Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 25 de mayo de 2008 Num: 690

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Brito y Jiménez:
el rótulo del arte

RICARDO VENEGAS

Gritos de la noche
KLÍTOS KYROU

Realidades artificiales
y mentiras globales

JUAN MANUEL GARCÍA Entrevista con EDUARDO SUBIRATS

Introducción a Giacometti
YVES BONNEFOY

Alberto Giacometti
Carta a Pierre Matisse

El diálogo poético de Giacometti
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ

Dos poetas

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Hugo Gutiérrez Vega

OTRO MILAGRO DE EL MILAGRO

El Milagro y sus iniciadores y animadores, Daniel Jiménez Cacho, Pablo Moya, David Olguín y Gabriel Pascal lucharon casi quince años para construir y echar a andar un teatro ubicado en el centro de la ciudad, y dedicado a la experimentación y a la búsqueda de nuevos lenguajes teatrales. No olvidemos que El Milagro es una asociación múltiple: edita libros de teatro y cine, realiza puestas en escena y está presente en los momentos fundamentales del teatro de nuestra ciudad. Este conjunto de actividades se realiza por artes de milagrería y por la voluntad heroica de cuatro hombres que han hecho del teatro y de su difusión editorial una forma de vida y un acto civilizatorio en este país nuestro tan necesitado de esas pequeñas-grandes empresas (vea el lector el impresionante catálogo de ediciones de El Milagro), y del entusiasmo creador de los que impulsan nuestra vida artística.

En el programa de inauguración de la sala teatral, los miembros de la asociación nos hablan de su anhelo de que su teatro “se convierta en un lugar entrañable para fortalecer el sentido de comunidad, identidad y pertenencia”. Curiosamente, la obra inaugural es una reflexión sobre la violencia, ese fenómeno social, esa monstruosidad que pone en peligro nuestro sentido de comunidad, identidad y pertenencia.

Ionesco y Dostoievsky son las voces que están detrás de la obra de David Olguín, Siberia . El autor de La cantante calva aporta su malestar existencial y su perplejidad ante las contradicciones del mundo de los hombres. Dostoievsky nos entrega todas las prodigiosas certezas sobre el crimen y el castigo y sobre la perplejidad en que se hunde el criminal. “En vez de la didáctica surgía la vida”, balbucea el asustado Raskolnikov.

Rodrigo no sabe la razón por la cual se ve obligado a asesinar a la prostituta Mariana; Juan Carlos, el ebrio melancólico, titubeante, y a ratos incongruente, toma parte en el juego, mientras que Laura, el demonio interior, recorre el escenario acusando, hostigando y demoliendo moralmente a los personajes que son emblemáticos de la violencia que acogota al mundo actual, a nuestro país y a nuestra ciudad.

La puesta en escena de David Olguín es rigurosa y deliberadamente busca la incongruencia propia de la violencia gratuita y pavorosamente destructora. Enmarcada en una escenografía muy ingeniosa y una iluminación impecable del siempre acertado Gabriel Pascal, la obra tiene muchas entradas y salidas, algunas de ellas a través de las paredes de la misma escenografía. Sus personajes se abren paso en los meandros de la maraña moral del crimen (en este caso sin castigo: “Estamos en un país sin leyes”, afirma uno de los personajes), y se hunden en diálogos casi ionesquianos, en los que el lenguaje se deshace como la arena de la playa y la incomunicación se instala.

Dos grandes actrices, Laura Almela y Mariana Jiménez llenan el escenario con sus fuertes personalidades y señalan los caminos de la obra. Mariana hace una prostituta atractivísima que, tal vez por esa razón, es la víctima de la violencia que le llega, sin aviso de ningún tipo, con el golpe seco de una bala disparada por el revolver de una persona que no sabe lo que está haciendo, pero está dominada por la compulsión de matar, por el deseo de hacer daño.

Laura Almela, en plena madurez artística, hace varios personajes y a todos ellos los dota de una ambigüedad de género y de talante moral capaz de crear la confusión deseada por el autor.

Mariana y Laura son ya, sin duda, en este país de actrices (Héctor Mendoza es promotor principal de este caudal de excelentes actrices que han enriquecido nuestro teatro), dos presencias poderosas capaces de llenar la escena con sus voces y sus cuerpos perfectamente dominados, como lo exige la formación actoral japonesa. Rodrigo Espinosa y Juan Carlos Vives cumplen con decoro sus papeles presididos por la ambivalencia moral y el desorden de los sentidos. Los dos son actores contenidos y discretos que saben ponerse a las órdenes de sus personajes.

Ahora tendrán que venir los aumentos de subsidios y mayores apoyos oficiales. El sentido común así lo indica. Por lo pronto El Milagro realizó otro de sus milagros y nuestra ciudad ganó un nuevo espacio teatral. Esperemos con ansia el estreno de la versión de Daniel Jiménez Cacho de Persona, de Bergman, actuada con voz y con silencio (sólo una palabra: nada) por Mariana y Laura.

[email protected]