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Hugo Gutiérrez Vega
DISCURSO POR LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA (IV Y ÚLTIMA)
Todas las reflexiones que he intentado plasmar en este conjunto de especulaciones, se ven superadas por la presencia de la universidad que crece inconteniblemente. No me escandalizo ante el fenómeno de la universidad de masas. Es el signo de nuestros tiempos y debemos prepararnos para enfrentar sus retos. Es claro que lo ideal es el pequeño seminario en el que docentes, investigadores y estudiantes trabajan armoniosamente y entregan resultados óptimos.
Pero la universidad de masas nos está exigiendo redefinir nuestras metas, buscar nuevos caminos y conseguir nuevas formas de apoyo económico. En nuestro país la universidad masiva está imponiendo la reflexión de las instancias académicas y el diálogo entre las casas de estudios y el poder político para encontrar esas formas de apoyo económico. Los padres de los estudiantes pagan impuestos que, a su vez, son canalizados por el gobierno a las universidades. Los fondos son cada día más insuficientes y las universidades sufren la constante angustia de su estrechez económica. Por eso es necesario imaginar nuevas formas de apoyo que sean absolutamente respetuosas de los principios de la autonomía. Esto lo entendió un déspota ilustrado, Federico de Prusia, que sostuvo el principio de apoyar a la educación y a la cultura sin tratar de controlarlas. Sabía muy bien el ilustrado que una universidad dócil y servil no tenía utilidad alguna y empobrecía al gobierno y al pueblo.
Cuando hablo de la necesidad de redefinir las metas de la educación superior, pienso en las tradiciones que pueden ser buenas o contraproducentes. Aferrarse a una tradición sin sujetarla a la crítica y al análisis de su vigencia es una actitud reaccionaria. La autonomía es una tradición viva que conserva toda su vigencia, mientras que hay otras que pueden considerarse obsoletas y perjudiciales. Thomas Mann, en su carta del 7 de octubre de 1944, hablaba del “terror de lo gastado”. Superemos las fórmulas que ya no sirven y sintamos, como decía Mann, las poderosas alas de una tradición que, como la de la autonomía, es capaz de elevarnos. Estas tradiciones vivas constituyen el mejor aspecto del patrimonio universitario e influyen en la salud y el crecimiento de la república democrática a la que todos aspiramos.
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