A Juárez
Carlos Pellicer
Sobria de barro indígena la verdad de tu vida.
Tuvo niñez de espigas y maduró en maíz.
Ganaste tu destino por la oveja perdida
y le diste a los árboles una nueva raíz.
Yo miro junto a un lago tu pobreza zurcida
y la mano del día que te dio su barniz.
La justicia en tus labios sus torres consolida
y tu solemnidad tiene un aire feliz.
Eres el Presidente vitalicio, a pesar
de tanta noche lúgubre. La República es mar
navegable y sereno si el tiempo te consulta.
Y si una flor silvestre puedo dejarte ahora
es porque el pueblo siente que en su esperanza adulta
tu fe le dará cantos para esperar la aurora.
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