Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Antonio Machado:
poesía perdurable
ALEJANDRO MICHELENA
El Poeta
ANDONIS DEKAVALLES
Valle-Inclán y los paraísos
JORGE GARCÍA-ROBLES
Los héroes encontrados
GUSTAVO OGARRIO entrevista con JUAN VILLORO
Arte y crítica feminista
ARNOLDO KRAUS
Los violentos desdichados
ROBERTO GARZA ITURBIDE
Leer
Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA
Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA
Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA
Cinexcusas
LUIS TOVAR
La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA
A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR
Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO
Cabezalcubo
JORGE MOCH
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|
Germaine Gómez Haro
Roberto Donís: In memoriam
Qué seguido sucede que los homenajes y reconocimientos a personas notables, ilustres, o simplemente queridas, llegan tarde. Este será el caso de Roberto Donís (San Luis Potosí, 1934) fallecido hace unas semanas víctima de un cáncer feroz que se lo llevó en un santiamén. Discreto y taciturno, lo recuerdo siempre rozagante, sonriente y caballeroso, un hombre bien plantado, cuyo excelente talante lo hacía parecer mucho más joven de lo que era. Silenciosa y rápidamente se fue Donís, gran conversador que dejó en la memoria de quienes lo conocimos una cantidad de historias y anécdotas relativas al mundo del arte de la segunda mitad del siglo xx , donde jugó un papel relevante como maestro, asesor y promotor de un considerable número de artistas hoy reconocidos.
Donís estudió pintura en La Esmeralda, donde forjó una estrecha relación con el maestro Carlos Orozco Romero, quien lo incitó a buscar su camino propio y a mantenerse fiel a su expresión personal, conservando siempre la libertad creadora. Esta enseñanza fue determinante en su formación y, años más tarde, afloró como una premisa en su papel de maestro en Oaxaca. Su carácter inconforme y rebelde lo llevó a manifestarse, junto con otros compañeros, contra el obsoleto sistema de enseñanza de la escuela y, tras pronunciarse sin éxito por un cambio, decidió abandonar definitivamente los estudios. En 1962 viajó a Paris, donde permaneció dos años y estudió Historia del Arte en L'École du Louvre. En la capital francesa coincidió con Tamayo, Francisco Toledo y Jorge Dubon, con quienes tejió una estrecha amistad y una alianza que serían fundamentales en su vida. Tras una estancia de tres años en Nueva York, entre 1966 y 1969, su lenguaje pictórico dio un viraje de la figuración realista a la abstracción. En su momento fue un pintor destacado y prometedor que logró integrarse muy joven al establo de la Galería de Arte Mexicano, aunque en la década de los ochenta abandonó el oficio definitivamente.
Prisión invisible |
Su amistad con Francisco Toledo lo llevó a trasladarse a Oaxaca en 1970, donde se instaló a vivir en una hermosa casona en Santa María del Tule. En 1972 fue nombrado director de la sección de artes plásticas de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Benito Juárez, donde renovó radicalmente el obsoleto sistema de enseñanza. Un año más tarde, fue forzado a renunciar al cargo por conflictos internos y enseguida, por iniciativa de Tamayo, fundó en 1974 el Taller de Artes Plásticas Rufino Tamayo, en cuya dirección permaneció hasta 1984. A lo largo de una década, se dedicó en cuerpo y alma a la formación de una pléyade de jóvenes pintores con quienes formó una especie de comunidad artística donde desarrolló con éxito su propio método de enseñanza experimental: “Siempre estuve en contra de los sistemas que atrofian la capacidad de pensar y que sólo fomentan copistas . Lo importante, inclusive más que la destreza del dibujo, es la capacidad de inventiva y el ejercicio libre de la imaginación”, me comentó hace unos años en una entrevista. Sus múltiples alumnos testimonian que el gran logro de Donís fue incitarlos a romper esquemas y a dejar fluir sus ideas, sueños y fantasías con una libertad sin límites. En el Taller de Artes Plásticas Rufino Tamayo se forjó una generación importante de artistas oaxaqueños, entre los que se encuentran Alejandro Santiago, Filemón Santiago, Maximino Javier, Abelardo López, Juan Alcázar, Arnulfo Mendoza, Ariel Mendoza.
Donís fue un artista de una profunda sensibilidad que tuvo la virtud de descubrir talentos y el don de saber encausarlos. Paralelo a su labor pedagógica, se dio a la tarea de promover a sus discípulos fuera de su terruño, para estimularlos y enseñarles a vivir de su oficio. Fue en ese momento cuando colocó a Oaxaca en el mapa del arte mexicano contemporáneo y contribuyó en el desarrollo del fenómeno cultural que se ha desplegado sin cesar desde entonces.
Oaxaca le debe un amplio reconocimiento a Roberto Donís. Qué lastima que ya no está para disfrutarlo y festejar en su casa del Tule, donde siempre fue un gran anfitrión. Tengo para mí que en el fondo siempre esperó algún tipo de homenaje en su tierra adoptiva, donde distribuyó su tiempo y talento con generosidad. Donís fue un oaxaqueño de corazón, y hasta el final de su vida conservó su admiración y devoción por esta maravillosa tierra de artistas que él conoció, entendió y promovió mejor que muchos locales. Su buena disposición para compartir su sabiduría y fina sensibilidad queda patente en sus numerosos alumnos y en quienes tuvimos la oportunidad de recibir su asesoría e invaluable información en torno al arte en Oaxaca. Descanse en paz, con nuestro agradecimiento, maestro Donís.
|