|
|||||
|
|||||
El principal problema para los iraquíes es que, dada la “cultura de esta guerra de contrainsurgencia”, el ejército de ocupación “debe asumir que todos los nativos son hostiles” y que “un iraquí muerto es sólo otro iraquí muerto”. Para algunos, el hecho de que los iraquíes opusieran resistencia era considerado como una traición. Sólo el treinta y ocho por ciento de los infantes de marina y cuarenta y siete por ciento de los soldados considera que los iraquíes deben ser tratados con dignidad y respeto. Únicamente el cincuenta y cinco por ciento de los soldados y el cuarenta por ciento de los marinos dijo que reportaría a un compañero en caso de que matara o hiriera a un iraquí inocente. Las tropas rara vez pueden ver al enemigo, y su contacto con la población tiene lugar cuando éstas están listas para el combate. La frustración, mezclada con un deseo de venganza y una vena de crueldad humana que invariablemente crece durante las guerras, provoca espantosos abusos, como profanar cadáveres (mutilarlos, usarlos como accesorios para bromas, posar con ellos en fotos, etcétera), robar o destruir bienes de todo tipo, matar deliberadamente mascotas o animales de granja y violar o matar civiles sin motivo. REDADAS Las incesantes redadas en las que las tropas invaden hogares (de preferencia entre las once de la noche y las cuatro de la mañana) en busca de insurgentes, resultan las más de las veces fútiles agresiones que, cuando van bien, terminan con la casa “como si la hubiera sacudido un huracán”. Si encuentran cualquier cosa sospechosa o incriminatoria el padre es arrestado, si no, sólo es humillado enfrente de toda su familia. Cada familia puede tener un ak -47, pero si alguien tiene algo más se considera que la operación ha sido un éxito, aunque no se pruebe absolutamente nada. Entre los entrevistados, el sargento Dustin Flatt estimó que él había participado en “miles” de redadas de hogares en Tikrit, Samarra y Mosul, durante las cuales lo que hacían era “espantar de muerte a la gente”. El sargento Timothy Westphal comentó que en una ocasión, después de despertar a un hombre irrumpiendo en su hogar con lujo de violencia, pensó: “Acabo de aterrorizar a un hombre en nombre de la bandera estadunidense y no fue para eso que me enlisté en el ejército.” La mayoría de estas redadas se lleva a cabo con información deficiente, cuando no totalmente falsa. Como en otras circunstancias, la gente tiende a vengarse de sus vecinos o enemigos al acusarlos de ser insurgentes. Además, en muchas ocasiones, a los informantes se les paga por cada denuncia. “No somos la policía –dijo el sargento Geoffrey Millard– no podemos ir como detectives haciendo preguntas. Tiramos puertas a patadas, entramos y agarramos gente.” El especialista Garett Reppenhagen señaló que muchas veces ni siquiera sabían qué podían considerar como ilícito, además, al no entender la lengua (muchas veces actúan sin interpretes ya que no hay muchos y buena parte de ellos no son competentes), si encontraban algún cartel, libro o documento con el rostro de Muqtada al Sadr, de Sistani, o de quien fuera, simplemente arrestaban a los hombres, documentaban lo encontrado y dejaban que otros se encargaran de clarificar el asunto. Más de 60 mil iraquíes han sido arrestados desde el principio de la ocupación, la gran mayoría son inocentes y algunos son culpables de infracciones menores. En cualquier caso, las familias deben sortear el delirante laberinto kafkiano del sistema legal impuesto por los ocupadores para tratar de liberar a sus parientes. (Continuará) |