Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 13 de abril de 2008 Num: 684

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Christopher Something
MARCO ANTONIO CAMPOS

Viaje
PANOS K. THASITÍS

Un mundo hermenéutico
ADRIANA CORTÉS COLOFÓN Entrevista con ANGELINA MUÑIZ HUBERMANN

Saint John Neumann
AGUSTÍN ESCOBAR LEDESMA

Carlos Pellicer, cantor perdurable
GUILLERMO LANDA

La “ciencia” contra el cambio climático
LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO

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Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

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La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

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ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

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Cabezalcubo
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Directorio
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Enrique López Aguilar
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Holganza

Hay palabras que se nos van de las manos con el paso del tiempo: porque ya no se entienden, porque son reemplazadas por otras, porque dejan de usarse, porque su significado se vuelve difuso… Es lo que ocurre con esa (ahora) rareza de la lengua española: yantar, que en sus mejores momentos los hispanohablantes entendían como “comer”. O con giribilla, palabra de ortografía incierta, pues también se escribe como jiribilla: aleteante, juguetona y procaz, ahora sólo se usa en algunas regiones de la provincia mexicana. La definición en los escasos diccionarios que la registran es bastante confusa y su significado alude al hecho de molestar o perturbar de manera soslayada al interlocutor o a un tercero, casi siempre de manera amistosa y bien intencionada. Así, se pueden decir giribillas o lanzar giribillas, lo cual siempre es motivo de juego, no de conflicto.

Bajo circunstancias menos zozobrantes –vale decir, si los entornos laborales no fueran tan preocupantes en México–, hubiera sido simpático recordar que, filológicamente, existe una identidad de raíces entre las palabras “huelga” y “fuelle”, así que dejaré de lado, por el momento, el significado de huelga en su vertiente sindicalista, para entender el primer lado de la palabra: follicare significaba “jadear” en tardolatín, y el descanso que implica el “folgar” era el que se daba el caminante después de perder el aliento por el esfuerzo de la caminata. El “fuelle”, propiamente dicho, era el follis, de donde folículo es un “saquito” (de donde, también, proviene la palabra “hollejo”); por razones de vecindad semántica, las palabras “follar”, “folgar” y “holgar”, significan figuradamente “yacer carnalmente” (en España, para regocijo de sus antiguas colonias, la palabra popular con que se describen los actos fornicatorios es, precisamente, follar, por lo que no es de extrañar otro uso casi exclusivamente peninsular: “follón”, que es una flatulencia sin ruido, como de fuelle; en México, ya se sabe, preferimos coger que follar, desmadre que follón).


Follaje

Bajo el desarrollo lingüísticamente lógico de esta familia de palabras, se entiende que, en el siglo XVIII, la palabra huelga fuera definida por el Diccionario de Autoridades como “la cesación del trabajo” (entendida como “vacación” y, en segundo sentido, como “placer, regocijo y recreación”). Inclusive, María Moliner, en el siglo xx, entiende que huelga es un “espacio de tiempo [sic] en que alguien está sin trabajar” (con lo sencillo que hubiera sido para Moliner reemplazar el galimatías “espacio de tiempo” por la palabra “lapso”). Bajo la idea de que “holgar” era tener un momento de placer lejos del trabajo, fue que, en el siglo xx, se desarrolló un significado paralelo y laboral: el de que huelga “ es una acción emprendida de forma individual, o por un colectivo social, consistente en dejar de hacer alguna actividad – dentro de las funciones del colectivo o individuo – , para ejercer una presión social con vistas a la obtención de un objetivo concreto”. Sin embargo, es notorio que la calca de la palabra no incluye sus connotaciones históricas, pues el hecho de dejar de trabajar sin percepción de salario –y al no tratarse de un momento vacacional – arruina la perspectiva placentera de la idea del descanso. Nótese que, en inglés, el significante no tiene nada que ver con algo parecido al placer: strike; y, en francés, la palabra adquiere connotaciones curiosas: débrayage (cuyo significado también es “desembragar, quitar el clutch”), que parece haber apadrinado el mexicanismo juvenil debrayar, cuyo significado impreciso parece tener que ver con “hacer cosas fuera de control, salirse del tema, romper el orden”.

De proseguir con las pesquisas de la huelga laboral, resulta que la palabra “esquirol” es un catalanismo derivado del griego skiouros: “ardilla”. El mote de l'esquirol se adjudicó al pueblo catalán de Santa María de Corcó por su posada homónima, cuya mascota era una ardilla enjaulada en el vestíbulo. Algunos naturales de Santa María (cuyos pueblos vecinos contaban con fábricas textiles) se ofrecieron para trabajar en lugar de los huelguistas en 1902, 1908 y 1917, sufriendo el uso despectivo con que regionalmente se designó a los rompe-huelgas. La palabra esquirol fue trasladada al castellano, pero no tiene connotaciones relacionadas con los roedores. De hecho, en otras lenguas occidentales como el inglés y el alemán, ninguna ardilla asoma en la palabra relacionada con quienes están en contra de una huelga: strikebreaker, Streichbrecher.

Ojalá todo fuera como hacer precisiones lingüísticas.