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Bergman y la Muerte
Debió ser allá por 1982 o 1983, en la entrañable Sala Fósforo de San Ildefonso, quizá en el Centro Cultural José Martí junto a la Alameda , o también puede que en el Foro Dinosaurio del Museo del Chopo, donde este sumeteclas accedió por primera vez a presenciar esa región del olimpo cinematográfico comúnmente llamada El Cine de Bergman. A diferencia de quienes en este número hablan sobre el recién fallecido director sueco, autor de una obra fílmica compleja, impactante y sin fisuras, el juntapalabras no tuvo, dado lo relativamente reciente de su arribo al mundo, la fortuna de ver esas películas recién llegadas a México o bien, como en algún caso de los autores reunidos en estas páginas, de verlas cuando fueron estrenadas en Europa.
Muchos tuvimos que engancharnos a un tren que ya había realizado casi completo su trayecto, pescándonos del vagón más a la mano –para la mayoría fue, desde luego, la entonces recién filmada Fanny y Alexander (1982)--, y no soltarse. Esa maravilla, como suele suceder con las que de verdad lo son, resultó insoslayable. Así pues, al igual que Tantosotros, este autor puede afirmar que la mirada de Bergman le transformó la propia, y añadiría que no sólo en cuanto a ver cine se refiere. Sólo un ejemplo: a menos que definitivamente uno carezca de entendederas, no se piensa en la muerte del mismo modo antes y después de ver El séptimo sello . Y eso --amable lector que hará bien en ver todo lo que pueda del cine de Bergman si aún no lo ha visto-- es mucho, pero muchísimo más de lo que multitud de cineastas jamás han logrado ni lograrán.
Foto: AP |
Coincido con el colega Javier Betancourt en la interrogante que se plantea respecto del futuro del cine de autor: ¿qué queda, o quiénes quedan? Él mismo responde que, por supuesto, el cine de autor no desaparece, “pero apenas sobrevive”. En efecto, Rohmer, Godard, Allen y Lynch, pero también, aunque de manera quizá no idéntica a la que dio origen al concepto mismo de cine de autor, los hermanos Cohen, Terry Gilliam, Paul Thomas Anderson, Todd Solondz…
LA HORA DE LAS ESQUELAS
A la hora de las esquelas y los obituarios, es práctica común hacer como dice José Agustín Goytisolo en su poema “Historia conocida”: “Hace tiempo hubo un hombre entre nosotros/ alegre, iluminado/ que amó, vivió, cantaba hasta la muerte,/ libre como los pájaros.// ¡Qué bonito sería! Nace, escribe,/ muere desamparado./ Se estudian sus poemas, se le cita/ y a otra cosa, muchachos.” Así con Bergman, así con Antonioni, de quien alguien por ahí recién afirmaba que Blow up (1966) “envejeció mucho”… --leo y releo el aserto, y al hacerlo y recordar la tremenda adaptación del cuento de Cortázar, más tengo la convicción de que la envejecida no es la película.
En afán de no contribuir demasiado a la simple declaración de los entusiasmos y el deslumbramiento personales, y para complementar la mirada que Carlos Bonfil echa sobre la filmografía bergmaniana asociada a Linterna mágica , el libro más conocido escrito por Ingmar, cedo la palabra a éste, con un entresacado arbitrario de citas tomadas de Imágenes (Tusquets, 2001):
“Una clara ventaja de la representación teatral es que se hunde en el mar del olvido y desaparece. Las películas quedan.”
“He hecho malas películas a las que tengo cariño. He hecho películas, objetivamente buenas, que me son indiferentes. Otras películas están sometidas, de una manera cómica, a mis cambios de actitud. A veces ocurre que alguien dice: ‘Esa película me gusta.' Entonces inmediatamente me alegro y a mí también me gusta esa película.”
“Amo y admiro a Tarkovski, y me parece que es uno de los más grandes. Mi admiración por Fellini es ilimitada. Pero me parece que Tarkovski empezó a hacer películas de Tarkovski y que Fellini últimamente ha hecho alguna que otra película de Fellini. Kurosawa nunca ha hecho una película de Kurosawa”.
“Ha llegado, por tanto, el momento de mirarse al espejo y preguntar: ¿qué es lo que pasa en realidad, Bergman ha empezado a hacer películas de Bergman?
”A mí me parece que Sonata de otoño es un triste ejemplo.”
“La armonía no me es una sensación insólita o ajena. Cuando mejor funciono es cuando me dejan vivir, sin ser atacado y apaciblemente, en una creatividad diaria, tranquila, donde puedo contemplar mi realidad, donde puedo ser bueno y no tengo que querer un montón de cosas y cumplir un horario estricto. Es un estado que me recuerda el cándido vegetar de mi infancia.”
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