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Antonio Machado: poesía perdurable
Alejandro Michelena
Machado olvidó un día su paraguas en el aula donde impartía clases en Baeza, actualmente el aula está tal cual la dejó su último día de clase. |
Es uno de los poetas españoles del siglo XX más populares, apenas superado en tal condición por Federico García Lorca. Fue uno de los intelectuales más destacados de la lúcida Generación del '98, junto al también poeta Juan Ramón Jiménez, el ensayista Azorín, el pensador Miguel de Unamuno y el dramaturgo Ramón del Valle-Inclán. Todos ellos constituyeron la primera línea de esa promoción que asumió una postura dura y crítica ante la situación española de fines del siglo XIX. La Generación del '98 buscó, con angustia muchas veces, la genuina identidad de lo hispánico. Y Machado lo consiguió a través de la peculiar presencia del paisaje en su poética.
Su vasta producción comienza con Soledades (1889-1907), continúa luego con Del camino, Galerías y Campos de Castilla (1907-1917), proyectándose más tarde a sus Páginas escogidas y Poesías completas.
El suyo es un verso clásico pero al mismo tiempo renovador, con un sentido especial para la descripción de paisajes exteriores pero sobre todo interiores. La frugalidad y sencillez de sus imágenes tuvo mucho que ver con esa Castilla de adopción, donde habitó casi toda su vida. Había nacido en Sevilla, como lo confiesa en su tan conocido poema “Retrato”.
La poesía de Machado sigue mostrándose vital y vigente en este nuevo milenio, mucho más que la de sus otros pares del '98, y que la de tantos que llegaron después al huerto de las letras hispánicas.
Formado en la Institución de Libre Enseñanza -cuna de liberales progresistas en aquella España entre dos siglos-, cuando cae Alfonso XIII y con él la monarquía, Antonio Machado no podía asumir otra postura que la de consecuente republicano.
En 1936, cuando a causa del triunfo electoral del Frente Popular estalla la rebelión militar comandada por Francisco Franco, el poeta -ya sesentón, melancólico y cansado- tuvo sin embargo fuerzas para mantenerse firme en el apoyo a la República agredida. Quedan sus versos, como testimonio de su postura ante los acontecimientos de aquel dramático momento histórico, por ejemplo los que dedicara al comandante Líster y su 5º Regimiento: “Si mi pluma valiera tu pistola/ de capitán, contento moriría.”
Pero en medio de aquel período borrascoso, cuando la norma colectiva en ambos bandos era ver la realidad en blanco y negro, Machado se mantuvo fiel al ideario raigalmente liberal y krausista que fuera el mejor legado de sus maestros. Eso explica el sentido de sus palabras pronunciadas en Valencia, en una reunión de las Juventudes Socialistas: “Yo no he sido marxista ni lo seré jamás...”
En 1939, Antonio Machado y su madre anciana integraron la oleada de cientos de miles de refugiados que huyeron a Francia cruzando los Pirineos. Ambos murieron a poco de llegar, muy cerca de España, a la localidad de Collioure; primero su madre, y el poeta con diferencia de pocos días.
Y cosas que se repiten en las guerras civiles: en España quedaba su hermano Manuel -poeta menor aunque valorable, con quien escribiera años antes exitosas piezas teatrales-, quien había optado por apoyar al bando franquista.
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