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LOS CONTRABANDOS DE CARLOS BLANCO AGUINAGA
FEDERICO PATÁN
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Contra-Bando(s),
Carlos Blanco Aguinaga,
UAM-Azcapotzalco,
Libros del Laberinto, 66,
México, 2007.
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¿Les interesaría leer una novela de la que fueran parte Bugsey Siegel y Meyer Lansky? Es decir, dos capos mafiosos relacionados con Las Vegas. Huele a bestseller, pudiera decirme quien me lea, no necesariamente con tono de reproche. Entonces ¿qué de una novela sobre el Vita, su travesía y sus tripulantes? Huele a novela histórica, pudiera comentarse sin ninguna queja, sobre todo que se inserta en una historia que, por tocar el exilio español, no es ajena a México. Entonces ¿por qué no una novela sobre algunos barrios del DF, sobre todo Cuauhtémoc y el Centro Histórico? Huele a novela costumbrista, pudiera decírseme con algo de recelo. Entonces, una novela sobre cómo se intenta escribir una novela. ¿Quiere usted decir cuestiones metanarrativas y asuntos similares? No, gracias. Bueno, pues entonces una novela sobre exiliados españoles en México. Ésa, aunque fuera mala, pudiera tener cierto interés. Entonces, y para terminar, ¿qué tal una novela que tratara de todo lo anterior?
La incredulidad pudiera llevar a un levantamiento de cejas. De existir tal novela, se adelantará, necesariamente será un batiburrillo. Pues tal novela existe, se llama Contra-Bando(s), la escribió Carlos Blanco Aguinaga (España, 1927), si bien no de golpe, y no es un batiburrillo. Entonces ¿qué es? El título mismo insinúa ya la naturaleza del texto: lúdica, con la innecesaria aclaración de que, en este caso, lúdico no significa ligero y sí abundante en juegos llenos de significado. Por ejemplo, para no salirme del título, se lo puede tomar en un sentido directo: la trama incluye contrabandos. Los incluye por lo menos en dos de sus episodios. ¿Estaré leyendo en demasía si veo aquí la presencia insinuada de bandos contrarios? Es un peligro que estoy dispuesto a correr. Luego, está la intriga de ese plural creado entre paréntesis y que sigo meditando.
Enseguida tenemos la estructuración dada a las tramas. Pero, un momento, ¿quiere decir que hay más de una? En efecto, eso quiero decir, y allí está otro aspecto lúdico del libro. Se encuentra dividido éste en tres episodios, cada uno de ellos independiente, más una cuarta narración que los une maliciosamente. ¿Quiere decir una especie de resumen hecho al final? No, maliciosamente, con lo cual significo a modo de un tejido tendido a lo largo de la novela, en el cual quedan entretejidas las tres historias. Y si se piensa que muy complicada parece tal disposición, resulta que la novela, pese a esos aparentes enredos narrativos, es de lectura sencilla, y allí radica uno de sus varios encantos.
Mencionaré las tres partes por su título. La primera se llama Carretera de Cuernavaca, la segunda, Contra-bando(s), da nombre al libro y la tercera, Manuscrito perdido en Valencia. Cuando dije que Blanco Aguinaga no había escrito de golpe este libro, tenía como defensa de mi afirmación el primer episodio: Carretera de Cuernavaca, pues se trata de un texto ya aparecido en 1990, en otro libro cuyo título era, justamente, Camino de Cuernavaca, libro de cuentos en el que el texto que me ocupa era la pieza de mayor longitud y cerraba el volumen. Esta dualidad bibliográfica del texto dio pie a varias meditaciones. La primera resuelta en una pregunta: ¿seguirá el texto perteneciendo a los dos libros? Respuesta: una segunda edición del de cuentos lo aclarará. La segunda: de no ser así, ¿estaba fuera de lugar en el primero y halló su sitio definitivo en el segundo, posibilidad que en lo personal me atrae mucho? Lo cual deriva en una tercera meditación: de ser el caso último, perdió su independencia para tejerse a la escritura del libro que hoy comento.
Como quiera que sea, Contra-bando(s) hace lectura fluida y no se le ven las costuras. ¿Por qué? Porque esa cuarta trama le da el respaldo suficiente a los tres episodios para que adquieran unidad. Resumo la situación planteada: el protagonista, Martín Alsúa, es narrador y vive de traducir literatura. Siempre que del mundo le llega alguna noticia que lo toca de cerca, se pregunta qué posibilidades hay de volverla ficción, y parte del entramado de lo que se narra es cómo esa posibilidad de novela, primero surgida oralmente, pasa por la etapa de investigación, la de toma de notas y la de algunos trozos escritos. Jamás nos encontraremos con los textos concluidos, pues justo la novela trata de cómo se los va enriqueciendo gradualmente. Lo curioso, y es otro aspecto de lo lúdico de la novela, es que terminamos conociendo la trama total de cada episodio sin que tengamos la escritura cabal del mismo.
Los tres episodios tocan temas de la Guerra civil y el exilio españoles. Si, como se afirma en el libro respecto al protagonista: “Hace años que los cuadernos se le convirtieron en espejos”, bien podría caber el atrevimiento de considerar autobiográficos muchos de los incidentes contados en los tres episodios, el primero de los cuales narra las aventuras de la tripulación del Tramontana, más tarde Vita, uniéndoselo indispensablemente al exilio español. El segundo cuenta otra aventura marina: la del Kefalos rebautizado como s. s. Pinzón, barco en el cual se lleva un contrabando de armas a lo que con el tiempo sería Israel. Si el episodio primero ocurre en 1939, el segundo se da en 1948. Tengo indefinida la época del tercero, pero sé que existían ya las computadoras. Informa este episodio último que José Bergamín escribió una obra de teatro en 1937 y las vicisitudes que llevaron al extravío de la misma.
Mientras leemos sobre la lenta estructuración de esos tres episodios, la novela nos va enterando de la vida del protagonista, ocurrida toda ella en México cuando la narración está en presente. Es aquí donde entran las precisiones sobre Ciudad de México vivida a lo largo de años por el personaje central. Como es de suponer en la vida de todo exiliado, se compone de la mezcla de dos mundos, el dejado atrás y el que se vive. Los personajes principales, a excepción de Sonia, son exiliados. Conservan, desde luego, sus hablas peninsulares, pero injertadas ya de expresiones mexicanas. Tal situación, ineludible en un exiliado, halla su expresión más curiosa en los mafiosos de Las Vegas, que se expresan en ese mismo español. ¿Descuido del narrador? ¿Incapacidad de reproducir el habla correspondiente a esos personajes? Pienso que, al tratarse esa parte del texto de un mero borrador, es prosa tentativa la empleada por Martín Alsúa, prosa que se torna en definitiva cuando se describe la vida del propio Martín. ¿Quién la describe? Un narrador omnisciente que nos tiene mucha confianza a los lectores e igual dice “Dejémonos…” que “Quien esto escribe”.
Sonia, la compañera mexicana de Martín, le dice a éste en una ocasión: “Siempre acabas en lo mismo, la Guerra civil.” En efecto, es la presencia de mayor peso en el libro. Pero ¿cómo se la ve? Diría yo que, para el mundo, como algo que se ha vuelto historia; para los personajes españoles, como algo que es imposible dejar de vivir, estableciéndose con ello la situación de todo exiliado. ¿Hay separación entonces con México? Desde luego que no, se vive al país con cariño e incluso hay críticas a quienes (José Bergamín es el ejemplo) se fueron renegando de él. ¿Y la España de hoy? Sonia trae sus impresiones de un viaje hecho por ella y que no coinciden con las memorias que los personajes españoles pudieran conservar del pasado.
El libro narra también una amistad: la de Martín con Gamarra. Enrique López Aguilar me comentó la posibilidad de que este segundo personaje, Gamarra, fuera un Inocencio Burgos disimulado. En todo caso, la amistad de ellos que se describe le da un magnífico sostén emotivo al libro y le permite llegar a un final muy sacudidor, que cierra maravillosamente bien la trama. Es, quizás, el punto culminante de lo que se narra.
Al principio mismo de la novela Martín Alsúa se pregunta: “¿para quién escribo? Y, por lo tanto, ¿para qué?”. Pienso que Carlos Blanco Aguinaga ha escrito esta novela en un intento de contestarle a su personaje y, por lo tanto, a sí mismo. Acompañó el intento de respuesta con una serie de propuestas narrativas que componen una trama compuesta de varias tramas donde muchas otras preguntas quedan hechas. Quizá el lector es quien deba contestarlas.
PARA NO REPETIR EL PASADO
LEO MENDOZA
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La Edad Media explicada a los jóvenes,
Jacques Le Goff,
Traducción de Jordi Terré,
Paidós,
Barcelona, España, 2007.
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Para el estudioso francés Jacques Le Goff, la Edad Media termina a principios del siglo XVIII, cuando la primera Revolución industrial transformó por completo las relaciones sociales y aun vitales. Sin embargo, la mayoría de sus colegas considera que el fin de este período ocurrió en realidad el siglo XV, con el Renacimiento y la expansión europea.
Aun así, la Edad Media es un período histórico sumamente extenso pues se extiende casi un milenio. Durante mucho tiempo fue considerada una etapa oscura –a pesar de los iluminadores estudios de Pirenne y Huizinga— aun cuando durante ese lapso se establecieron muchas bases de nuestra cultura. Baste citar la creación de la institución matrimonial, tal y como hoy la conocemos; buena parte del comercio con el establecimiento de ferias y el nacimiento de los primeros banqueros; el surgimiento de las universidades que permitió la universalización del saber –incluso el escolástico— a través del latín, la lengua franca de ese tiempo.
A pesar de la distancia temporal y de la enorme diferencia que hay entre aquel tiempo y el nuestro, el Medioevo está mucho más cerca de nosotros de lo que aparenta: no sólo porque, gracias a los monjes y algunos caballeros, el saber antiguo pudo conservarse y rescatarse, sino porque hoy mismo encontramos muchas huellas ideológicas de ese pasado. Baste citar que las órdenes mendicantes que evangelizaron América nacieron en esta época, y que el gusto por la fiesta, el carnaval y por ciertos ritos encontraron en el Nuevo Mundo un terreno fértil.
En La Edad Media explicada a los jóvenes, Jacques Le Goff, mediante el sencillo método de responder las preguntas planteadas por Jean-Louis Schlegel, nos entrega un retrato más que completo de esta etapa histórica que, de una u otra forma, fue determinante en el posterior desarrollo de Occidente, con todo y sus más negras páginas; las de la intolerancia, el odio a los judíos, las mismas Cruzadas o la persecución religiosa –como fue la célebre cruzada contra los albigenses--, entre otras. Sin embargo, la parte central del libro está dedicada a la Edad Media luminosa, la del ciclo artúrico, los ideales caballerescos, la música, la cultura, la devoción mariana y el culto de los santos que surgen como intermediarios entre la divinidad y los seres terrenales: de una u otra manera, temas comunes que hicieron posible esa unidad llamada Europa.
Los libros de Jacques Le Goff, especialmente éste dedicado a los jóvenes, nos recuerdan que el presente perpetuo al que nos pretende someter la modernidad es sólo un espejismo, que hay un pasado en el que hemos abrevado, cuyo estudio nos permite comprender y explicar el presente. De otro modo, quizá, como dijo Marx, estaremos condenados a repetirlo.
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Ecos y murmullos en la obra de Juan Rulfo,
Julio Moguel y Enrique Saínz (coordinadores),
Casa Juan Pablos-Ediciones Unión-Secretaría de Cultura del Estado de Michoacán,
México, 2007.
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Esta es la segunda edición, ampliada tan sólo dos meses después, del volumen originalmente aparecido en septiembre del año pasado. Incluye dos textos del coordinador Moguel –“Ecos y murmullos en Pedro Páramo ” y “El arte de traducir a Rulfo”--, así como ensayos de Cintio Vitier, Hugo Gutiérrez Vega, Leonardo Padura, Mercedes Pereira y Federico Campbell, entre otros autores.
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La mano del fuego,
Alberto Ruy Sánchez,
Alfaguara,
México, 2007.
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Editado con la colaboración nada menos que de Fundación Azteca, Círculo Editorial Azteca y Proyecto 40 –es decir, con el apoyo de las empresas propiedad de Ricardo Salinas--, aparece el más reciente libro de un autor que “detesta ser considerado autor del género erótico”. No obstante, es acerca del erotismo y sus cien mil dimensiones por lo que buen número de lectores recuerdan al autor, entre otras obras, de Los jardines secretos de Mogador , quien funge también como director de la revista Artes de México y es Oficial de la Orden de las Artes francesa.
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Diccionario de escritores mexicanos siglo XX.
Desde las generaciones del Ateneo y
novelistas de la Revolución hasta nuestros días,
Universidad Nacional Autónoma de México,
Instituto de Investigaciones Filológicas,
México, 2007.
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Este es el noveno y último tomo, que va de la U a la Z, de un diccionario en verdad serio, elaborado por un equipo respetable y capaz de entregar un trabajo alejado de toda suerte de ninguneos y vendettas al uso. Con este volumen, el Instituto de Investigaciones Filológicas de nuestra querida UNAM corona una labor monumental iniciada en 1988.
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