzca en poder adquisitivo. LUCAS: Yo no sé si podré MARTÍNEZ: Claro que podrás. Partirás, repartirás y la parte mejor te llevarás, ¿o no, Poncho? SOLANO: Serás un ser excepcional, por encima del común de los mortales. LUCAS: Pero ¿no me estaré traicionando a mí mismo? MARTÍNEZ: Todo lo contrario. Es humano querer encumbrarse. SOLANO: Y es divino vivir en la cumbre real y verdaderamente, no nada más de manera simbólica. Olvida tus escrúpulos y abraza la oportunidad que se te presenta y para la que se te instituyó como oposición armada permitida. ¡Ahora es cuando despunta la hora de tu auténtica grandeza, Lucas Guevara! LUCAS: Bueno, siendo así , vamos haciendo camino. MARTÍNEZ: Bien dicho, comandante. Brindemos por eso. Brindan, beben. Transición. SOLANO: Entremos en detalles, si les parece. MARTÍNEZ: Lo que me parece es que podrías ir destapando otra botella. SOLANO: Para más tarde, quizá; por ahora considero que conviene despejarnos un poco. Tinita, ¿nos trae café? DIAMANTINA: Cómo no, don Ponchito. MARTÍNEZ: Entonces: serían bastantes armas, pero municiones no tantas, para prevenir en lo posible bajas en nuestras filas. LUCAS: No: tiene que haber una buena dotación, para animar al personal. De todos modos, vamos a pactar. MARTÍNEZ: En una de ésas. SOLANO: Más que probable, diría yo, en vista de las tendencias del mercado, que por lo demás se caracterizan por su imprevisibilidad. Pero mientras mejor equipadas estén las fuerzas insurgentes, mayor razón habrá para llegar a un acuerdo con ellas. MARTÍNEZ: Eso sí. Pero el actual gobierno, la verdad sea dicha, nos ha tratado muy bien, de modo que con el nuevo gobierno tendría que irnos aún mejor. LUCAS: Eso, por descontado. Habrá una renovación moral del ejército al servir, ya no a un gobierno espurio y opresor, sino a un régimen de auténtica raíz popular SOLANO: y frutos para consumo de los dioses. IV DIAMANTINA pone en la mesa la bandeja del café y, mientras ellos toman sus tazas y las sazonan, se queda ahí parada escudriñando, suspicaz, a lucas. Él devuelve la mirada, le sonríe. Ella asiente, confirmada en su sospecha. DIAMANTINA: Esteban, ¿no te acuerdas de mí? LUCAS: No, yo no DIAMANTINA: Yo era la amiga de Aurora, la novia de tu primo Néstor; alguna vez salimos juntos los cuatro, pero nada pasó entre nosotros. De haber sabido LUCAS: Mujer, no sé de quiénes me hablas. MARTÍNEZ: Con que Esteban. ¿De apellido? DIAMANTINA: Deje ver El mismo de Néstor, creo: Buenrostro. ¿O sería Malgesto? SOLANO: Señorita Acuña, se está usted extralimitando. DIAMANTINA: ¡Ay! Perdón, es que Perdón Se retira, atribulada. Pausa. lucas fuma. SOLANO: Nunca lo hubiera pensado de ella. LUCAS: Está completamente loca. SOLANO: Enloqueció al mirarte sin máscara y hasta creyó conocerte. LUCAS: Yo nunca en mi vida la había visto. SOLANO: ¡Lo que hace la adoración de los héroes! LUCAS: Y jamás me he llamado, ¿cómo dijo? MARTÍNEZ: Esteban Buenrostro. SOLANO: O Malgesto, no estaba segura. LUCAS: Buenrostro, sí , nunca he sido ése ¿o sí? Fuma agitadamente, se atraganta, tose. solano le palmea la espalda. MARTÍNEZ: No cabe duda: para que la cuña apriete, ha de ser del mismo palo. Oscuro. Se oye la canción del principio:
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