Foto: Raymond Depardon |
Fantasy Black Box
(Fragmento)
Efrén Minero
El gatito ronronea. Abandono por un momento la máquina de escribir, intentó explicarle que los pisapapeles, aunque tengan forma de gato cortazariano, no ronronean.
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Nunca escribió el libro de los sueños perdidos y el tiempo ganado porque siempre perdió el tiempo y vivió de sueños.
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Página 313 treceava línea: escondite perfecto.
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Reviso apurado el bolsillo de mi camisa, compruebo que todavía está ahí. Tal vez mañana la depositaré en la cajita de madera que he mandado construir ex profeso. Esta noche no tengo más remedio que dormir con ella, la pondré junto a mi almohada, trataré de no moverme demasiado, no vaya a ser la de malas. Cuando ella me la regaló lo primero que se me ocurrió fue guardarla en el bolsillo de mi camisa.
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Caminar sobre el escritorio de un burócrata permite a los artrópodos restaurar su nivel de energía.
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Sueño que tu nariz me sirve de hamaca, que tus ojos son cuencos para beber agua, que tu boca es la puerta de servicio del paraíso, que tus orejas son elevaciones volcánicas, que tu pelo es un edredón, que soy un explorador en busca de Las Minas del Rey Salomón y que vivimos en un libro de Salgari.
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Siempre supuse que esto era demasiado... hoy lo sé.
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Tomé el legajo que escribí ayer, lo leí varias veces. Me serví un vaso de oporto y escuché la Sonata num. 1 para violín, de Brahms, en sol mayor. Arrojé las hojas al fuego de la chimenea. El acto piromaniaco me evitó serias preocupaciones (también quemé tu retrato y la cola del gato).
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9:15 hrs. El jefe del departamento administrativo, con sus manos olorosas a eau d'toilette y sus uñas manicureadas, hojea su Esto . Se va desparramando en su confortable sillón de piel. Bosteza y dice: “¡Pinches Chivas, otra vez perdieron!”
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Esnob I: Siempre que toma tequila o mezcal coloca sobre la mesa su ejemplar en inglés de Under the Volcano.
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Por la soga que el suicida convierte en péndulo, trepa una cajetilla de cigarros furiosa.
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La soledad ofrece sus servicios en los resquicios que los insomnes abren en la piel de la noche.
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En las diagonales que es posible trazar, desde un vértice dado en un polígono determinado, siempre hay espacio para esconder la concavidad de un alma ahíta de vanidad.
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Los médicos-brujos insisten en que los higos cristalizados son la causa del dolor de cabeza de Julianne, y no porque ella comiera tres kilos de la negra fruta que prepara su madre, sino porque le ha dado por soñar que los higos bailan en sus muslos desnudos y se van acercando peligrosamente a su pubis.
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Antes de que el hastío sea insoportable, sacude los sueños de tu pelo (“shake dreams from your hair, my sweet one, my pretty child”), lanza tus penas al viento (con fondo musical a cargo de los hermanos Carrión), vístete con tu sudadera negra y tus viejos pantalones de mezclilla (dressed to kill), ponte tus botas de ante, enciende un cigarro, dale unas cuantas chupadas y entonces, sólo entonces, manda todo a la chingada.
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