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–¿Cuál es la aportación de la tradición hermética hebrea en las letras hispanas? –La presencia de los judíos durante la Edad Media fue muy importante porque, aunque estaban aislados y condenados a vivir en determinado lugar de la ciudad, por otro lado no tenían que convertirse, podían seguir siendo judíos. Maimónides crea toda una tradición filosófica y médica, y los cabalistas se desarrollan tanto en el sur de Francia, en Provenza, como en la parte noreste de España, Cataluña y en todas las regiones de España. Entonces tienen la oportunidad de desarrollar una cultura propia e incidir en la cultura cristiana. A partir de 1492, cuando se les expulsa, aquellos que no salen al exilio son convertidos a la fuerza. Muchos seguían siendo judíos a escondidas en sus casas, y sólo cumplían para ir a la iglesia y esto ya la Inquisición no lo permite y se les persigue. Sus conocimientos se reflejan en la cultura de los siglos XVI y XVII; grandes escritores, como Cervantes, eran conversos o cristianos nuevos. La misma Santa Teresa era de familia conversa. Toda la novela picaresca, muy crítica de la sociedad española, fue escrita por los conversos que podían ver lo que estaba mal en España. –¿Cómo se interesó por la literatura hermética? –Soy hija de exiliados españoles; cuando ya estábamos en México y yo era muy pequeña, mi madre un día me dijo que me tenía que contar una cosa y me llevó al balcón, un lugar donde no le oyen a uno, y me dijo: “Es que nosotros somos de origen judío.” Mi padre era de otro origen. Y mi madre me dijo: “Te lo tengo que contar porque esto siempre se ha transmitido de madre a hija.” Me contó muchas cosas, me leía siempre el Antiguo Testamento. El hecho mismo de que mi madre me lo dice así, con cierto temor, a escondidas, me llevó a tratar de buscar una afinidad con otras personas que también tuvieron esta misma situación o quisieron desarrollar unas ideas diferentes a las que predominaban en determinada época, y por eso creo que empecé a buscar estos temas, a estudiarlos y a desarrollarlos. Después, cuando yo estudiaba en la preparatoria y luego en la universidad, tuve acceso a los libros de Américo Castro, el primer investigador en señalar esta vida clandestina de los judíos y los árabes en España, que nunca se mencionaba dentro de la literatura española. –¿A qué atribuye el hecho de que aún se rechace la influencia de las tradiciones hebrea y árabe en la literatura hispana? –Creo que hay muchas cosas de las culturas hispánicas y sus herederas que vienen de ese origen, pero que todavía hay miedo: el peso de la Iglesia, de ciertas actitudes muy ortodoxas impiden que esto se mencione. La Cábala se consideró siempre algo herético, porque no era el camino oficial de la religión cristiana. Raymundo Lulio quiere cristianizar la Cábala, pero aun así esto se ve como algo peligroso. En mi libro Las raíces y las ramas hay algunos de sus diagramas donde se ve la colocación de las vocales y las consonantes. En el siglo xx, Gershom Scholem dice: “La Cábala puede ser materia académica porque tenemos muchos textos.” Entonces empieza a ver que una búsqueda mística daba la base del pensamiento cabalista, sobre todo, la búsqueda del nombre de Dios. Para entender bien la Cábala hay que conocer el idioma hebreo. –¿Aborda el tema de la Cábala en su narrativa? –Siempre tengo algún episodio, desde mis primeras novelas o cuentos, que pueda relacionarse con este tema, y a veces he tratado de aplicarlo directamente al texto: esto es más difícil y quedaría en un nivel menos accesible al público lector. La difusión de la idea y el pensamiento la he tratado en el libro De magias y prodigios. Aunque tomo temas de la literatura universal, los derivo hacia una interpretación muy libre cabalista. Entonces aplico eso, no sólo al tema hebreo, sino también a los clásicos, shakespeareanos, en fin, voy moviéndome así por todo ese mundo hermenéutico que abre la visión de la experiencia de la vida y de la lectura. –¿Cómo escribir sobre el Holocausto después de Auschwitz? –Ese es el tema más difícil de todos. Siempre uno trata de dar una explicación de por qué fue así, pero es de esos porqués equivalentes a: ¿por qué la vida o por qué la muerte? Es un tema sumamente doloroso que he tratado de exponer para que el mundo no olvide y que no se repita una situación como ésta en ningún pueblo. Quiero mantenerlo vivo de una manera objetiva, si es que se puede en este caso, para que reaccione el lector. En Europa siguen apareciendo diarios, testimonios de gente que no se había atrevido a hablar. En mi libro El siglo del desencanto (FCE) tengo una parte sobre la literatura del Holocausto. El estilo en dos relatos donde abordo este tema (“En cáliz embebido”; “La sinagoga portuguesa”) es de ruptura, con imágenes muy fuertes, porque quería dar la idea de la tremenda fuerza y crueldad: no de “qué horror, pobrecito”. Son pequeñas frases separadas, no es poesía ni son aforismos, sino un género de ruptura. –¿Cree en Dios? –A pesar de que me atrae tanto la literatura mística, yo menciono la idea de Dios, es decir la capacidad del hombre de crear esa imagen que sería la de Dios. Esto me parece algo muy atractivo, resuelve muchos problemas de la vida que es muy dura y, sobre todo, el sentido de la muerte. Los cabalistas se preguntan cuál es el nombre de Dios porque Dios no puede ser limitado a una palabra, y por eso Maimónides defendía la teología negativa: si existe quiere decir que nace y muere, y al decir no existe, está siempre presente. No soy religiosa, pero la idea en torno a Dios me interesa mucho, porque ha preocupado a la humanidad en todas sus épocas y regiones geográficas. |