Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 30 de marzo de 2008 Num: 682

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Siete poemas
LEDO IVO

De intelectuales,
críticos y mafiosos

ANDREAS KURZ

La conciencia republicana de Gallegos Rocafull
BERNARDO BÁTIZ V.

Vivo por el arte
JAVIER GALINDO ULLOA Entrevista con JUAN SORIANO

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Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGUELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

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LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

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De la cura del agua al waterboarding (II Y ÚLTIMA)

CAMBIO DE REGLAS

Tras los ataques del 11 de septiembre, el vicepresidente estadunidense Dick Cheney dio manos libres a su consejero personal David Addington, para que diera forma a una estrategia agresiva que sería una de la ramas de la denominada guerra contra el terror, aquella que tenía el objetivo de rastrear, capturar y hacer confesar a los enemigos de Estados Unidos en donde quiera que estuvieran. Addington, de manera silenciosa, es autor de algunas de las políticas más controvertidas del gobierno de Bush, como el uso de cárceles secretas de la cia distribuidas por le mundo en las que desaparecen presos de todos los orígenes, la práctica de la “rendición extraordinaria” de sospechosos que son llevados a otros países para ser torturados, el espionaje telefónico sin autorización jurídica de cualquier persona en territorio estadunidense y el uso de la tortura para obtener confesiones. Los defensores de estas prácticas extremas aseguran, por supuesto, que han dado resultados, que de otra manera no se hubiera conseguido. Por ejemplo, la confesión de Khalid Sheikh Mohammed (o KSM), el presunto autor intelectual de los ataques del 11 de septiembre, quien tras sesiones de waterboarding reveló su papel en ese ataque y prácticamente en todos los actos de terrorismo relevantes de las últimas décadas. No obstante, ksm había confesado su participación antes de su captura en una entrevista con Yosri Fouda, para Al Jazeera el 9 de septiembre de 2002, aparentemente sin haber sido objeto de ningún tormento.

TICKING BOMB

La justificación favorita de los apologistas de la tortura es el cuento de la bomba a punto de estallar. Ese mito completamente irreal, y que nunca en la historia ha tenido lugar, que consiste en suponer que un prisionero sabe donde está una bomba y con sólo torturarlo lo suficiente revelará la localización justo a tiempo para impedir una tragedia. Este escenario hipotético es el corazón de la serie televisiva 24 y de numerosas obras de ficción, pero al quererlo transplantar a la vida real se borran los límites de la decencia y se producen monstruos en forma de individuos, e instituciones sádicas y fuera de control que creen hacer el bien al intimidar, explotar las debilidades y lastimar sospechosos.

EL MANUAL

Por lo menos en teoría, los interrogadores del ejército, la cia y otras agencias, debían limitarse a diecinueve métodos aprobados por el manual de campo del ejército, entre los que se cuentan tácticas como la de “policía bueno-policía malo”, aislamiento y “bandera falsa” (cuando un interrogador estadunidense se hace pasar por representante de otro país). Estos métodos en general producen buenos resultados. No olvidemos que tras la segunda guerra mundial, algunos de los generales y oficiales nazis, así como científicos en cautiverio, confesaron a su captores estadunidenses miles de secretos del régimen sin necesidad de que se les arrancara una sola uña. Como declaró el ex interrogador y físico de mit , Henry Kolm, de noventa años, al Washington Post (“ Fort Hunt's Quiet Men Break Silence on WWII”, de Petula Dvorak, 6/ x /2007): “Obteníamos más información de un general alemán con un juego de ajedrez o de ping pong de lo que obtienen hoy con sus torturas.” En el mismo artículo, George Frenkel, que hoy tiene ochenta y siete años, dice: “Durante los muchos interrogatorios que hice nunca le puse las manos encima a nadie. Extraíamos la información en una batalla de ingenio. Me enorgullece decir que nunca comprometí mi humanidad.”

EL VERDADERO OBJETIVO

La tortura, más que una herramienta para extraer información, es un mecanismo de terror, es represión individualizada pero de efecto expansivo. Su verdadera meta es inyectar miedo en la población de manera selectiva. Lo que se quiere no es que el sujeto confiese, eso es meramente marginal, se necesita doblegarlo, romper su espíritu, obligarlo a traicionar a sus camaradas, a su causa y a sus seres queridos. En Irak o Palestina, como lo fue antes en Filipinas, la tortura es la expresión de la frustración del ocupador ante su incapacidad para controlar a otro grupo considerado débil o inferior, pero que actúa con rebeldía o desobediencia. No puede haber tortura sin un elemento de condescendencia, racismo y desprecio profundo por el otro. Sólo es posible abusar de un cautivo si se le ha deshumanizado, si se le ha convertido en una idea y transformado su dolor en señal, código para ser interpretado para descubrir la verdad.