Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 30 de septiembre de 2007 Num: 656

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Marco Antonio Campos: viajero en la poesía
NEFTALÍ CORIA

Voces poéticas de Brasil

El deseo o la traición
de la felicidad

DAVID RABOUIN entrevista con SLAVOJ ZIZEK

Ricardo Salazar, fotógrafo
VÍCTOR NÚÑEZ JAIME

Dos poemas
BERNARD POZIER

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Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

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ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR


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Ana García Bergua

De magos y aparecidos

En fin, en cualquier tema sobre el que escribo logro introducir mi presencia, me entrometo en el asunto, relato anécdotas que a veces ni siquiera vienen al caso, transcribo trozos de viejas conversaciones mantenidas no sólo con personajes deslumbrantes sino también con gente miserable, ésa que pasa las noches en estaciones de ferrocarril para dormitar o conversar hasta la madrugada.
Sergio Pitol, El mago de Viena

Creo que uno de mis mayores miedos es perder la memoria. No tanto porque me guste vivir rememorando cosas pretéritas, o me cuente entre quienes viven lo presente desde un pasado perpetuo. De hecho, suelo olvidar más de lo que quisiera. Sin embargo, me parece que uno –ese ser tan misterioso al que le decimos “yo”– es poco más que las cosas que guarda en la memoria y que de manera general constituyen su vida hasta el momento que acaba de pasar. Me imagino que los grandes escritores, a su vejez, se cargan a sí mismos como a una gran obra: la memoria de los libros escritos y leídos, así como las experiencias, los llegan a constituir por completo, como un gran libro. El ejemplo clásico es À la recherche du temps perdu , y esa parte del final en que Marcel, el protagonista, tropieza con la losa y en ese tropezón recupera la memoria del pasado y la capacidad de evocación. Más que la clásica magdalena, es en ese pasaje donde el autor, la memoria y la escritura se vuelven uno mismo y comienza entonces el libro.

Este año he podido leer dos diarios portentosos: Borges , de Adolfo Bioy Casares y El mago de Viena , de Sergio Pitol. A fin de cuentas, un diario es siempre una especie de apuesta contra la desmemoria, pero en el caso de estos escritores tan grandes, el diario alcanza a convocar la presencia del escritor y de su obra juntas. Finalmente, escribir es también una forma de recordar.


Foto: cortesía de www.periodistadigital.com

“En mi experiencia personal, la inspiración es el fruto más delicado de la memoria”, dice Sergio Pitol en El mago de Viena , que es un libro hipnótico. Más adelante señala el autor veracruzano: “Veo mi pasado como un conjunto de fragmentos de sueños no del todo entendidos. Al igual que en sus novelas surgen y desfilan personajes de toda laya, surgidos de un fondo misterioso y libresco, por el diario circulan entradas de antiguos diarios, ficciones como la del famoso mago al que alude el título o aquella portentosa surgida de un viaje con el escritor Enrique Vila-Matas. Desfilan también Gogol, Gao Xingjian, Thomas Bernhardt, Monsiváis, Henry James, Joseph Conrad, Evelyn Waugh, Darío Jaramillo, entre tantos otros autores, y también Coyoacán, Colombia, Moscú o las ruinas de Pompeya, así como la obra de Pitol revisitada, observada por su autor desde el ángulo de lo presente y también en el contexto en que fue escrita.

Sin embargo, El mago de Viena no es, como podría pensarse, uno de esos libros que dan permiso de hojearlos a ratos. Su trama errática no corresponde a ninguna ligereza. La prosa, tan diestramente hilada, hace que de una cosa a otra surjan oscuridades, momentos magníficos, melancolías profundas. En aquello que contiene la memoria podemos entrever un poco del misterio que representa el talento artístico, el fondo de la Obra que en la memoria va haciendo su nido a lo largo de la vida. Si bien Sergio Pitol llevaba ya un tiempo cultivando este género de prosas mixtas, de tejido abierto en el que ficción y realidad forman parte de una cosa extraña llamada texto o vida, en El mago de Viena el entramado resulta apasionante, tanto como sus novelas con aquellos personajes que surgen de la nada y luego desaparecen dejando más preguntas y dudas que certezas. “La escritura, muy a menudo, y todo autor lo sabe aun sin proponérselo, rescata zonas poco visitadas, limpia los lugares deseados de la conciencia, lleva aire a las zonas sofocadas, revitaliza todo lo que ha empezado a marchitarse, pone en movimiento reflejos que uno creía ya extinguidos.” A fin de cuentas, también, recordar es escribir.

Hablé más de El mago de Viena , pero quisiera añadir que con Borges tuve una sensación similar: que el Borges de Bioy, a su modo, es también un libro de Borges, como lo fueron los cuentos de Bustos Domec que escribieron ambos, y es también Borges, la crónica de una parte de sus días una especie de reanimación de aquella persona que fue. “Come en casa Borges” es un mantra que nos da Bioy Casares para invocarlo, en esas miles de páginas que, ésas sí, se pueden leer a saltos, con la curiosidad de quien se asoma, al paso de los días, a la ventana de la memoria.