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Adolfo Riestra: arcaísmo y modernidad
Adolfo Riestra fue un artista que vivió y trabajó intensa y pasionalmente. Así lo recuerdan sus familiares y amigos. Lamentablemente partió temprano, a los cuarenta y cinco años de edad, cuando se encontraba en el clímax de su carrera artística; curiosamente, se fue al día siguiente de la gran exposición individual en la galería omr donde se mostraba una extensa selección de sus fenomenales esculturas en barro y bronce, que provocaron una ovación general entre los profesionales del arte y el público aficionado. Sus monumentales figuras totémicas, imbuidas en un halo de misterio y ambigüedad, marcaron un hito en la producción escultórica de las últimas décadas del siglo xx por su originalidad, su perfección técnica y su alto poder de evocación poética. Figuras que logran la compleja síntesis de las formas ancestrales del pasado precolombino y las búsquedas de apropiación, transgresión y deconstrucción de la era postmoderna. Quizás por su afortunada innovación en el campo de la escultura en barro y el éxito que tuvo en esa última exposición, su reconocimiento se ha centrado casi exclusivamente en esta faceta de su producción. Inclusive muchos de sus admiradores y seguidores restan importancia a su trabajo pictórico y dibujístico, que fue el oficio seminal de donde surgió el gran escultor.
La exposición que se presenta actualmente en el Centro Cultural del México Contemporáneo (Leandro Valle # 20, Centro Histórico) integrada por veinte esculturas en bronce y 133 obras sobre papel, es una magnífica oportunidad de descubrir el desarrollo de este connotado artista en los parajes de la pintura y el dibujo. La versatilidad con la que abordó diversos temas y estilos queda patente en la acertada curaduría que reúne obra muy temprana, de finales de los años sesenta, cuando todavía ejercía su profesión de abogado, hasta las últimas creaciones de su vida. A pesar de la diversidad de formas de expresión que exploró en sus dibujos y pinturas –lo cual no sucedió en su escultura, prácticamente monotemática– se pueden delinear algunos ejes estilísticos que se entreveran sutilmente a lo largo de su quehacer artístico, y que lo dotan de una inusitada congruencia y armonía visual. Desde mi punto de vista, el eje principal que hilvana toda su obra es su fascinación por el arte popular que amó y coleccionó a lo largo de toda su vida, y cuya impronta salta a la vista en toda su creación, ya sea figurativa o abstracta. Cabe resaltar que Riestra fue un dibujante compulsivo que dejó literalmente miles de obras realizadas sobre papel en hojas sueltas o cuadernos perfectamente organizados. Su obsesión por el dibujo lo llevó a aventurarse por los más diversos vericuetos y explorar desde el poder de la línea negra, sobria y austera, hasta las combinaciones cromáticas más enloquecidas en expresiones que van de un estilo contenido, acaso purista –dígase apolíneo– a una voluptuosidad explosiva, de esencia dionisíaca. Fue un artista que investigó, exploró y se lanzó sin temor al llamado de sus demonios internos, sin importarle las modas o las demandas del mercado, ni, mucho menos, la aceptación de un público que nunca buscó. Fueron pocas sus exposiciones individuales en vida, en comparación con el inmenso corpus de obra que dejó.
Adolfo Riestra es un artista de difícil clasificación. Comúnmente se le ha incluido en el llamado neomexicanismo, el movimiento que surgió y desapareció en la década de los ochenta y el cual, por definirlo brevemente, se concentró en la recuperación de emblemas y códigos nacionalistas o de esencia popular y local, con un espíritu un tanto irónico que pretendía repensar y resignificar la mexicanidad. Riestra no corresponde generacionalmente al movimiento neomexicanista, aunque su trabajo corrió paralelo al de estos artistas y fue promovido por la misma galería omr , pero tampoco tuvo lazos con sus colegas setenteros. Más bien, tengo para mí que su interés y su mirada se dirigieron siempre al arte internacional, donde captó los ecos de otros movimientos relevantes de los ochenta, como el neoexpresionismo alemán, la transavanguardia italiana o la nueva pintura estadunidense, con figuras como Basquiat y Schnabel.
Y para terminar el recorrido de esta gozosa exposición, sólo un frijol en el arroz: la colocación de una de esas maravillosas esculturas sedentes frente a un piano negro de cola y dos portentosas figuras de las cantantes, resulta un total despropósito. Las esculturas de Adolfo Riestra poseen la extraña belleza de la sencillez y una frívola escenificación de esta índole sale sobrando. No cabe duda que siempre menos es más.
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