Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 16 de noviembre de 2008 Num: 715

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Viajando
(cuentos cortos alternativos: el lector decide cuál final prefiere)

RICARDO GUZMÁN WOLFFER

Versos, 2
TITOS PATRIKIOS

El arte olvidado de la conversación
ADRIANA KOLOFFON entrevista con ROB RIEMEN

Raymond Carver, poeta del “realismo sucio”
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

La mentira
RAYMOND CARVER

Los rayos gamma en 2012
NORMA ÁVILA JIMÉNEZ

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
Núm. anteriores
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Festival Ola Nueva

Justo ahora, cuando lo que se entiende como lo real amenaza con desmoronarse, es que iniciativas como la emprendida hace tres años por el director y dramaturgo acapulqueño Gabriel Brito cobran una importancia impostergable. Ola Nueva, el ciclo de lecturas dramatizadas, conferencias y talleres que se realiza cada otoño en el puerto ha llegado a su tercera edición, reducido y limitado por circunstancias atribuibles a la burocracia cultural local, aunque ello no haya obstado para cumplir con la que es su finalidad última: establecer vínculos entre una comunidad específica a través del arte teatral.

Brito, y por extensión el evento que diseña, dirige y coordina, empieza a comprender el lugar que el teatro tiene en las sociedades contemporáneas. Mazmórrico, proclive más a la epifanía de la intimidad que al impacto masivo, el hecho escénico acapulqueño no está para competir con los antros de la Costera, sino para atraer a todo aquel que, aturdida su sensibilidad, busque un remanso para apearse del remolino. Si el destino del teatro en cualquier gran metrópoli parece ser el descrito, imagine el lector a lo que los hacedores de teatro, ese capricho para unos cuantos, deben enfrentarse en un lugar repleto de atractivos para la carne y el espíritu.

Se ha dicho ya que la presente edición de Ola Nueva se antojó disminuida con respecto a las dos que la precedieron, sobre todo en lo referente a su duración y a la cantidad de lecturas y eventos de su programación. Ello no inhibió que lo conseguido sea significativo y trascendente para la comunidad de teatreros y público acapulqueños. La elección del organizador, consciente de lo limitado de sus recursos, pareciera acertada: concentrarse en lo formativo antes que en lo estrictamente espectacular. La invitación extendida a Fernando de Ita y Luis Mario Moncada para dictar conferencias, y a los dramaturgos y directores Fernando Martínez Monroy, Zaría Abreu, Mariana Hartasánchez y Carlos Nóhpal para impartir los talleres que desembocaron eventualmente en la presentación de las distintas lecturas escenificadas, configuró el espacio perfecto para un intercambio fructífero y dialéctico, que permitió a los actores y directores acapulqueños confrontar sus certezas y dudas sobre el oficio con las ideas de los fuereños, y permitió al público presenciar trabajos que, pese a las condiciones materiales y logísticas adversas, estuvieron marcados por un mayor nivel de calidad que en ciclos anteriores. De las adversidades materiales ya hablaremos; respecto a las logísticas, valdría enfatizar que no pueden atribuirse enteramente a las autoridades locales, y que se vuelven un aspecto a pulir de cara a lo que viene.

El camino ha sido más importante que el punto de llegada, pero no por ello va a obviarse lo presenciado en las tablas o, mejor dicho, en el anfiteatro y en un salón reducido y calurosísimo del Centro Cultural Acapulco. La oportunidad de presenciar Jugar a morir, el resultado de una extensa investigación de Zaría Abreu sobre la vida y obra de la poeta argentina Alejandra Pizarnik, deja ver ya, en medio aún de su proceso de escritura y montaje, algunos hallazgos notables que han de despojarse de un enfoque desnivelado para crecer y alcanzar su plenitud dramática. Los primeros pasos del acapulqueño Ilián Blanco en la dirección de escena dejan ver rasgos estimulantes. Riñón del cerdo para el desconsuelo, del xalapeño Alejandro Ricaño, dejó ver lo logrado de su poética, pese a que el abordaje tonal de Hartasánchez pareció un tanto inadecuado. Actores jóvenes como Elisa López, Enock Rodríguez y el propio Blanco dejan ver que, pese a las carencias y en parte gracias a ellas, esta sigue siendo tierra de actores.

Lo celebrable y encomiable de Ola Nueva III no puede hacernos soslayar el hecho de que las autoridades locales no hayan estimulado una iniciativa de este tipo. Más allá de eso, pareciera que de hecho la obstaculizaron; cuando una directora de recintos se rehúsa a facilitar un auditorio si no hay cierto dinero y confina el evento a un salón que devino sauna, uno piensa que se anteponen intereses personales a los comunitarios, que debieran ser prioritarios para un funcionario público. El día en que esto se entienda, acaso cierta transformación habrá ocurrido. Habrá que pedir que no pase demasiado tarde, cuando todo haya sido ganado irremediablemente por la estulticia.