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Buika de fuego
A juzgar por la portada de su nuevo disco, por su negra belleza y por su forma de hablar, Buika efectivamente parece hecha de fuego. Su música, sin embargo, no cae en la fácil convocatoria de ritmos afros para el turista discográfico, ni pretende el baile de sus escuchas. Más bien exhibe una sofisticada colección de temas (“Volver, volver” incluido), que la cantante explora –y aquí su sello particular– con una voz única que cumple, sin caer en inflexiones forzadas, con la afinación africana, la aspereza cantinera y la ternura del abandono.
Nacida en Palma de Mallorca, pero con ascendencia en la Guinea Ecuatorial, Buika reúne en Niña de fuego al productor Javier Limón, fundador de la disquera Casa Limón, y a otros artistas notables entre los que llama la atención la pluma del escritor David Trueba (autor de la recomendable novela Abierto toda la noche), para recorrer el amor en baladas, boleros y mariachi, pero desde la perspectiva de una España que entiende las migraciones sin microscopios. Precisamente desde Madrid nos llamó luego de su participación en el festival Rock in Rio, para conversar a propósito de su próximo regreso a México.
Sobre sus inicios, a forma de comienzo, fue más que sucinta: “No es que me haya decidido por la música en algún momento. Sucedió naturalmente, porque sonaba en casa desde siempre, a través del canto y baile de mi familia.” A ello agrega, reflejando su postura en fiestas y reuniones: “Nunca se le debe perder el respeto al sonido de una guitarra; si suena hay que prestar tu cante y acompañarla.”
En el imposible balance entre el escenario y la venta de discos, hoy cuando la industria española llega a su punto más bajo, Buika comenta sin aflicciones: “A mí que me den una tabla y un público y listo. Finalmente el disco es sólo una muerte maravillosa, pues en concierto nunca interpretas las canciones como suceden en un estudio de grabación.”
Viajera constante, la intérprete confiesa: “Me engaño diciendo que vivo en Madrid, cuando en realidad vivo en aviones y hoteles [ríe]." A ello suma, cuestionada a propósito de los movimientos migratorios y de las políticas del Primer Mundo hacia los habitantes del Tercero, una terrible anécdota en la que a uno de sus músicos le fue negada cierta visa: "Es increíble cómo en un segundo un ciudadano del mundo puede ser de primera, de segunda o de tercera clase... La verdad que no se puede opinar sobre algo que ha sucedido desde siempre."
Adentrándose en el continente negro y su forma de vivir la música, dice: “Lo del profesionalismo en África no existe como en Occidente, que se piensa en un público; allá la música se da de manera distinta, compartida.” De ahí que le gusten sitios como Myspace o Youtube, ventanas para compartir el arte de manera gratuita: “Me parece maravilloso que los artistas puedan mostrarse así… eso sólo lo entiende quien ha sido salvado por el arte. ¡Que no me hablen de dinero! El arte es la religión con la que el ser humano alcanza su redención.”
Ferviente admiradora de Chavela Vargas, resulta insoslayable preguntarle sobre sus declaraciones cuando la conoció e invitó a compartir escenario, ante lo cual se negó la diva (aunque posteriormente le ofrecería su apoyo y admiración). “Sobre Chavela –inicia para luego quedar pensativa– hay musas, hay reinas que son caprichosas y así son y listo". Luego añade, en un breve arrebato de ego: "Yo comparto mi experiencia cuando la conocí porque no se puede esconder nada cuando uno trata de dejar su aprendizaje para la posteridad, tal como hicieran Dalí o Billie Holiday."
De vuelta a una conversación de aires poéticos, Buika se rehúsa a definir su encuentro con los intérpretes que grabaron Niña de Fuego: “La música está antes que los músicos, ella nos escoge a nosotros para que podamos domarla.” Lo que sí acepta, empero, es un juego culinario para revelar los ingredientes de este platillo sonoroso, pues no en balde cantó en bares españoles, hizo imitaciones de Tina Turner en Las Vegas y hoy gana premios como revelación masiva: “El pop sería el aroma del comino, el flamenco el chorrito de vino y lo latinoamericano sería el chile [ríe]."
Finalmente, a manera de recomendación para conseguir la felicidad (tome nota el lector), Buika apunta: “Hay que dejar libre al cabroncete que llevamos dentro; más bien reconocerle, saber que existe y convivir con su libertad”, lo que sin duda la lleva a concluir con una frase que resulta buena invitación para verla en vivo el próximo 6 de septiembre en el Lunario del DF: “Por eso yo siempre soy la mejor que puedo ser.”
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