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Quince años sin Zappa
Disculpará el lector si estas líneas le resultan chocantes por su tono personal. Sucede que en cuatro días se cumplirán quince años de la muerte de Frank Zappa y, bueno, no quisiera gastar tinta y papel en una simple ficha biográfica, en un recuento –por demás imposible– de su discografía (más de sesenta LP'S), en su autodidactismo, en sus avatares dentro del cine y los videoclips, en su entrada póstuma al Salón de la Fama , o en detalles sobre su batalla contra el cáncer. Me justifica, precisamente y contrario al ánimo fúnebre, lo vivo, lo visceral de una obra que, sobre todo en el escenario, nunca se abandonó a la solemnidad que tanto ha infectado a la mayoría de quienes hacen música experimental, sea dentro del rock, el jazz o el clásico.
Así, pues, tengo que remontarme a algún día de finales de los ochenta, cuando metido en eso de tocar el bajo eléctrico y armar y desarmar grupos de azotea, alguno de mis melómanos amigos llevó a casa la gran pieza The Black Page. Claro que para entonces el nombre de Zappa ya sonaba en mi adolescente cabeza, y claro que había escuchado cosas aisladas aquí o allá, en fiestas o en algún oscuro programa radiofónico de madrugada. Sin embargo, fue hasta ese momento que pude darme un chapuzón en su océano.
Si mal no recuerdo, el mentado casete (sí, todavía escuchábamos casetes) aterrizó primero en manos de mi hermano baterista, pues la consigna era poner atención a una composición inaudita en donde el rol de los tambores llegaba “tan lejos como nunca”, según se nos dijo. A cargo de Terry Bozzio (monstruo del instrumento aún en activo), los ritmos de aquella tarde nos mostraron un mundo completamente nuevo. Simplemente no podíamos creer que alguien pudiera tocar algo tan complejo y tan musical a un mismo tiempo, ni podíamos concebir que el autor fuera un guitarrista.
Ingenuos, como verá el lector, nos costaba valorar a un artista que tendía puentes entre la vanguardia clásica, el progresivo, el jazz y el rock, combinando en su hacer tanta y tan ácida diversión. He ahí el asunto. Más allá de impresionarnos por las evidentes capacidades de quienes siempre lo rodearon, lo que poco a poco nos hipnotizó fue el humor, la personalidad de quien, concierto a concierto, jugaba con el teatro, con disfraces, con diálogos absurdos y libertades espontáneas mucho más extremas que las planteadas durante la psicodelia.
No se crea por ello que pudimos ver a Frank Zappa en vivo. Nunca se nos dio la oportunidad. Cuando hablamos de sus conciertos señalamos las muchas, muchísimas cosas que ulteriormente fueron apareciendo en ediciones piratas, tanto en video como en cd . Al paso de más años, empero y desafortunadamente, el nombre de este impresionante e inefable compositor fue disminuyendo su brillo para quedar relegado no sólo generacionalmente, sino por su propia y esencial naturaleza. Primero con el new wave y el gótico, luego con el rap y el hip hop, luego con el grunge y el metal, luego con la electrónica y el trip hop, y hoy con el revival de las jam bands de neo punk, Frank Zappa parece no tener sitio en los medios impresos, ni en la radio, ni en los canales de video ni, más triste todavía, en la inspiración de tantos músicos noveles.
El otro día me preguntaba una famosa revista por qué, justamente, los rockeros actuales olvidaban el legado de Zappa, si para todos era un genio. Creo, en primer lugar, que esta genialidad se volvió un lugar común, incluso entre quienes nunca lo han escuchado, por lo que su rol en la historia del rock está más debilitado de lo que creemos. En segundo lugar, me parece que los logros de su estética no son fáciles de colegir o de imitarse; y no señalo necesariamente que sus piezas sean complicadas o rudas al oído, no, me refiero a que el nivel escolástico de sus conjuntos, la formalidad de sus arreglos, pese a lo juguetón que puedan parecer por fuera, encierran códigos reservados para músicos que gustan de estudiar en serio, a fondo.
Oportunidad para revalorarlo, la que nos da este diciembre será importante, pues pasarán cinco años más para que, cumplidas dos décadas sin Zappa, hojeemos las múltiples revistas especializadas que hablarán sobre su obra, su lucha contra el establishment político y religioso, contra la censura y la libertad de discurso (protestó en el senado por las iniciativas de la esposa de Al Gore), entre otra información interesante. De entrada puedo recomendarles la Rolling Stone mexicana, pues en ella dedicarán varias páginas al músico. Asimismo, les recomiendo lo de siempre, que se sumerjan en YouTube.com para presenciar virtualmente al más joven Zappa tocando la bicicleta en blanco y negro, y al más maduro interpretando “ Joe's Garage” con su legendaria banda The Mothers of Invention. Sea pues; encendida está la veladora para que su talentoso hijo, el guitarrista Dweezil Zappa, continúe dándole vida al proyecto Zappa Plays Zappa, conjunto con invitados de lujo abocado a mantener el eco de su padre.
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