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Baja Prog: una crónica progresiva (II Y ÚLTIMA)
Fue en el Teatro del estado de Mexicali, en uno de los receso que entre banda y banda ocurrían durante el festival Baja Prog XII (26 a 30 de marzo pasado), cuando alguien nos presentó a Gilberto el Waca Monreal. No lo conocíamos ni de nombre. Seguramente usted, querido lector, si no es oriundo de Chicali, tampoco. Hablando con él, en pocos minutos nos dimos cuenta de que su memoria de casi ochenta años albergaba enormes tesoros por conocer. Se trataba, en suma, de uno de esos animales en extinción que se ganaron su estatus de leyenda en el rock cachanilla a base de justicia y amor a la música.
Experto en el bolero y el rock & roll, rápidamente dejó en claro que detestaba “la música de patada y ruido”. Nos dijo que pudo haber sido millonario. Que le ofrecieron trabajos fuera del país, pero que a lo más lejos que llegó fue a Caborca y a Tijuana, lugares en donde las bandas competidoras se portaron siempre mal. Nos habló de cómo en lugar de contrabajo usaban una tina metálica tensada por un palo de escoba con una cuerda, de cómo se puso una bacinilla en la cabeza para cantar en una fiesta, de cuántas veces le propusieron grabar sin que nada lo convenciera de meterse a un estudio para fijar su voz en acetato. Además confesó: “Para qué componer canciones habiendo tantas tan buenas.”
Notando nuestra felicidad por su conversación, don Waca dijo con gravedad: “Me gustaría que me fueran a escuchar con la Caravana de Estrellas Cachanillas, allá en el bar del Sanborns.” Le dijimos que sí. Por la noche, luego de ir al teatro para ver a los New Trolls (buena banda aunque demasiado apoyada por secuencias, incluso con la orquesta que la acompañaba), salimos directo hacia ese popular y extraño lugar en donde artistas como el Waca no reciben ni dinero ni un refresco por lo mucho que dan. En fin.
Situación extremadamente “progresiva”, la de escuchar a don Gilberto nos conmovió. Esmerado y con emoción dedicó “A mi manera” a sus “amigos de la bonita caravana de la música progresiva”, e incluso se dio tiempo para bailar e improvisar algunas bromas: “¡Ya no me acuerdo ni de mi vejez!” Experiencia inolvidable, a esa se agregarían algunas más, como la de conocer a Octopus, ese cuarteto chileno que, en el otro extremo de la vida y la estética, supo restregarnos en la cara un metal progresivo como no habíamos conocido en América Latina.
Herederos de Meshuggah, Atheist, Voivod, Watchtower, Machine Head, Cynic, Fear Factory, Spastic Ink y otras aplanadoras animadas por matemáticas febriles, sus integrantes mostraron el contenido de dos álbumes muy recomendables: Bonsai y Coda. Comandados por Cristóbal, su baterista, gracias a ellos pudimos enterarnos de la situación que vive la industria de aquel país donde la gente no paga por ver conciertos ni gasta en comprar un disco. (Quede de consuelo que, tras las limitantes, explota siempre la creatividad. Octopus es prueba de ello.)
Otros que echaron luz sobre los nuevos caminos de la música experimental fueron los japoneses de Djamra, un quinteto f renético en el que sobresalieron los discursos del bajo y del saxofón, además de unos curiosos disfraces de cocinero. Mezcla del Naked City, de John Zorn y del Mr. Bungle, de Mike Patton, en su presentación cupieron las sonrisas y el virtuosismo, lo que contribuyó a aligerar la densidad que normalmente flota en estos eventos. Finalmente queda hablar sobre el organizador y fundador del Baja Prog: Alfonso Vidales.
Personaje mítico de Mexicali, su profesión es la de notario, aunque acaricia el teclado desde niño gracias a que sus padres fueron pianistas clásicos. Líder del grupo Cast –que este año contará con tres décadas y trece discos–, lo que el compositor ha logrado en el desierto merece una investigación profunda. No se anda exhibiendo. No usufructúa. No manipula. Apenas conversa. Carga cajas. Dirige. Y aunque alguien diga que no lo conocemos bien, nos defenderemos como testigos que fuimos de su intensa personalidad, ésa que parece haber aprendido de las acciones y no de las palabras.
Para conocer a estos y otros personajes, vaya usted al Baja Prog del próximo año. Eso sí: cuando llegue, en favor de su seguridad, no le diga a nadie que le gusta el Genesis más fresa ni que King Crimson parecer haber llegado a su final, no mencione a Dream Theater ni se le ocurra cargar un iPOD que delate su ecléctico gusto por el pop de los noventa. Créanos: es cuestión de vida o muerte (mentira, no se preocupe… aunque…).
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