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Heriberto
En el mundo de la dirección orquestal existe un número abundante de nombres célebres; dentro de ese repertorio nominal, hay dos prestigios que me resultan incomprensibles: el de Toscanini y el de Von Karajan. Dejo a otros la reflexión acerca de por qué es fascinante la velocística y aplanada versión que de la Quinta de Beethoven hizo el italiano (indicio de otras cosas que deshizo): hoy trataré de vislumbrar la fama del director austriaco.
Actualmente, hay un amplio abanico de directores y estilos interpretativos, los cuales van desde la llamada dirección filológica (investigación alrededor de partituras históricas –ediciones y manuscritos originales– e instrumentos de época), como en los casos de Jordi Saval, John Eliot Gardiner o Harnoncourt, hasta la dirección “romántica” tradicional, como la realizada por Barenboim. Para efectos del gusto musical, no se trata de optar por uno solo de los estilos interpretativos, aunque haya quienes así lo prefieran, sino de apreciar los avances musicológicos y la profundización en las calidades del texto que supone la versión ofrecida por cada director. En el caso de Von Karajan, cuya fama comenzó a expandirse a comienzos de los años setenta, éste supo vender al público la imagen del Herr Direktor, no exenta de pintoresquismo, como el de dirigir de memoria y con los ojos cerrados (vacuidades que, de otra manera, también ofrecería Leonard Bernstein). Además de eso, su constante presencia en las grabaciones de Deutsche Grammophon, al frente de la Orquesta Filarmónica de Berlín, ayudaron a consolidar lo que se conoció como el “sonido Karajan” y el ascenso del mito: dar un apellido reconocible hasta para quienes nunca fueron melómanos, hacer de sus discos un punto de referencia para casi toda la música mal llamada “clásica” y creer que él era el director por antonomasia.
¿Quién fue Herbert von Karajan (Salzburgo, 1908-Anif, 1989)? Perteneció a una familia salzburguesa acomodada, de origen griego, cuyo ascenso social pasó del estatus de migrante –a mediados del siglo XVIII –, al de familia ennoblecida a finales del mismo siglo, luego de instalarse en Sajonia, donde trabajó al servicio de Federico Augusto I: para 1792, los Karajanis no sólo agregaron el von a su apellido, sino que lo germanizaron al transformarlo en Karajan. Heribert (quien cambió su nombre por Herbert), comenzó sus estudios musicales en 1916. En 1929 debutó como director en Salzburgo y desde 1933 su carrera tuvo un impulso significativo al inscribirse como miembro del Partido Nazi (Aufnahmegruppe der 1933er, nachgereichte). Sin embargo, Adolf Hitler recibió con desdén al joven director después de que éste se equivocó al dirigir Die Meistersinger von Nürnberg para los reyes de Yugoslavia, en junio de 1939: al dirigir sin partitura, Karajan se perdió y, en medio de la confusión, Hitler dijo a Winifred Wagner: “Herr von Karajan jamás dirigirá en Bayreuth mientras yo viva”, y así fue. Terminada la guerra, no volvió a mencionar ese incidente. Después de la muerte de Wilhelm Furtwangler, en 1954, comenzó a dirigir la Orquesta Filarmónica de Berlín, con la que produjo una gran cantidad de cintas, acetatos y cedés.
No consta que el nazismo de Von Karajan haya incluido su participación en crímenes de guerra, pero aprendió a convertirse en un pequeño Führer dentro de su modesto Reich , lo cual le dejó una muy buena cantidad de euros, contabilizados en su fortuna personal el día de su muerte. Megalómano, superficial y conservador, dirigió la música que él consideraba digna de tal nombre (siempre dejó de lado el atonalismo y la música contemporánea) e hizo creer que su gusto personal era sinónimo de La Música. Quiso dirigir a Bach y Händel, pero sus versiones no son competencia para las de Kart Richter; Solti y Boulez hacen olvidar lo que intentó con Mahler; Karl Bohm hizo versiones históricas con Haydn, Mozart, Beethoven y Brahms, con quienes Karajan fue torpe y grandilocuente; y si alguna vez se atrevió con Shostakovich y Sibelius, su dirección se vuelve insignificante frente a Rostropovich y Paavo Berglund. En ese sentido, Karajan no dejó huella alguna dirigiendo a Bruckner ni a otros muchos, ni se interesó por autores como Carl Nielsen.
El fenómeno del “sonido Karajan” recuerda el del “sonido beatle”, creado por Phil Spector, aunque con ventaja para éste: el trabajo de los ingenieros de sonido en la consola de grabación. Ya cumplidos cien años del nacimiento de Von Karajan, es un buen momento para agradecer que nos haya dejado desde 1989. A la música le va mejor sin él.
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