Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Antonio Machado:
poesía perdurable
ALEJANDRO MICHELENA
El Poeta
ANDONIS DEKAVALLES
Valle-Inclán y los paraísos
JORGE GARCÍA-ROBLES
Los héroes encontrados
GUSTAVO OGARRIO entrevista con JUAN VILLORO
Arte y crítica feminista
ARNOLDO KRAUS
Los violentos desdichados
ROBERTO GARZA ITURBIDE
Leer
Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA
Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA
Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA
Cinexcusas
LUIS TOVAR
La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA
A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR
Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO
Cabezalcubo
JORGE MOCH
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|
Miércoles negro
El 2 de julio de 2008 debe quedar anotado en la agenda cultural mexicana como un verdadero miércoles negro, porque ese día –lo cual no excluye que tal ignominia pudiera seguir sucediendo-- la cartelera cinematográfica comercial no contenía ni una sola película producida en México.
Algo similar se escribió en este mismo espacio hace poco más de dos años, y en aquel entonces Ana Cruz Navarro, a la sazón funcionara de la Cineteca Nacional, con la cortesía y la amabilidad que la caracterizan, corrigió a este juntapalabras informándole que la cifra de cine mexicano en cartelera no sumaba cero, pues la Cineteca sí estaba exhibiendo al menos una cinta de producción nacional, en cumplimiento del propósito específico de no permitir, precisamente, que un día cualquiera sucediese lo que ahora sí sucede.
Más allá de que haría falta soslayar el hecho de que la Cineteca Nacional no forma parte de aquello conocido como cartelera comercial, no es imposible que al autor de estas líneas de nuevo quisieran jalarle las orejas bajo el argumento de que tanto en las instalaciones de avenida Cuauhtémoc, como en las del Cinemex ubicado en Presidente Mazaryk, puede comprarse un boleto para ver La influencia (2006), dirigida por Pedro Aguilera y producida por la compañía Mantarraya, que es decir Carlos Reygadas. En ese caso, sería preciso soslayar también que se trata de una coproducción España-México, y que en la ficha técnica el nombre que aparece en primera instancia es el del país recientemente llevado a la gloria futbolera gracias a los botines del Niño Torres.
Tampoco es imposible que Másdeuno pase la vista por los párrafos anteriores diciéndose a sí mismo que qué güeva de chovinismo, que para qué queremos películas mexicanas si nadie las va a ver, si luego resulta que están rechafas, y así por el estilo. Para abundar acerca de tales argumentos y su discutible plausibilidad, no saldría sobrando que Másdeuno se remitiera a lo publicado aquí hace una semana y, en un ejercicio de objetividad sin nacionalismos de por medio, a sí mismo se diga –desde luego, habiéndolas visto-- si acaso joyas de la cinematografía universal como No te metas con Zohan y Kung Fu Panda, por citar sólo dos, no merecen igualmente calificativos como rechafa , y no por eso dejan de captar toneladas de dinero, una semana y otra y otra, ocupando la mitad o más de los espacios disponibles en todo el país.
En cuanto a que “nadie las va a ver” –a las películas mexicanas–, la respuesta es un solpisismo de perfecta cuadratura: “¿Cómo ir a verlas, si no hay quien las exhiba?, pregunta Uno, a lo que Algunotro podría responder: “¿Y para qué exhibirlas, si no hay quien las vea...?”, a lo que Uno tendría que repreguntar: “¿Pero cómo ir a verlas...?” Que lo diga si no cualquier pequeño distribuidor de ésos que, más armados de entusiasmo que de otra cosa, incursionaron con tan mala fortuna que, habiendo perdido algo más que la camisa, no tuvieron más remedio que tirar la toalla y dejar el mercado, por ellos intacto, exactamente en el sitio donde se lo habían encontrado: en las fauces de las majors. Que lo diga también ese cinéfilo sin restricciones, para quien el adjetivo “mexicano” aplicado al sustantivo “cine” no funciona como pro ni como contra, y que simplemente desea ver lo que el país está produciendo, con la misma facilidad con la que un día sí y otro también puede ver lo que se produce al otro lado del río Bravo.
Finalmente, por lo que hace al chovinismo de güeva, considere Másdeuno cuán aberrante resulta que un país habitado por ciento y pico millones de personas, que lleva algo así como tres años produciendo más de cincuenta largometrajes de ficción anuales –de modo que podría estrenar uno cada fin de semana todo el año y hasta sobra--; que cuenta sólo en su ciudad capital con centenares de salas cinematográficas; que tanto gusta de pararse el cuello cuando una producción mexicana obtiene algún premio internacional... que un país así amanezca cualquier día de éstos con la novedad de que simple y llanamente no puede mirarse a sí mismo en un cine, es tan grave como que las librerías amanecieran sin un solo libro escrito por un mexicano, las galerías sin un solo cuadro pintado por, etcétera. Chovinismos de güeva por el estilo son los que, en otros ámbitos igual de negros como este miércoles, son combatidos por un entreguismo según el cual este país es incapaz hasta de poseer su propio petróleo...
IN MEMORIAM
Vaya desde aquí un saludo respetuoso a los deudos de don Ángel Tavira, el imborrable don Plutarco, protagonista de El violín, así como a los de Sergio Molina, polémico guionista y promotor del cine mexicano.
|