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El atípico milagro
Sin duda los muchos premios recibidos han hecho su parte, máxime considerando que entre ellos se cuenta el Premio del Jurado en Cannes 2007, pero lo cierto -y lo más genuinamente festejable- es que con premios o sin ellos, rutilantes o no, son más bien los elevados niveles de calidad, belleza, originalidad y fuerza dramática de Luz silenciosa, los que han obrado el atípico milagro de que Muchagente se guarde, para peor ocasión, ésas sus prontas piedras, siempre listas para ser arrojadas.
En verdad digna de ser llamada así, la propuesta cinematográfica de Carlos Reygadas había suscitado tanto el entusiasmo como la denostación, en cantidades casi equivalentes, al menos en este país. Tanto su ópera prima largometrajista Japón como la muy polémica y toscamente vilipendiada Batalla en el cielo pusieron al público, ya fuera éste opinador profesional u opinador a secas, a parir el áspero chayote implícito en digerir un discurso fílmico despreocupado de las formas, los recursos y los cometidos en ese momento no sólo habituales en el cine nacional, sino en apariencia ineludibles. ¿Qué cuáles serían aquéllos? Para empezar, los de plantearse el ejercicio cinematográfico tal como si lo único viable o permisible fuese recapitular, desde la propia perspectiva, ciertos temas recurrentes, abordándolos más o menos de modo similar a como lo han hecho sus antecesores, y no sólo eso, sino como si la única vía formal para exponerlos fuese alguna de las ya experimentadas, en algunos casos hasta la extenuación.
POR OTRO LADO
Así pues, a diferencia de lo sucedido con los dos largometrajes que la anteceden, desde que comenzó el habitual recorrido de festivales hasta hoy, que sigue exhibiéndose en cartelera comercial, Luz silenciosa no ha hecho sino cosechar toda suerte de reconocimientos, tanto de los que implican un objeto qué poner en la vitrina como de los otros, intangibles pero no por eso menos valiosos, verbigracia los que concede la espontaneidad del cinéfilo al abandonar la sala.
Entre otros prejuicios se ha esfumado, felizmente, el grueso de aquellos reproches contra la "lentitud" con la que Reygadas despliega su narrativa, lo mismo que aquellos peros deseosos de convertir la presencia de no-actores en pantalla en una deficiencia per se . Desde luego no es que él los haya inventado, pero este par de rasgos formales, elegidos por el cineasta de manera obviamente deliberada y con propósitos muy específicos, son parte de un todo que, sin tacañerías, debe ser considerado como un estilo propio.
Marķa Pankratz en Luz silenciosa |
(Respecto de esto último, y de cara a quienes deploran, quizá con demasiada rapidez, el advenimiento de ciertos cineastas que ya son despectivamente llamados "reygaditas", además de la indispensable paciencia para ver de qué están hechos realmente -a lo cual no siempre puede accederse con una primera película-, añádase aquella frase de Debussy, según la cual "bienaventurados sean nuestros imitadores, porque de ellos serán nuestros defectos"...)
Además de la familia y la comunidad menonita donde tiene lugar esta historia de revelaciones, rupturas, extraño y al mismo tiempo lógico sosiego --precedido y sucedido por momentos de dolor agudísimo--; además del paterfamilias que se afana en dotar a sus sentimientos de una lógica impracticable y sólo útil para medio librarse de la culpa; además de la esposa acatadora de la consecuente i-lógica que ha de victimizarla, los protagonistas de Luz silenciosa son muchos otros, por ejemplo, el paisaje que se viste de calma --no se sabe si sólo provisional o definitivamente ficticia--, el paso del tiempo --que se quisiera inerme, como lo testimonia el paterfamilias cuando, al principio, detiene las manecillas de un reloj--, así como la naturaleza entera: las varas viejas de un maizal, el agua en un estanque, el canto de los grillos, el llanto humano; naturaleza de la cual también forman parte --obviedad a veces tan oculta que Reygadas devela con maestría-- los seres humanos: así los niños en el agua, indiferentes como juncos a la tragedia que se cuece a sus espaldas; así la esposa aferrada al grueso tronco de un árbol bajo una lluvia interminable; así el oasis entre tanto silencio que es Jacques Brel en una imagen grabada en un tiempo y un lugar que parecieran venidos de otro mundo...
Además de frenar la ya referida y mexicanísima lapidación en su contra, misma que jamás tuvo razón de ser, con este filme Reygadas consigue uno de los momentos más elevados de la cinematografía nacional.
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