Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Calar sin culpa
GABRIEL SANTANDER
La ceniza
SARANDOS PAVLEAS
Correspondencia
y literatura
EDMUND WILSON
La Celestina: una lección en el arte de la elección
ENRIQUE HÉCTOR GONZÁLEZ
El microcosmos de micrós
AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ
Entrevista con
Margaret Randall
XIMENA BUSTAMANTE
Leer
Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS
Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA
Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA
Cinexcusas
LUIS TOVAR
Corporal
MANUEL STEPHENS
El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ
Cabezalcubo
JORGE MOCH
Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO
Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|
Hugo Gutiérrez Vega
APUNTES SOBRE EL TEATRO EN MÉXICO (VI DE X)
En 1806 se había reconstruido el Coliseo Nuevo, teatro principal de Ciudad de México. Esta sala fue escenario del paso de los estilos neoclásicos, costumbristas y romántico. El segundo estilo tiene en J. J. Fernández de Lizardi, autor de la novela picaresca, El periquillo sarniento, su mejor representante. Autor de pasos, entremeses, autos y pastorelas, su comedia Todos contra el Payo y el Payo contra todos, es un buen ejemplo de teatro comprometido con la causa independentista y el pensamiento liberal. Los personajes populares se inscriben en la moral social de la época y el autor los convierte en símbolos capaces de fomentar el orgullo nacional y de dar coherencia al proceso socio-político de la Independencia , observada desde la perspectiva propia del humanismo liberal y del pensamiento republicano.
El primer dramaturgo romántico fue Ignacio Rodríguez Galván, seguidor del pensamiento nacionalista, influenciado por el teatro francés y alemán, buscó temas en el pasado inmediato del país. Su obras, Muñoz, visitador de México y El privado del virrey, dan una atmósfera de exaltado romanticismo al pasado colonial.
Antonio García Gutiérrez y José Zorrilla pasaron largas temporadas en México y formaron pequeños grupos de alumnos y de seguidores. Sin embargo, el romanticismo alemán y el francés son los predominantes en las obras de Fernando Calderón y de González Bocanegra. Calderón escribió largos dramas históricos: Hernán o la vuelta del Cruzado, Ana Bolena, El torneo, una comedia costumbrista: A ninguna de las tres, que pretendía dar respuesta a la comedia Marcela o ¿a cuál de las tres? de Bretón de los Herreros, y se lanzaba –curiosa paradoja del comportamiento de Don Fernando– en contra del afrancesamiento, y algunas piezas cómicas de crítica social. Ya para entonces la escuela de Arte Dramático, fundada por el gobierno mexicano en 1831, alimentaba los catorce teatros de la ciudad capital y las numerosas salas, construidas a la italiana, de Guanajuato, Querétaro, Zacatecas, San Luis Potosí, Guadalajara, Mérida, Oaxaca, Morelia, etcétera, de actores de escuela española, y de algunos cómicos innovadores en sus procedimientos y seguidores de una idea nacionalista y popular.
El segundo romanticismo, como lo llama Magaña Esquivel, intenta olvidar los grandes temas y las obsesiones medievales del romanticismo europeo, para encontrar en el costumbrismo el motivo principal de sus obras. Peón Contreras, Manuel Acuña, José Rosas Moreno, Juan A. Mateos, M. J. Othon, J. de D. Peza y Rafael Delgado son los representantes de esta especie de populismo romántico. Para esta época, la República ya se había consolidado, después de pasar las pruebas de la intervención americana con la subsecuente pérdida de una gran extensión de nuestro territorio –la parte pavimentada, según afirman algunos macabros humoristas nacionales–; la invasión francesa, la pintoresca Guerra de los pasteles, las locuras del multidictador Santa Ana y el Imperio de Maximiliano, y el federalismo había asegurado la organización territorial y política del país. Esta etapa la presiden el liberalismo y la figura de Benito Juárez. El laicismo fortalece a las instituciones políticas al reducir la influencia poderosísima del clero y dar vigencia a la vida civil. El teatro de la época tiene un tono de exaltación patriótica favorecido por el clima romántico y la construcción melodramática. Por la patria, de Peón Contreras; Sor Juana Inés de la Cruz, de Rosas Moreno y La matanza de San León, de Mateos, son buenos ejemplos de esa afirmación nacionalista. Por otra parte, El pasado, de Acuña, La sombra del hogar, de Othón, En vísperas de la boda , de Peza, y La caja de dulces, de Delgado, representan al melodrama romántico que llenaba a los principales teatros de la capital y la provincia.
(Continuará)
[email protected]
|