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Dame un abrazo
En alguna parte de Rayuela , Oliveira-Cortázar habla, para sí mismo, de la necesidad, a veces insoslayable --cito de memoria--, "de dar un salto hacia dentro de uno mismo, tan fuerte que acabes en los brazos del otro"... De ese pequeño, fugaz pero asequible paraíso; de la manera en que despacio puede y debe construirse; de la ocasión que lo propicia, habla Dos abrazos , la ópera prima de Enrique Begné, por la cual ha recibido al menos un par de reconocimientos: el premio para nuevos cineastas en mejor narrativa (Tribeca 2007), y el premio al mejor director (Guadalajara 2007).
A partir del guión de Paula Marcovich, Begné desarrolla dos tramas cuyo único vínculo diegético consiste en la coincidencia a cuadro, fugaz precisamente como el tiempo que puede durar un abrazo, de tres de los cuatro protagonistas, dos por trama, que constituyen el corpus dramático de la cinta. Sin embargo, el sustrato de ambas tramas es idéntico y su búsqueda se aplica a localizar aquello de lo que se habla al principio de estas líneas: cuál y cómo es, en el devenir de una cotidianidad nada propicia a la donación espontánea y gratuita del afecto, la génesis de un abrazo. Aquí se trata, y no es irrelevante aclararlo, de un abrazo que merezca el nombre; no del que se da por mero compromiso de salutación, mucho menos de la estentoreidad vacua de esos palmoteos de espaldas a los que tan afecta es, por ejemplo, la clase política.
Tampoco se trata del contacto que a partir de las extremidades superiores del cuerpo se extiende a otras regiones de éste, o a todo él, con propósitos sicalípticos; abrazo nada desdeñable, también afanosamente buscado en esa cotidianidad ya aludida, también susceptible de escasez, pero que no es el que la duotrama de Dos abrazos redondea por partida doble.
Los que Begné construye, para los cuales plantea sendas historias que habrán de culminar en la fusión díptica de dos cuerpos voluntariamente confundidos y cerrados-abiertos contra sí mismos gracias al otro, son abrazos donde puede llevarse a cabo el re-conocimiento de uno mismo a través del conocimiento del otro.
QUE YO TE PIDO
No por azar, los protagonistas de cada historia pertenecen a distintos géneros y también a diferentes edades y estadios de madurez emocional, así como a muy diversas situaciones de vida. En la primera historia, un puberto de apenas trece años ensaya lo que él y su inexperiencia considerarían escarceos más sexuales que amorosos, con una joven cajera de supermercado de la que todo ignora. Quiere su suerte que entre ambos se establezca un vínculo cuya asimetría estalla a partir de los conflictos personales de ella, y también que, luego del rechazo, la joven atraiga hacia sí a Paco, el puberto que descubre, en brazos propios, que hay otros modos igual cálidos y gratificantes de acercarse a la humanidad de una Ella.
Enrique Begne Foto: Notimex |
Es en plena calle donde tiene verificativo ese contacto. Dado que su naturaleza profunda consiste en ser íntimo en el sentido más pleno de la palabra, la paradoja implícita en que la práctica de un acto así de privado suceda precisamente en el espacio público por excelencia, debe ser la causa por la cual el conductor de un taxi que por ahí pasa dedique unos segundos de su abotargada y cataléptica atención a la pareja, podría decirse que casi únicamente para que, a su vez y en el futuro mediato, el residuo inconsciente de aquella brevísima visión lo haga capaz también de coronar, dando vida a una no sexual y efímera criatura de dos espaldas, el encuentro que tendrá con una adolescente.
DE TERNURA
Ese par de abrazos pueden verse desde la distancia que, prudente y a tono con el tono de la película, establecieron Begné y el cinefotógrafo Federico Barbarosa. Sotto voce , lindando el territorio de las "emociones intermedias" de las que hablaba López Velarde a propósito de su colega poeta Francisco González León, Dos abrazos es un ejercicio de ternura que se abre paso ahí donde parecería imposible pensar o actuar tiernamente. Si se descuentan cierta falta de sobriedad en un diseño de producción de tintes preciosistas, así como un empleo de la música innecesaria y telegráficamente asociados a momentos dramáticos clave, es una buena sorpresa, entre otras cualidades formales --como la concisión de sus ochenta y seis minutos--, la dirección de actores de Begné, que se apunta tres méritos al menos: aprovechar el talento de Maya Zapata, recuperar a Jorge Zárate de ciertos papeles donde casi se había encasillado, y demostrar que Ximena Sariñana es capaz de actuar.
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