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Guillermo Arreola: el poeta pintor
Conocí a Guillermo Arreola (Tijuana, 1969) hace ya varios años, cuando ambos colaborábamos en la revista Equis. Cultura y Sociedad, él como subdirector y yo como columnista. En esos tiempos todavía se dedicaba de lleno a oficios relacionados con la literatura, que es su formación académica. Ha sido editor, paleógrafo, traductor, narrador, y su publicación más reciente es la novela La venganza de los pájaros (Fondo de Cultura Económica, 2006). Sin embrago, su pasión por las artes visuales lo ha acompañado siempre. Desde aquellos años en Equis incursionó en la experimentación de la imagen gráfica, diseñando algunas de las portadas de la revista a partir de fotografías intervenidas y manipuladas en la computadora. Sus indagaciones lo llevaron a adentrase, poco a poco y con gran tiento, en el fascinante y complejo terreno de la pintura.
Tuve la oportunidad de ver sus cuadros por primera vez hace apenas unos cuatro años, cuando preparaba la obra que se exhibió en una galería recién inaugurada en la colonia Anzures (Ni tú escaparás, 2005). Guillermo, destacado profesional en el campo de las letras, se mostraba entonces como un niño asustado, reacio a exponer-se públicamente. Recuerdo haber coincidido en la galería con Raquel Tibol y junto con ella hacer el recorrido acompañadas del artista. Fui testigo de los comentarios favorables que la maestra externó en relación con la pintura, aunque no corrió con la misma suerte la serie de placas radiográficas intervenidas con óleo que Arreola instaló a manera de cajas iluminadas por dentro. A Tibol le pareció que la luz era un accesorio innecesario, mientras que quien esto escribe percibió ese “experimento” como un acto afortunado y premonitorio de lo que el autor habría de desarrollar en adelante: una voluntad por investigar formas, técnicas y materiales, sin reparar en la búsqueda de un estilo reconocible ni una temática específica.
A partir de esa primera exposición, Guillermo se ha dedicado de tiempo completo al estudio y ejercicio de la pintura con profunda vehemencia, como ha quedado patente en sus consecuentes muestras: No tanto un mundo (Casa del Lago, 2006) y Desde su puerto encendido (El Ágora, Xalapa, 2007). Actualmente se presenta una selección de su trabajo reciente en la Galería Luis Cardoza y Aragón de la Librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica, en la colonia Condesa, bajo el sugerente título Todos los animales están desnudos.
Las piedras jamás |
Hay artistas que desde sus inicios definen un estilo particular que desarrollan con pocas variantes formales, por ejemplo Ricardo Martínez o Pedro Coronel. En el caso de Arreola, quizás sea muy pronto para hablar de un estilo pictórico, pues en cada muestra hemos visto obra muy diversa entre sí. Sé que una especialista connotada le ha sugerido intentar ceñirse a un lenguaje preciso para perfilar un estilo más personal, pero Guillermo tiene ansias de explorar muy diversos parajes y por eso se mueve libremente entre la abstracción y la figuración, y cada vez expande su cromatismo a combinaciones más osadas. Comenzó indagando en la abstracción con obras de pequeño y mediano formato, en las que sobresalía una factura muy cuidada y el gusto por una paleta sobria y mesurada, predominantemente sombría. Estas piezas eran apenas la expresión contenida del torbellino que lleva dentro. Sin embargo, sus demonios internos no le dan tregua y poco a poco ese torrente de creatividad ha aflorado en pinturas más audaces y ambiciosas, que son el reflejo de esa necesidad de búsqueda auténtica que no repara en modas ni en las demandas del mercado. La evolución en su trabajo pictórico corre paralela a su profundo conocimiento de la historia del arte universal, en tanto que veladamente se vislumbran entre las numerosas capas de óleo y los claroscuros de sus lienzos ecos de Turner, de Kooning, Motherwell, Schnabel o Clemente, por mencionar algunos, y atmósferas evocadoras e inasibles cercanas a las de los cineastas Tarkovsky o Angelópoulos. Su sello distintivo es la emotividad que se palpa tanto en las composiciones abstractas como en algunas figuras recientes que alcanzan un alto grado de expresividad.
Las pinturas de Guillermo Arreola son una suerte de cantos poéticos, porque él es esencialmente un poeta en toda la extensión del término. Un ser afable, generoso, honesto y valiente que toma el riesgo de dejar a un lado la comodidad de un oficio ya conquistado para seguir el llamado de una búsqueda interna. Es de esperarse que en lo sucesivo tengamos la oportunidad de seguir llevándonos gratas sorpresas en el devenir de su carrera pictórica.
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