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Brito y Jiménez:
el rótulo del arte
RICARDO VENEGAS
Gritos de la noche
KLÍTOS KYROU
Realidades artificiales
y mentiras globales
JUAN MANUEL GARCÍA Entrevista con EDUARDO SUBIRATS
Introducción a Giacometti
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Alberto Giacometti
Carta a Pierre Matisse
El diálogo poético de Giacometti
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LA VÍA APRIA DEL SIGLO XXI
GABRIELA VALENZUELA NAVARRETE
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La vía digital,
Héctor Perea,
Conaculta,
México, 2007.
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Hablar hoy en día de cómo internet se ha hecho parte de nuestras vidas casi resulta inútil, es decir una obviedad: en diez años, la aceptación de la red ha rebasado con mucho a otros adelantos tecnológicos que tuvieron que soportar más tiempo antes de ser aceptados. Sin embargo, la lógica consecuencia es que lo que hace diez años nos maravillaba, hoy ya no nos sorprende.
Leer La vía digital es como mirar un álbum de fotografías y ver cuánto hemos cambiado en diez años. Pero dicen los físicos que el tiempo en realidad corre en ambas direcciones, así que no es sólo recordar el pasado, sino también vislumbrar el futuro: el futuro de la Asociación Internacional de Hispanistas, por ejemplo, cuyo presidente expresaba su desconfianza hacia la red en los noventa, y hoy en día publican las actas de su congreso en cd para abaratar costos y hacer más accesibles sus materiales. O el futuro de la supuesta competencia entre el libro impreso y el libro electrónico o digital. Si los bajos costos de las ediciones digitales son una ventaja agregada cuando se refiere a libros, ni qué hablar de los periódicos.
En 1997, Perea hablaba de los pocos suplementos que se iban subiendo ya al ciberespacio; hoy en día, seguramente las búsquedas virtuales superan con mucho a las consultas en hemerotecas de los diarios nacionales, con una ventaja adicional: también se pueden consultar suplementos de otros países que antes casi era imposible conocer.
¿Cuánto pensábamos tener que esperar antes de que las disciplinas sociales tuvieran que ocuparse de un fenómeno masivo como es internet? La literatura, por ejemplo, sin duda ha encontrado nuevas posibilidades en la era digital. Sin embargo, tiene sus detractores que arguyen, y no sin razón, que no todo lo escrito en la red puede considerarse literatura, pero ejemplos de cómo la literatura ha recibido las influencias de la red hay muchos, como el Virtuality Show “Caza de letras” que organizó la unam el año pasado, y que sin duda fue un éxito con sus más de 180 mil visitantes. Cuando se dieron a conocer los nombres de los ganadores, éstos dejaron en claro que pretenden renovar la narrativa mexicana, como en su momento anunciaron otros escritores, como los del Crack, quienes reconocen que ese grupo jamás hubiera podido existir sin el recurso del correo electrónico.
¿Qué será de la literatura y las humanidades en once años, cuando se publique la segunda parte de La vía digital ? Hace once años con Earthwatch ya se podía visitar cualquier ciudad que uno quisiera con sólo apretar un botón del mouse; hoy, con Google Earth yo pude ver de qué color está pintado el edificio donde vive mi amiga carioca sin nunca haber visitado Río de Janeiro. Creo que, aunque vayamos aceptando más y más las nuevas tecnologías en nuestras vidas, como ya proponía Héctor en las columnas que escribía hace algunos años, todavía tendremos libros impresos por un rato.
EL MUNDO FRAGMENTADO DE HARUKI MURAKAMI
SUSANA CORCUERA
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Sputnik, mi amor,
Haruki Murakami,
Tusquets editores,
México, 2007.
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Haruki Murakami nació cuatro años después de la destrucción de Hiroshima y Nagasaki y ya era un escritor consagrado cuando la secta Verdad Suprema atentó contra el metro de Tokyo. En contraparte con la violencia de estos hechos, su abuelo era un monje budista y sus padres enseñaban literatura japonesa. Es difícil saber qué tanta influencia tuvo en su escritura el entorno en que creció; lo que sí podemos decir es que, por dramáticos que sean sus argumentos, el lector se queda con la sensación de que en alguna parte existe un mundo alterno en el cual refugiarse, un lugar en donde la luna flota “blanca y taciturna en el cielo como un huérfano inteligente”.
Quizá justamente por haber crecido en un país que intentaba recuperarse del trauma de la bomba atómica, uno de los temas recurrentes en la obra de Murakami sea la soledad intrínseca del ser humano. La incapacidad de hacer contacto con el otro, la barrera que nos impide no únicamente comprender a los demás, sino conocernos a nosotros mismos, se dibuja claramente en Sputnik, mi amor. En Tokio, Sumire y K se aferran el uno al otro para escapar de una sociedad alarmantemente parecida a un hormiguero; la isla griega donde Sumire decide meterse en la cama de Myu y enfrentar la posibilidad del rechazo, es el escenario ideal para que las dos mujeres forjen una relación basada en el placer de una convivencia distinta a la que suele vivirse en las grandes ciudades.
La novela abre con la descripción de un enamoramiento demoledor como “un tornado que barre en línea recta una vasta llanura.” Sumire se tarda veintidós años en sentir una emoción que amenaza con volverla loca; el sentimiento es tan fuerte que, a su lado, descubrir que es lesbiana resulta intrascendente. Lo único importante es que está dispuesta a convertirse en otra persona para acercarse a una mujer casada, diecisiete años mayor que ella. Y que el viaje no tiene regreso. En Tokio, en París o en la pequeña isla griega, la furia del tornado la perseguirá sin tregua. Y ni Myu ni K, por mucho que la quieran o deseen, podrán rescatarla de las ráfagas que pasan sobre ellos, disminuidas.
Sumire nos conquista porque bajo su pretensión de ser la última revolucionaria se esconde la complejidad de una mente infantil; porque detrás de sus manías y de su obsesión por ser una famosa escritora, se asoma un ser humano vulnerable con quien es fácil hacer contacto. Por eso a K le cuesta seguir adelante sin que las llamadas de Sumire lo despierten a medianoche para preguntarle la diferencia entre signo y símbolo, o para desarrollar singulares teorías sobre el lesbianismo. Por eso Myu –una mujer con una historia tan fascinante como aterradora– quisiera corresponder a su pasión. En cuanto al lector, al cerrar el libro espera que en alguno de los mundos alternos de Haruki Murakami la misma luna que brilla en su cielo ilumine el camino de Sumire.
FABULAR, CONFABULAR, REFABULAR
RAÚL OLVERA MIJARES
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Confabulario,
Juan José Arreola,
Fondo de Cultura Económica,
México, 2007.
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Más de medio siglo ha pasado para que el Fondo de Cultura Económica sacara en su colección Grandes letras una edición casi facsimilar de la primera, que viera la luz en 1952. Entre una y otra asoma su tímida nariz Confabulario total (1941-1961). El presente cuadernillo en carta de color amarillo y negro, en letra grande como para niños o cortos de vista, en tiraje limitado de mil ejemplares, viene a vestir con los colores de hoy a un autor que se ha vuelto un clásico de las letras hispánicas.
Entre el teatro y la prosa breve, Arreola deambuló con sus textos de ficción y su quehacer como formador de escritores durante la segunda mitad del siglo xx. Plagado de ecos de autores de prosa, aguda y oscura, como Giovanni Papini, Franz Kafka, Marcel Schwob y tantas otros maestros de la fantasía, la brevedad y el texto más o menos hermético, la obra de Juan José Arreola sigue teniendo una frescura o un estilo tan cuajado como cuando apareciera por primera vez. El lector sigue quedándose helado, al principio, con su prosa exacta, juguetona, que inhiere in medias res en una materia narrativa, donde fantasía, estilo y juegos formales alcanzan una rara unidad.
Fruto de su oficio como corrector de pruebas, aprendiz de escritor y actor, que llegara a dar colofón a su oficio bajo la férula nada menos y nada más que de Louis Jouvet de la Comédie Française , estos textos acusan la madurez temprana de un hombre de letras quien, por aquel entonces, pasaba ya de los treinta sin rebasar los cuarenta. Confabulario sería el título clave del autor, bajo el que varias veces intentó reunir su obra completa como en Confabulario personal (Bruguera, 1980) o bien Confabulario definitivo (Cátedra, 1986).
Dos vertientes pueden descubrirse en la versión primera de Confabulario: una que habrá de llevar a Varia invención (Fondo de Cultura Económica, 1949) y La feria (Joaquín Mortiz, 1987), del relato que se ensancha en novela, rara vez cuento hecho y derecho; y otra, la de Bestiario (México, Joaquín Mortiz, 1972), que es la de la prosa de arte menor o poema en prosa, como otros prefieren llamarlo. Llave mágica del buen tono, oído y sensibilidad para los hallazgos del mejor estilo extranjero, con un gran conocimiento de la prosa clásica castellana y una gran socarronería con los matices más sutiles del alma mexicana. Clásico y moderno, autor nacional y universal, actor y autor, gran entusiasta del ajedrez, el futbol y las mujeres, la huella de Arreola ha de continuar sin borrase por mucho tiempo más.
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Corte de caja. Entrevista al Subcomandante Marcos,
Laura Castellanos (textos),
Ricardo Trabulsi (fotografías),
Búnker/Alterno,
México, 2008.
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Esta es la “versión larga” de la conversación sostenida entre Marcos y la autora, parte de la cual apareció en el número decembrino de 2007 de la revista Gatopardo. Aquí, en palabras de Guillermo Osorno, se “explica con toda amplitud y paciencia muchos aspectos recientes de la encrucijada zapatista”.
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