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Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Viajando
(cuentos cortos alternativos: el lector decide cuál final prefiere)
RICARDO GUZMÁN WOLFFER
Versos, 2
TITOS PATRIKIOS
El arte olvidado de la conversación
ADRIANA KOLOFFON entrevista con ROB RIEMEN
Raymond Carver, poeta del “realismo sucio”
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR
La mentira
RAYMOND CARVER
Los rayos gamma en 2012
NORMA ÁVILA JIMÉNEZ
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Las Rayas de la Cebra
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Mentiras Transparentes
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En Nobleza de espíritu (Dirección de Literatura, UNAM, DGE /Equilibrista), libro escrito a partir de conversaciones entre distintos personajes de la historia, Rob Riemen (Países Bajos, 1960) recupera el significado de palabras como verdad, nobleza de espíritu y conversación, en una sociedad narcisista donde la vida se reduce a los audífonos, a la computadora y los videojuegos que propician el aislamiento y el empobrecimiento del lenguaje. En el mundo de la actualidad, ¿cuál es el papel de los intelectuales?, se pregunta Rob Riemen, gran lector de los clásicos griegos, humanista en el sentido amplio del término. Rob Riemen es el fundador y director, junto con su esposa Kirsten Walgreen, del Nexus Instituut que fomenta el debate filosófico-cultural, y donde han participado como conferencistas Susan Sontag, J. M. Coetzee, Mario Vargas Llosa y George Steiner, entre otros intelectuales.
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El arte olvidado de la conversación
Adriana Koloffon
entrevista con Rob Riemen
Fotos: Robert Goddyn |
– ¿Cuál es su propósito de reivindicar, en Nobleza de espíritu, la conversación en el sentido etimológico de esta palabra: cum (con) versare (examinar, meditar)?
– Lo peor que se le puede hacer a alguien es no hablarle: esto es lo más grave que puede sucederle a una relación, no volver a hablar. Los seres humanos somos animales sociales con una necesidad constante de expresar nuestras emociones y experiencias; para eso necesitamos a alguien que nos escuche. Si nadie la escucha, el resultado es un grito análogo al del cuadro de Edvard Munich que denota un terrible desconsuelo, sentimiento que no tendría si alguien la escuchara. El segundo paso es que alguien comprenda sus emociones y experiencia. Por último –como intento mostrar en mi libro–, una noción antigua que me interesa rescatar es la búsqueda. Todos nos levantamos por la mañana, nos miramos al espejo y pensamos qué vamos a hacer con nuestro tiempo. La vida es una búsqueda ¿de qué? Del descubrimiento de la verdad. Sabemos lo que significa la verdad, sólo basta con escuchar.
– En el libro presenta dos posturas opuestas sobre la verdad, de dos intelectuales en La montaña mágica, de Thomas Mann: la de Naphta y Settembrini...
– La postura de Naphta es la de los fundamentalistas, trátese de religiosos o comunistas. Es una posición seductora porque hace la vida más fácil. La otra opción es que nosotros debemos encontrar la verdad y como nunca estamos completamente seguros de haberlo hecho, decidimos conversar sobre nuestras respectivas experiencias. Un buen ejemplo de ello es el final de la Ilíada, cuando el padre de Héctor le pide a Aquiles el cuerpo de su hijo, quien fue asesinado. Aquiles controla sus emociones y dice: sentémonos juntos, comamos juntos, te regresaré el cuerpo de tu hijo. Esta última transformación donde Aquiles se vuelve más humano implica un acto de sentarse a comer juntos, en suma, una comunión. El hecho de sentarse a comer juntos y platicar es un acto de humanidad. En nuestra sociedad la gente no se reúne más para desayunar o comer. Todo se reduce a una frase: “ve la televisión, come algo y ten un buen día”. En los restaurantes el ruido es excesivo. La gente le teme al silencio. Le hemos restado calidad a nuestras vidas.
– En Lenguaje y silencio, George Steiner se refiere a la proliferación de palabras semejante al ruido que impide que éstas se transformen en la Palabra, ¿el significado?
– Me da mucho gusto que mencione este libro, un clásico, creo que todos deberían leer. Es un libro de los sesenta o setenta donde Steiner escribe sobre las consecuencias de la mentira, de la propaganda y del ruido. Paul Celan, cuyos padres fueron asesinados por los nazis, ya había hablado acerca de la dificultad de expresarse en una lengua utilizada por los nazis. Sucede algo parecido con el parloteo, la charla vacía en nuestra sociedad. ¿Cuáles son las consecuencias de no creer más en el significado de las palabras? Si me dice: soy su amiga, pero esta palabra ha perdido su significado, ¿cómo podemos ser amigos? Usted me dice: “confíe en mí”. Pero si la palabra confianza ya no significa nada, ¿cómo puedo confiar en usted? Steiner, Celan e inclusive Nietzsche han manifestado que el significado de las palabras es primero. Cuando los nazis invadieron Alemania, ¿qué hizo Thomas Mann? Empezó a escribir en su imaginación la historia de José y sus hermanos [a partir del Antiguo Testamento], y cómo descubrieron a Dios. Mann pensaba que su obligación como escritor era devolverle el significado a las palabras: ¿Cuál es el significado de la verdad? ¿Cuál es el significado de Dios? ¿Cuál es el significado de la fe? ¿Cuál es el significado del significado? Esto es en esencia lo que hacen los grandes poetas: Joseph Brodsky, Octavio Paz, Mandelstam, Borges: todos ellos comprendieron que hay algo sagrado en cada palabra. Debemos comprender al lenguaje para comprendernos a nosotros mismos y comunicarnos. Si no hay una presencia del significado en el lenguaje, perdemos nuestra humanidad y nos transformamos en animales. Quítele a la gente el lenguaje y sólo queda el lenguaje corporal evidente en las películas de James Bond o en Top gun, donde los hombres fuertes se callan y disparan. Es significativo que estas películas sean populares, puesto que reflejan nuestros ideales y nuestras creencias sobre lo que consideramos personajes ejemplares. Los asesinos en las escuelas son personas completamente aisladas que se sienten desconectados de su entorno, y la única forma en que son capaces de expresarse es disparando.
– ¿A qué grado hemos degradado nuestra humanidad?
– ¿Cuál es la finalidad del consumismo? Hacer de la gente un animal consumista: sólo come y compra, nada más. Este es un aspecto totalitario del capitalismo donde todo se reduce a una cosa: cómo se puede producir dinero. Y serás un buen amigo mío mientras seas útil para hacer dinero, y serás un buen empleado mientras me sirvas para hacer más dinero. Ya hemos visto las consecuencias de no ser capaces de sostener una buena conversación. Alguna vez un profesor me hizo la siguiente observación: en el Nuevo Testamento, nuestro amigo de Nazareth come todo el tiempo. Va de una cena a otra y si no hay vino, transforma al agua en vino. Toda su vida se la pasa comiendo. Aún en un ámbito religioso es de suma relevancia el hecho de sentarse a comer juntos.
– ¿Cuál es el papel del intelectual en la sociedad de la actualidad?
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– En el ultimo capítulo de Nobleza de espíritu abordo el tema del papel de los intelectuales. Tener la oportunidad de levantarse por la mañana, leer libros y escribir es una posición privilegiada en nuestra sociedad. ¿Cuál es el propósito de ser un intelectual? ¿Para qué darle la oportunidad a la gente de ir a la universidad y estudiar literatura? El único objetivo puede ser, como lo dijeron mis héroes Sócrates y Thomas Mann, la importancia de que en cada sociedad, donde la gente se dedica a distintos trabajos y tiene diversas responsabilidades, haya un grupo de personas con la capacidad de ejercer la crítica y de distinguir entre el bien y el mal, entre lo falso y lo verdadero. También para vigilar cuáles son los valores más altos de la vida. Las obras maestras del arte necesitan una interpretación. ¿Por qué el totalitarismo aniquila primero a los intelectuales? Porque representan las posturas disidentes necesarias en una sociedad. Mi desacuerdo en relación con los puntos de vista de algunos intelectuales en torno a los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York fue que, en mi opinión, justificaban algo que jamás justificaré: el asesinato. Quienes utilizan la violencia se expulsan a sí mismos de la sociedad. Nunca habrá una justificación para matar a 3 mil personas inocentes. Después de escuchar a los intelectuales que no fueron capaces de establecer una distinción entre el bien y el mal, pensé: ¿Cómo puedo continuar siendo un escritor? ¿Cómo puedo decirle a la gente que lea libros, que escuche música? Así que decidí regresar a la historia, a Thomas Mann, quien vivió el mismo fenómeno. En La montaña mágica introduce a intelectuales muy renombrados que eran absolutamente fascistas. En mi libro presento el debate entre Camus y Sartre, y uno de los problemas es que la traición de los intelectuales siempre proviene de una politización de la mente. Cuando la realidad se reduce a una postura política sólo hay dos opciones: derecha o izquierda, progresistas o conservadores. El fin de la amistad entre Sartre y Camus aconteció cuando Camus dijo: suficiente, me rehúso a emitir una verdad y un juicio moral sobre política, y esto lo hizo no porque se hubiera vuelto conservador; no era religioso, sino agnóstico. El papel de los intelectuales es el del outsider, ser crítico con lo que sucede en el mundo del poder porque siempre hay un elemento destructor en éste.
– ¿Es imprescindible la nobleza del espíritu, noción en boga durante el siglo XVI?
– En Nobleza de espíritu escribo sobre este concepto. Elisabeth Mann –la hija de Thomas Mann–, quien era mi amiga, me alentó a escribir el libro y me recordó lo que su padre dijo: la nobleza del espíritu es la única corrección para la historia de la humanidad. Si ésta es una historia de guerras, de violencia y de asesinatos, Mann pensaba que sólo la nobleza de espíritu puede corregir al alma humana. Es un ideal aristocrático y democrático a la vez, porque no se necesita dinero ni talento especial para vivir la vida con nobleza de espíritu. Todo mundo puede hacerlo. Todo mundo debe hacerlo. La búsqueda –y regreso al inicio de nuestra conversación– tiene por finalidad saber: ¿qué puedo hacer con mi vida?, de modo que al final de mi vida sea capaz de decir: está bien, hice lo que tenía que hacer, le di calidad a la vida, a la mía y a la de otros. Es lo que Sócrates afirmaba: cuidar de la propia alma. Y Spinoza: debemos volvernos libres. Vivir en una sociedad libre implica sobrepasar nuestros miedos, nuestros prejuicios, nuestra estupidez, nuestros deseos. Estas nociones de Sócrates y de Thomas Mann fueron escritas para nosotros, no para los políticos, ni para los académicos, ni para los ricos ni las celebridades.
– ¿Cree que la crisis actual del capitalismo producirá un cambio espiritual?
– Esta es una llamada de alerta. Durante su juicio, Sócrates le dice a la gente que lo quiere mandar asesinar: no voy a cambiar mi vida, seguiré practicando la filosofía y yo les digo, amigos, que si ustedes gastan su tiempo haciendo dinero y no tienen tiempo para ocuparse de su alma, están cometiendo el error más grande de sus vidas. Lo dijo hace 2 mil 500 años. Sócrates podría decir lo mismo ahora en Wall Street, en Nueva York. La diferencia es que debemos preguntarnos: ¿cómo es posible que los gangsters de Wall Street fueran nuestros héroes? Se publicaban sobre ellos largos artículos en las revistas y lo que hicieron fue sólo espuma que no era trabajo real. La especulación no es ningún tipo de trabajo. El dinero es un instrumento, no un fin. Así que creo que todos somos culpables de crear esta situación. Nos engañamos a nosotros mismos. Todavía no podemos ver las consecuencias que serán severas en todo el mundo. La primera lección es: hacer dinero nunca debe ser el principal objetivo de nuestras vidas. Si comprendemos esto, será un gran paso, mucho más grande que preocuparse sobre las posibilidades de Obama de ser electo presidente, porque esto nos concierne a todos. Si ahora no comprendemos las causas de estas consecuencias, sucederán cosas mucho peores: pobreza, resentimiento, violencia.
– ¿Nos queda alguna esperanza?
– Claro que hay esperanza. Mucha. No estamos perdidos en la historia. Todos somos responsables de ello, podemos cambiar nuestras vidas. Haremos las cosas de un modo distinto. Puede ser un pequeño paso, aunque muy significativo, el hecho de que cada quien empiece por cambiar su propia vida. Si todos aceptamos nuestra responsabilidad, ya sea que nos dediquemos a administrar un hotel o a hacer negocios o al periodismo, no importa qué hagamos, podríamos empezar el cambio desde ahora. No necesitamos una revolución. |