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Natalia
Núñez Silvestri
De islas y ballenas
Las
islas Coronado también
son una especie en peligro ¡protégelas!
Mirando
al suroeste se ve el contorno de las islas. A veces quedan dentro
de la franja brumosa del horizonte y se juzgan lejanas, de otro
mundo, como si fueran a desaparecer en un instante es el efecto
luminoso del crepúsculo; ese destierro aparente se
combina con la sensación de que al estirar la mano podría
cualquiera tocarlas, y evaporar, al contacto de ese gesto arrebatado,
tanta belleza.
Minúsculo en
la enormidad, un helicóptero cruza el cielo.
El sol estalla contra
el babor de un trasatlántico, y otro helicóptero y
otro más como parvadas de gaviotas y pelícanos. El
mar emite su rugido salvaje, constante, creciente. Recuerdo del
rugido salvaje de la ciudad, ¿es un camión? Por un instante
el recuerdo convence. Pero no, son las olas, las palabras del mar.
La bruma se monta sobre
la playa rebalsada por la marea; una línea de arena seca
alarga el paso hacia el sur y las islas se esfuman como fantasmas.
Otro pájaro de aspas rígidas cruza las alturas, delatando
su naturaleza alterada, los ojos brillantes uno rojo el otro
blanco y su sordera intermitente pretendiendo callar el sonido
de la tarde. No lo logra.
Protesta de Greenpeace en Tijuana por el rescate
de las Islas Coronado |
Hay
días que las islas se sumergen como ballenas en el Océano
Pacífico, se ocultan; ya nadie adivina sus coordenadas. Al
norte, al final de la playa mexicana, la serpiente de graffiti
se zambulle en el mar, viene de tierra adentro, bordeando la zona
franca de las ciénagas y la cárcel, de las neblinas
densas en las noches sin luna, por donde el paso forastero encaja
huella y pierde o gana la vida. La serpiente de lámina, la
de las cruces de los muertos y las muertas, la de escamas oxidadas
y engranes de milagritos, es el testimonio del olvido, pero también
de la vida. Las Coronado no están, se han marchado. La lejanía
es un trazo tendido de atmósfera, de anochecida ausencia.
Y las Islas, como las ballenas, encallan en las costas del planeta,
inquebrantable gesto de justicia poética; kamikazes de la
naturaleza que advierten el peligro de derramarse el mundo.
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