Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 19 de octubre de 2008 Num: 711

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El fin del mundo ya pasó
BRUNO ESTAÑOL

Los milagros expresivos de la poesía
JAVIER GALINDO ULLOA entrevista con JUAN GELMAN

Henry Miller: antes de regresar a casa
ANTONIO VALLE

J.M.G. Le Clézio: un Nobel multipolar e inclasificable
LUIS TOVAR

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Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


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Javier Sicilia

El espejo y la poesía

A lo largo de la historia el espejo ha sido un tema recurrente en la literatura. Ese objeto que refleja invertido el mundo que tiene enfrente, ha provocado las más insólitas reflexiones y los más maravillosos relatos. Desde el mito de Narciso hasta la Alicia de Carroll y algunos poemas de Borges, pasando por Drácula, que se vuelve invisible delante de esas superficies estañadas, el espejo guarda mil incógnitas: entraña de un mundo misterioso, reflejo de la realidad que, dice Foncuberta, “nos ‘devuelve' la imagen [...] como si entre la imagen y [su reflejo] existiera un lazo de correspondencia infinitesimal”, una exacta duplicación del objeto o, como dice la leyenda de un espejo chino conservado en Hanoi (“Como el sol, como la luna, como el agua, como el oro, sé claro y brillante y refleja lo que hay en el fondo de tu corazón”), un revelador de lo que guarda el corazón y la conciencia; una voz visual, diría Grimm a través del espejo de Blancanieves, de la verdad.

La etimología que, enseña Isidoro de Sevilla, guarda en la raíz de la palabra el sentido, nos permite rastrear algo más. Speculum, de donde proviene espejo, ha dado en nuestra lengua también la palabra especular que originalmente, dice Foncuberta, “significaba observar el cielo y los movimientos de las estrellas con ayuda de un espejo”. Esta palabra abstracta que, en nuestro mundo extremadamente racionalista, designa una operación absolutamente intelectual, tienen, sin embargo, otro sentido tanto en el mundo antiguo y medieval como en el mundo poético. Para ellos –aunque el poeta haya perdido esa conciencia– la verdad, que está en el cosmos –los templos, recordemos, son imágenes, un doble del cosmos– sólo puede ser vista, como lo dice San Pablo, entre espejos, es decir, mediante reflejos. Aunque un día –vuelvo al Apóstol de los Gentiles– conoceremos como somos conocidos, nuestra condición de hombres en el mundo sólo nos permite conocer la verdad a través de imágenes que, según la tradición cristiana interpretada con las categorías del lenguaje de los griegos, son improntas, huellas de la verdad de Dios en su creación. Mirar la verdad es así un juego de espejos, y la poesía una manera de espejear, de especular, en el sentido antiguo, es decir, una manera de mirar esa impronta, de hacerla visible, como el espejo permitía explorar el cosmos.

Contra el pensamiento racionalista y duro de los modernos que creen que la verdad puede ser explicada por la razón objetiva y mostrada en su implacable realidad –ese pensamiento que, bien dicen los postmodernos, nos ha conducido de las hogueras de la Inquisición a los genocidios modernos de la raza, el proletariado y la democracia–; pero también, contra el pensamiento débil de los postmodernos, para quienes la verdad no existe o, en el mejor de los casos, es incognoscible –un pensamiento que nos está conduciendo a este mundo igualitario, uniforme e inane donde no sólo todo es posible, sino donde, ajenos a cualquier punto de referencia, de orden cualitativo y de límite, sólo nos deja al hombre reducido a sus pobres deseos (que llama derechos) y a la tolerancia–, se levanta la poesía. Ella, semejante al espejo, nos dice en su humildad que la verdad existe, pero no puede ser dicha totalmente. Al igual que la especulación de los antiguos y de los medievales, ella nos la muestra, pero ese “mostramiento” no es el gemelo de la verdad, sino su imagen, un conocimiento mediante el reflejo, es decir, tan parcial como misterioso e infinito. El espejo de la poesía no refleja al vampiro –símbolo del mal que es ausencia de bien–; guarda, sin embargo, un mundo extraño e insondable como el de Alicia que, si se toma como la verdad real, nos ahoga, semejante a Narciso, en sus entrañas. Es también, como en Blancanieves y en la leyenda de espejo chino, un reflejo de las sustancias insondables de la verdad que es el reverso oculto y oscuro de las cosas en Dios, “el río interminable –escribía Borges en su “Arte poética”–/ Que pasa y queda y es cristal de un mismo/ Heráclito inconstante, que es el mismo/ Y es otro, como el río interminable”.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos de Atenco y de la APPO, y hacer que Ulises Ruiz salga de Oaxaca.