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Antonio Sánchez, baterista y… músico
Hay toda clase de chistes en torno a los bateristas. Que si son el mejor amigo del músico, que si muestran sus baquetas para que los dejen estacionarse en zonas de minusválidos, que si entre veinte de ellos cambian un foco porque diecinueve hacen la fiesta… en fin. Lo cierto es que, estadísticamente, están marginados ante la prolífica producción discográfica de pianistas, guitarristas, bajistas u otros instrumentistas. Las razones, lejos de hallarse en su falta de capacidad, creemos, responden a que su espíritu suele ser menos vanidoso y más compañero, menos competitivo, más ligero.
A ello agreguemos, ciertamente, que muchos han decidido mantenerse en el ejercicio del golpe sin internarse mucho en las honduras de la armonía o el arreglo, así nomás, por puro gusto –también necesario– entre la seriedad que tantas veces los rodea. Aun así, es cierto que cada vez son más los bateristas líderes de sus propios proyectos. En el jazz destacan históricamente nombres como los de Paul Motian, Tony Williams, Buddy Rich, Gene Krupa, Art Blakey, Max Roach, Jack DeJohnette, Dave Weckl, entre muchos más. A ellos se suma ahora una camada que apuesta por una plasticidad distinta, mucho más arriesgada, más amiga del rock y de los efectos distorsionados.
Podemos nombrar entonces a Jojo Mayer con su proyecto Nerve, a Yoshida Tatsuya con Ruins, a Matt Wilson, Joey Baron, Brian Blade o Jim Black y a bandas como The Bad Plus o Medeski, Martin & Wood, para las cuales la aportación de sus bateristas es insustituible. Asimismo, dentro de este nuevo léxico jazzero, también podemos situar al más destacado músico mexicano en el extranjero: el baterista, compositor y band lider Antonio Sánchez (1971).
Ya antes hemos hablado sobre él y sobre su participación en diversos grupos del afamado guitarrista estadunidense Pat Metheny, con quien vino al Teatro Metropólitan del df (reside en Nueva York desde hace varios años), abriendo brecha para luego presentarse con su propio combo en el Teatro de la Ciudad y con el de John Patitucci en el Lunario del Auditorio Nacional.
Egresado con honores del Berklee College of Music de Boston y del Conservatorio de Nueva Inglaterra, Antonio regresará los días 8 y 9 de febrero para nuevamente sonar su música en México, con la diferencia de que, si la última vez lo hizo a trío con el saxofonista Chris Potter y el contrabajista Scott Culley, ahora lo hará dirigiendo un cuarteto que mutará obligadamente. El día 8 tocará con Culley más Miguel Zenón y David Sánchez en saxos, mientras que al día siguiente llegará Potter para sustituir a Zenón (quien regresará a nuestra ciudad al mes siguiente, con su propio conjunto, en el marco del Festival de México en el Centro Histórico). Tales movimientos responden, únicamente, a las apretadas agendas de los músicos, lo que sin duda actúa a favor de la audiencia que quiera “dobletear”.
Piense el lector: si ya un trío de batería, contrabajo y saxofón (toda una moda alrededor del mundo) parece extravagante por la ausencia de piano, guitarra u otro acompañamiento armónico-rítmico, resulta aún más interesante que se incluya a un aliento más por día y que todos den vida a un debut discográfico. Ahí la otra cosa relevante.
Migration es el nombre del disco con el que Sánchez presenta credenciales, algo para poner atención cuando a su lado participan los músicos mentados anteriormente, más dos leyendas que aportaron talento y composiciones hechas ex profeso para la obra. Nos referimos al pianista Chick Corea y al mismo Pat Metheny. Sobra decir que con ambos se ha presentado en lugares tan distantes como Sudáfrica o Japón, por no mencionar sus exhaustivas giras por los cinco continentes, dando clases o acompañando a otros líderes como Michael y Randy Brecker, Paquito D'Rivera o Danilo Pérez.
Por otro lado, si bien Antonio ha recibido reconocimientos a su talento como el Buddy Rich Memorial Scholarship, The Zildjian Award, The Boston Jazz Society Achievement Award y Berklee's Most Outstanding Performer Award, quienes lo acompañan en este grupo no se quedan atrás en ningún sentido. Incluso podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que se trata de músicos –todos ellos– con trayectorias mucho más largas, productivas y reconocidas que la del propio baterista.
Nombrar a Miguel Zenón, David Sánchez y Chris Potter, sencillamente, significa meterse con un auténtico dream team del saxofón contemporáneo. Todos poseen discografías consistentes y presencia notoria en los mayores festivales y publicaciones del orbe. El contrabajista Scott Culley, por su parte, ha grabado siete álbumes y también dirige su propio proyecto en vivo.
Finalmente, ya se sabe: los boletos están en taquilla, en el teléfono de siempre y, una vez más, su precio suena agresivo. ¿Vale la pena pagarlo? Sí, aunque con ello contribuyamos al esnobismo y la marginalidad, ambas inevitables por las peticiones de los grupos mismos y/o por la ambición de quienes producen.
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